- Samantha, te quiero – me da un vuelco al corazón.
En cuanto oigo las palabras me pongo en tensión, como si estuviese ante un peligro, no sé por qué. Mi cerebro ordena al resto de mi cuerpo a que se quede estático, congelado, impidiendo que me mueva o diga nada, aunque tampoco sabría qué hacer. Sólo estoy ahí, de pie, quieta y mirándolo, mientras veo y siento cómo espera una respuesta, la que sea, y yo soy incapaz de dársela.
El momento se rompe de golpe en cuanto Aitor y Gèrard irrumpen en el salón de vuelta con varias cervezas en la mano. No sé qué imagen debemos proyectar pero los chicos en cuanto nos ven se marchan al balcón con los demás de forma apresurada. Yo agradezco la interrupción con toda mi alma porque por fin salgo del trance en el que estaba y, aunque las palabras aún se resisten a salir de mi boca, mis músculos responden a mis órdenes y me muevo hasta darle un abrazo. Dios, vaya desastre.
Él se queda rígido en un primer momento aunque luego me corresponde. Debe estar flipando con mi reacción porque hasta yo misma lo hago. Sigo en shock, básicamente. Ha sido demasiado... ¿precipitado? No lo sé. No me esperaba que fuese a decirme te quiero así, de repente, sin anestesia, en plena reunión social con los demás. ¿Lo quiero yo? Está claro que sentir algo por él lo siento pero ¿querer? Son palabras demasiado grandes que no estoy segura de que se ajusten a lo que yo siento en este momento. Joder, vaya lío.
Flavio irrumpe en mis cavilaciones mentales separándose de mi, poniendo fin a nuestro abrazo, para decir:
- Venga, vamos con los demás – la expresión de su cara es de conformidad. No sé como expresarlo pero en plan: bueno, le he dicho te quiero y ella me ha respondido con un abrazo, está bien. Me da miedo que lleguemos a tal punto que yo no sea capaz de avanzar y él empiece a conformarse con cualquier migaja que yo pueda darle...
Me he vuelto a quedar quieta en el sitio pero Fla toma la iniciativa por mi agarrando y tirando de mi mano para que lo siga con los demás. Si estos notan que algo ha cambiado no lo dicen y siguen con su conversación como si nada. Yo, a partir de ese momento, estoy sólo a medias...
Cuando por fin todos se marchan es bastante tarde. Los adoro, pero estoy cansada, ansiosa y muy nerviosa por lo de mañana y necesito descansar porque tendré que hacer unas cuantas entrevistas, aunque por suerte van a ser vía videollamada. El ambiente ha sido normal para todos, menos para mí, que llevo desde la revelación de Flavio algo tensa.
Él, por su parte, se ha comportado de forma natural hasta que ha llegado el momento de quedarnos solos. Ahí he sido consciente de que algo le pasa: no sé si está enfadado, dolido o qué, pero ha evitado dirigirme la palabra desde entonces.
Ya desde la cama, con el pijama puesto y muchas ganas de descansar, a ser posible abrazada a él (estar nerviosa siempre hace que necesite mimos), espero que aparezca por la puerta de la habitación. No tiene pinta de que esto vaya a pasar en un espacio corto de tiempo cuando oigo como enciende la televisión. Resoplo, inevitablemente. ¿Voy o no? Cedo, cómo no. En cuanto me levanto veo tirada a los pies de la cama la camiseta preferida de Flavio y una de las que más odio yo: la maldita camiseta naranja. Y en un alarde de valentía me la pongo sobre la que ya llevo puesta para ver si así consigo que se ablande.
Cruzo el pasillo como un niño que sabe que va a recibir una regañina, no sé por qué. Me lo encuentro repatingado en el sofá, con las gafas sobre la mesita que hay al lado, y los ojos cerrados. Que lo he estado esperando y mientras él aquí, dormido, manda cojones. Me quito las zapatillas de andar por casa con cuidado de no hacer ruido y como puedo paso por encima de él para terminar tumbada entre su cuerpo y el hueco del sofá. Teniendo una cama a sólo unos metros... Me acomodo como puedo porque la postura en la que estoy es muy incómoda y el movimiento hace que él se revuelva y se despierte. Una expresión de confusión ocupa su cara durante unos segundos, antes de mover su brazo e instarme a levantar la cabeza para pasarlo debajo y que pueda apoyarme ahí. De esta forma terminamos aún más pegados, con mi cara contra el hueco de su cuello y su otro brazo que termina rodeando mi cintura. En vista de que él no piensa hablar, lo hago yo.
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Siempre tú
FanfictionSamantha y Flavio se vuelven a reencontrar después de más de medio año sin haber tenido contacto. Ella, dolida y orgullosa, ha construido una muralla a su alrededor que no va a ser tan fácil traspasar. Pero Flavio tiene un objetivo en la mente y no...