Brrr, brrr, brrr... me doy la vuelta en la cama y a tientas apago la alarma. No pienso levantarme aún, joder, qué dolor de cabeza. Anoche con la tontería llegué tardísimo a casa y creo que bebí por encima de mis posibilidades. Resoplando me aparto el pelo de la cara, me tumbo boca arriba y abro los ojos. Sí, definitivamente bebí demasiado.
Al pensar en anoche mis labios se curvan en una sonrisa automáticamente, la verdad es que me lo pasé genial aunque al final sólo aparecieran sólo los que habían confirmado en un primer momento, cosa que tampoco me sorprende. Mai, Bruno, Anajú, Gérard y Flavio.
La reunión pasó entre anécdotas de nuestro camino juntos y cervezas. En un principio, yo me sentí algo cohibida al estar con ellos de nuevo pero no se hizo mención a mi enajenación mental transitoria, cosa que agradecí con el alma, y enseguida me relajé.
Empieza a vibrar el teléfono y me estiro hasta alcanzarlo. Qué manía tiene la gente con llamar temprano. En cuanto fijo mi vista en la pantalla me doy cuenta que de temprano nada, son las 15:27 de la tarde, pero cuánto he dormido, por favor. Y para más inri, el que llama es Flavio.
En cuanto descuelgo, y sin darme tiempo siquiera a decir nada, tengo que despegarme el móvil de la oreja por el grito que se oye al otro lado y eso que no tengo puesto los sonotones.
- ¡Samanthaaaa! Buenos días, ¿cómo estás? – puedo notarle la sonrisa sólo con oírlo.
- Con una resaca horrible y no ayuda que tu me grites en la oreja ¿qué pasa? – qué desagradable, tengo la boca pastosa y un regusto horrible a cerveza, y mejor no hablar del estado en que tengo la voz.
- ¿Tienes algo que hacer esta noche?
Eh... ¿lo tengo? Me pongo alerta porque no se cuáles son sus intenciones ahora mismo. Ayer quedamos en que íbamos a ser amigos pero quizá proponer ya vernos o algo sea demasiado precipitado... Que no es por nada en especial pero quizá todavía se hace algo incómodo. O no sé, ayer no me lo pasé tan mal el rato que estuvimos a solas...
- ¿Samantha? ¿Te has vuelto a dormir?
- No, no. Creo que no tengo nada que hacer en especial pero no sé yo si es buena idea que volvemos a quedar, ya nos vimos ayer y vale que al final fuese ameno pero tampoco hay que forzar las cosas... - empiezo a oír una risa al otro lado de la línea y me mosqueo. - ¿De qué te ríes, gilipollas?
Ahora si que empieza a reírse pero con ganas.
- A ver, Samanthi...
- No me llames así – lo corto de manera brusca antes de que continúe con su frase porque no quiero que me vuelva a llamar así, a poder ser nunca. Me trae recuerdos que ahora mismo no son gratos.
- Vale, lo siento – responde avergonzado. – Bueno, que te llamaba porque quería invitarte a venir hoy a cenar a casa. Antes de que digas que no, van a venir los demás también, en plan fiesta de inauguración.
- AH – ¿acabo de hacer el ridículo? Evidentemente. – Claro, claro. ¿Hay que llevar algo?
- No, no hace falta. A las 8 aquí ¿vale? Te mando ubicación.
- Vale pues... hasta esta noche.
- Hasta esta noche.
Nada más colgar, tiro el móvil a un lado y llevo las manos hasta la cara. Qué vergüenza, por favor. Claro, a ver, desde que volvió no ha dado señas de que quiera tener nada más allá de una amistad conmigo, quizá me tengo que relajar. Es que va a pensar que soy idiota, por favor, que no le había dejado ni explicarse y ya estaba yo montándome mis películas en la cabeza. Ay, suspiro, voy a tener que llevar algo a la cena a modo de ofrenda o algo.
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Siempre tú
FanfictionSamantha y Flavio se vuelven a reencontrar después de más de medio año sin haber tenido contacto. Ella, dolida y orgullosa, ha construido una muralla a su alrededor que no va a ser tan fácil traspasar. Pero Flavio tiene un objetivo en la mente y no...