18. Se me olvidó que estaba un poco rota...

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El día se hace más corto de lo que pensábamos y el trabajo termina pronto. En el estudio Nacho, los músicos y los técnicos de sonido se empeñan en salir a aprovechar lo que queda de tarde por ahí. No voy a mentir y decir que mi plan ideal sea ese, estoy demasiado cansado después de días de dormir poco y no me vendría mal una tarde para mí, de descanso. Nunca se me ha dado bien adaptarme a sitios y espacios nuevos, lo que está logrando que mis noches en Barcelona estén caracterizadas por un insomnio que me taladra la cabeza. Quizá también tiene algo que ver el hecho de que la cama se me hace demasiado grande, que no encuentro a nadie esperándome al otro lado. Lo que echo de menos a Samantha...

Me resisto, pero termino aceptando salir con ellos, no me va a venir mal despejar un poco la cabeza. La elección del sitio corre a cargo de Nacho que se decanta por una cervecería de moda cercana al estudio, que nos encontramos llena. La gente se amontona en la barra esperando a ser atendidos, mientras que el resto de local está repleto de personas separadas en grupitos. Nos acomodamos en la terraza, que tampoco es que esté mejor de aforo, tras esperar un buen rato por una mesa libre. Cuando por fin lo conseguimos, Javy, uno de los chicos de sonido, se ofrece a ir en busca de las bebidas, tardando nada más y nada menos que la friolera de 30 minutos en volver con el pedido. Ni siquiera le he dado el primer sorbo a mi cerveza cuando siento, más que oigo, que alguien me llama. Miro a mi alrededor pero no logro distinguir a nadie especialmente interesado en mí, seguramente alguien me haya reconocido y haya mencionado mi nombre, sin más.

Me centro como puedo en la conversación que mantienen mis compañeros intentando oír por encima del bullicio de la gente. Bromean sobre las dos tomas de grabación que hemos tenido que repetir por 2 gallos inesperados en los momentos álgidos de las canciones y yo siento como se me enrojece poco a poco la cara, aunque me río con ellos. El ambiente es distendido y me relajo con ellos, disfruto el rato que estamos pasando hasta que siento como una mano se posa sobre mi hombro de repente. Me giro para averiguar quién es y mi sorpresa es máxima cuando descubro a Borja ante mi, un antiguo compañero y amigo del conservatorio al que hace muchísimo tiempo que no veía. Detrás de él atisbo a ver a otras personas con las que mantenía contacto cuando empecé en el mundo de la música y que, por desgracia, no se han mantenido en mi vida.

- ¡Borja! Hostia, tío – me pongo en pie para darle un abrazo, contento con este reencuentro.

- Pero Flavio, tú que haces mezclándote con los mortales – este comentario es el que me pone sobre aviso y trae a mi mente los motivos por los que me fui alejando de según qué personas. La sonrisa de mi cara muta a una mueca de incomodidad. - ¿Te acordarás de los demás o ahora somos demasiado poco para ti? – el resto del grupo le ríe las gracias y yo siento que la broma va con un dardo envenenado que lanza para que impacte directamente en mi pecho. Con el rabillo del ojo veo como a Nacho, Javy y los demás les cambia la expresión a una de incredulidad total. No es para menos.

- Pues claro que me acuerdo – intento ser políticamente correcto y acortar esta charla. Van pasando para saludarme, casi todos ellos con unas palmadas en el hombro tan impersonales como sus palabras.

A medida que el grupo avanza, alcanzo a ver detrás de todos los chicos una melena castaña que no me trae buenos recuerdos. Menos aun cuando soy capaz de verle la cara a la persona en cuestión. Puedo oír como mi corazón se detiene un segundo para retomar su actividad con fuerza, desbocándose en mi pecho. Un sudor frío recorre toda mi espina dorsal y el color abandona de golpe mi para.

- Hombre, Flavio – obtengo a modo de saludo. Que no se alegra de verme es un hecho plasmado en su cara a conciencia que tampoco se esfuerza en ocultar.

- Blanca, qué tal – respondo más por cortesía que por gusto.

- Genial, ¿tú? – me mira con un aire de desprecio y un poco de prepotencia que me da muy mal rollo.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora