Capítulo 4

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Las personas comienzan a retirarse poco a poco mientras yo solo miro las lapidas con los nombres de quienes eran mi familia, pero no lloro, en ningún momento llegué a derramar una sola lágrima.

Mis compañeros de clase se acercan y me dan sus condolencias, cada uno me da un abrazo y se retira, ahora solo quedamos Giovanni, Abdiel, Lucy, Myrna, Jasper, sus padres y yo. Ninguno hablaba, todos permanecíamos en total silencio mirando las lápidas hasta que llegó la lluvia, todos buscaron un refugio mientras yo solo volví a mirar al cielo.

- ¿Tú también tienes ganas de llorar? – dije.

- ¡Yelina! – grita Myrna y volteo a verla, está en el auto de su madre - ¡Vámonos, ya es tarde!

¿Irnos? Yo no quiero irme, no los quiero dejar solos.

- Ve con ellos mi vida – escucho a mamá decir y me volteo, abro los ojos de la impresión.

- Es-están - no puedo terminar de hablar, los tres están ahí con una gran sonrisa en su rostro.

- ¿Volviste a leer un libro donde el principal muere? – pregunta Henry – Nada más mira que cara tienes, no tienes remedio – no puedo hablar, apenas y logro respirar.

- Ve y disfruta de tu cumpleaños – dice mamá.

¿Cumpleaños? Lo había olvidado

- No te preocupes por nosotros, siempre estaremos contigo – dice papá y toca mi pecho – Aquí – dan media vuelta para irse y reacciono.

- Perdón por no haber llegado a tiempo – digo y los tres me vuelven a ver, las lágrimas salen de mis ojos.

- Te amamos, no lo olvides – dice mamá.

- Cuida bien de la granja, en especial de Luck – dice Henry y asiento – Hasta luego pequeña demonio.

Los tres se van desapareciendo lentamente a cada segundo y justo cuando desaparecen por completo me dirijo hacia el auto donde se encuentra Myrna, al llegar ella me extiende una manta y con un paño seca mi cabello.

- ¿Por qué has tardado tanto? – pregunta algo molesta – Más te vale que no te resfríes o tendrás que sanarte tu sola – deja de secarme y me mira a los ojos - ¿Qué hacías? Parecía que estabas hablando con alguien.

Estuve a punto de responderle con la verdad, que mi familia se había aparecido ante mí y se despidieron, de verdad que estuve a punto de decírselo, pero me tomaría como una loca porque ellos ya están muertos y no hay manera de que pueda verlos.

- Solo me despedía – respondí y ella me miró por un momento como si estuviera tratando de ver en mi interior para descubrir si es la verdad.

- Bien – dice algo resignada y mira por la ventana – Sé que ya es tarde y tal vez no estés de ánimo para eso, pero – busca algo en la bolsa de su abrigo – feliz cumpleaños Yelina – estira su mano y de ella cuelga un pequeño llavero en forma de libro, lo tomo y lo observo detenidamente, es rojo y sus páginas son doradas – Sé que no es mucho, pero es que el libro que te pedí aun no llega.

- Gracias – digo y sonrío.

Cuando llegamos a la casa de Myrna sentí que era vigilada, así que antes de entrar busqué a mi alrededor la razón de ello, pero no había nadie en la calle, aunque no era nada para sorprenderse después de todo con esta lluvia muy pocos querrían estar afuera.

- ¡Vamos, entra! – grita Myrna y lo hago cerrando la puerta tras de mí.

Me dirigí a la habitación de Myrna y saqué algo de ropa de mi maleta para cambiarme, fui al baño y me cambié, luego tomé la ropa mojada y me dirigí al cuarto pilas para echarla en la lavadora. Una vez hecho eso regresé a la habitación y me acosté en el colchón tomando con fuerza el dije que cuelga en mi cuello.

¿Quién soy yo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora