- ¿Y cómo os conocisteis? – preguntó Ellen.
- Por el trabajo. – sonrió Ashton. – Algo así, un día en el que estuve de suerte, la conocí, en su clínica. La verdad es que hace unos masajes estupendos.
Richard lo miró mal.
- En… en el buen sentido. –aclaró Ashton. Si me mira mal por eso, no quiero saber cómo me miraría si supiera la de cosas que hago con su hija en una simple cama.
- A eso se le llama coincidencia. – sonrió Edith.
- Yo no creo en las coincidencias. – dijo _______ retomando el color rosado de sus mejillas. – todo pasa por algo.
Ashton entrelazó los dedos de su mano con los de _________, la miró enamorado.
- ¡Bueno! – Adalia exclamó, agobiada por la escena. - ¿te ha dicho Ellen que ella también va a ser madre?
- ¿Cómo? - _______ sonrió y se levantó a abrazar a su hermana.
- ¡Te lo quería decir yo! – suspiró su hermana mayor. – Pero en fin… solo lo es desde hace dos semanas. George y yo estamos muy contentos.
- Me alegro mucho. – sonrió _______ y le besó la mejilla.
Naiara tiró del vestido de su madre.
- ¿Qué pasa mi vida? – la cogió en brazos.
- Mamá, tengo… - se inclinó a la oreja de su madre y le apartó el pelo con sus pequeñas manitas. – pipi. – le susurró.
- Bueno, vamos al baño cariño. – sonrió. – ahora venimos.
- ¿Os acompaño? – dijo Ashton con intención de levantarse.
- No, mejor quédate aquí con nosotros. – dijo Richard cogiéndolo del brazo. – tenemos cosas que hablar.
________ negó con la cabeza y se dirigió al baño con Naiara.
- Espérame. – dijo Naiara amenazante, mirando a su madre desde dentro del baño.
- Si, tranquila. – sonrió __________. - ¿No quieres que entre contigo?
- No. – dijo Naiara cerrando la puerta.
- Ni se te ocurra mover el pestillo ¿eh?
- No, mamá.
___________ se apoyó en la encimera del lavabo. Su mirada se volvió gacha y se frotó la sien con los dedos. Tenía estrés. Su familia le producía estrés. Rezaba por irse a la de ya. La puerta de caballeros se cerró. Ella vio el reflejo del hombre que había pasado detrás suyo. Con esa limpia sonrisa, como siempre solía tenerla. Con esa americana negra que lo hacía más atractivo. Con ese rubio de su pelo, digno de Rusia, su país natal. Con esos ojos, azul cobalto, de un profundo mar, que la habían cautivado, pero no habían conseguido enamorarla. Donovan. Alexander Donovan estaba en el mismo restaurante que ella.