Capítulo 1

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No sé qué hacer.

      Esto es peor de lo que yo pensaba, creedme.

      Ya veis, la cuestión es que mi trabajo es saber lo que hay que hacer; esa es mi función, mi razón de ser, ¡es mi labor! Soy Martha Seymore, alias «la Gurú de las Relaciones Sentimentales». Sí, sí, esa Martha Seymore, la Martha Seymore que aparece entre «Sexo de verdad» y «Tus estrellas» en la página sesenta y nueve de la revista Glamour. La misma con la que puedes charlar en el chat todos los jueves por la tarde en preguntaleamartha.com. Soy yo, la chica a la que pagan por escuchar a las engañadas y abandonadas, a las insatisfechas y las superdependientes.

      La gallina de los consejos de oro nunca se planta. Tengo respuesta para todas las preguntas y, creedme, doy algunas realmente buenas:

     

      Querida Martha: ¿fingir un orgasmo es mentir?

     

      Querida Martha: ¿debería perder peso por mi amante?

     

      Querida Martha: mi novio no quiere acostarse conmigo hasta nuestra noche de bodas ¿debo esperarle?

     

      Querida Martha: mi compañero quiere que nos montemos un trío con un animal, ¿qué hago?

     

      Y no es por no ser modesta, pero también tengo muy buena formación: mi licenciatura en Psicología y el máster en Indicadores Clínicos en las Relaciones Sentimentales son las joyas que coronan mi currículum. Y aquí me tienes, una novata en su primer día en la universidad de la vida: sin saber qué hacer y sin un plan.

      Supongo que hubiera sido más fácil si no hubiera estado desnuda; si Luke no hubiera decidido contármelo justo cuando estábamos en los jueguecitos previos; yo podría haberme largado con la cabeza bien alta, dejando la batería de preguntas inevitables felizmente sin formular.

      Pero no.

      Tenía que estar en la cama con él, disfrutando de uno de esos prontos que nos dan los sábados por la tarde. Ahí estaba yo, encima de las sábanas recibiendo los besos que él me daba deslizándose por el interior de mis piernas cuando, sin previo aviso, se detuvo.

      —No puedo.

      Confundida por aquella inconcebible desgana, le pregunté qué le pasaba.

      Se levantó, se miró en el espejo durante un fugaz instante y fue entonces cuando se le desfiguró la cara, como si le estuvieran sacando un trozo de cristal del pie.

      —Martha, tengo que contarte algo.

      Observé que el pene se le desinflaba.

      —Es por algo que pasó anoche...

      Anoche: la juerga mensual de Luke con la pandilla esa de cretinos de la revista Mundo Internet. Yo estuve en casa de Fiona.

      —¿Qué pasa con anoche? —pregunté, mientras tiraba de las sábanas para taparme.

      Me miró a los ojos un instante, corno pensando.

      —Me acosté con alguien. —La frase parecía haber terminado incluso antes de haber comenzado. Demasiado rápida para asumirla. Fue como si me hubieran dado una puñalada, fue un golpe total, confusión, después nada y, por fin, el dolor.

El factor exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora