[32]-Leve Distanciamiento

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Capítulo XXXII: Leve Distanciamiento

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- Mabel sigue triste – Dijo Dipper a Ford. – Desde aquel problema en la cabaña. Y Bill se ha marchado en vez de quedarse, ese estúpido triangulo parlante. Haciendo llorar a mí hermana. – Diciendo en tono molesto.

- Dipper debes entender que Bill no conoce de sentimientos humanos, y todo es nuevo para él. – Bebiendo de su refresco mientras se recargaba en el viejo sofá deteriorado que estaba en el porche. – Recuerda que él siempre fue un demonio con el que basa sus relaciones a base de tratos y crear caos en sus víctimas. Para el cambiar de la noche a la mañana fue algo imprevisto, incluso para mí. Siempre lo he conocido por ser anteriormente mi mejor amigo y aliado, hasta que me apuñalo la espalda como una forma de traición, y de crear una forma de venganza contra mí y mi hermano Stanley. – Tomando aire. – Lo que no previo es conocerlos, ni mucho menos relacionarse con ustedes. Creo que tampoco pudo predecir que terminaría relacionándose más con Mabel, al punto de tener una relación más seria y peligrosa.

- También fue una sorpresa para mí – Dijo Dipper. – Mabel siempre ha sido muy alegre y enamoradiza con el primer chico que conoce, su punto débil siempre había sido los chicos atractivos y con una personalidad que hasta me hacen revolver el estómago. – Recordando sus múltiples intentos de un romance de verano. – Pero cuando cumplimos 15 ella cambio su perspectiva de los chicos. Aun lo recuerdo bien... Prefería no salir con ninguno, me había dicho que no quería enamorarse nuevamente. Por eso iba a recogerla después de sus clases extras. Hasta que un día lo conoció a él...

( F )

Una tarde en la escuela secundaria en California, Piedmont. Se encontraba Dipper yendo al salón de música a buscar a Mabel para regresar a casa, cuando se sorprendió de escuchar a su hermana del otro lado de la puerta con un sujeto.

La castaña se encontraba parada a la mitad del salón de música, sus compañeros se habían marchado, la clase había finalizado dejando a solas a ella y un chico de cabello color miel. Ese muchacho le había pedido que la esperada antes de que saliera del salón. Se levantó del taburete donde estaba sentado hace un momento, recogiendo sus partituras y guardándolas en una carpeta de color guinda. Camino hacia la chica para quedar frente a ella con una expresión seria mientras le dirigía una mirada con esos ojos de color gris claro.

- Pines, es la primera vez que hablamos. – Hablando con voz risueña sin perder el toque de voz profunda. – Tenia tantas ganas de hablar contigo, pero siempre salías muy rápido de clases, incluso la semana pasada dejaste esto. – Extendiéndole con una mano una libreta rosa con mucho brillo en la portada y con el interior de la caligrafía en violeta de la castaña. – Olvidaste tu cuaderno del coro. – Alzando una ceja de interés. – Tuviste muchos problemas para acordarte de la letra cuando la señorita Loreine te pidió cantar el tercer acorde. Por un momento pensé que era para llamar mi atención y aplicarme una especie de venganza.

- No lo fue Camus... - Tomando el cuaderno entre sus manos. – Yo lo estaba buscando por todas partes.

- Eso lo sé también. – Tomando una silla para sentarse. – Lamento preocuparte, pero no pude evitar esconderlo y ver tu cara de preocupación cada día. Estaba pensando en que momento le dirá a la maestra que se le perdió su cuaderno. – Recargando su brazo en su muslo para posar su barbilla en la palma de la mano. – Pero no lo hiciste.

- Pensé que tal vez lo encontraría. – Mostrando una simple sonrisa. – Pero gracias por devolvérmelo. Bueno... yo debo irme. – Estaba a punto de moverse cuando lo escucho emitir un sonido de desaprobación.

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