❦El chico de la cicatriz❦

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-odio mi vida - Suspiró, Calixta, mirando por la ventana con unos ojos vacíos, casi sin vida.

-vete a trabajar si es que mañana quieres decir lo mismo. - espetó, Ema, con un tuno burlesco.

-Ja, que graciosa.

- De hecho, si sería divertido si... Maya no... - sin poder terminar la frase, Havana baja la mirada a los zapatos que aún está abrochando.

- Lo haces ver tan deprimente... Ya pasaron como 3 meses de eso...

- ¡pero aún así...!

- Maya hubiera querido que continuaremos adelante - Interrumpió - Sun hee me dijo hace una semanas que... Vemos la muerte de Maya como su liberación de Norcorea, hay que verlo como que la liberaron de este horrible lugar. Ella ya es libre, no tenemos forma de comunicarnos, pero es feliz por no tener que estar aquí. No deberíamos ver el hablar de ella como alguna clase de tabú.

- Bueno, tal vez... Sun hee oppa tenga razón en eso... Y tal vez ...

- Tal vez ustedes sean las próximas en ser ejecutadas si no se van ya, ya, ya - eleva la voz Ema con una sonrisa, mientras le lanza la pesada almohada a Calixta en la cabeza.

- ¡Hay, Dios, si cierto! - Calixta se levanta con rapidez, y antes de que Havana sé pare del suelo, está habré la puerta y sale corriéndo - ¡Nos vemos Ema!

- Hay... - Havana tropieza un poco al momento de salir, pero logra mantenerse en pie y continuar detrás de Calixta - !Bye Ema, cuídate!, ¡Espérame Calixta!

Las dos corren como si su vida dependiera de ello, por qué así es, mientras Ema las mira en la entrada de la habitación con una sonrisa, esperando que no les pase nada mientras se encuentran a kilómetros de distancia.

- Bueno, hoy toca cortar el césped del jardín... - Suspira, mirando el cielo que parecía que dentro de poco se cubriría de nubes - Espero no llueva mientras estoy fuera...

- ¡¡Bye!! ¡¡SUERTE CALIXTA!! - Le grita Havana con el poco aire que le queda al momento de llegar a su edificio mientras ve a Calixta seguir corriendo sin detenerse.

A Calixta no le sobra el aire para enviarle un adiós, así que sólo levanta la mano en signo de despedida sin detener el paso veloz.
A medio bosque, se detiene a tomar aire, se inclina tomando sus rodillas con las manos mientras trata de calmar su respiración.

El cielo se a nublado casi por completo, y ahora el ambiente tiene un tono gris, fresco y amenazando con llover en cualquier momento.
El aire fresco que viaja de su lado izquierdo al derecho, la refresca y alivia un poco más a cuando hace un calor infernal con pleno sol sobre su espalda.

Con el corazón a punto de estallar y poca saliva en su boca, decidió seguir, pero esta vez a paso un poco más lento.
Los pies casi le arrastraban, y su peso parecía subir, así que no le pareció que pudiera avansar con más rapidez que una tortuga hasta llegar a su edificio.
De pronto se sobresalto al ver una figura de un humano a unos 40 metros a su derecha.
Lo miró entre las ramas y árboles, solo una sombra que no se movía, pero al entrecerrar los ojos, pudo distinguir a un joven sentado en lo que quedaba de un árbol cortado, un tronco grueso de unos dos metros de altura.

Esclava en CoreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora