❣ Recuerdos❣

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Cuando Ema llegó a corea, se encontraba asustada, pero su reacción no fue gritar y tratar de huir despavoridamente de la boca del león. Su cuerpo solo se congeló, junto con su cerebro, sin ser capaz de digerir todo lo que pasaba a su alrededor, estando en su propia burbuja amarrada a las cuerdas del terror, cosa que a primera vista le daba un aire de indiferencia y frialdad.

También estaba molesta; ella no tenía que estar ahí, ella era 100% del país estadounidense, ella tenía derechos, una familia legal, un hogar, una escuela y buenas notas, ella no tenía que estar ahí, y mucho menos tenían que haberla llevado junto a su hermana mayor.
Su hermana tuvo justo el efecto contrarió, gritó, pataleo, lloró, y corrió asía ella sin poder llegar a sus brazos antes que la bala que perforó su cráneo y pierna.

"Ella murió porque no obedeció", esas palabras atravesaron su cabeza con la misma fuerza que la pólvora a su hermana.
Ni siquiera tuvo que aprender coreano para darse cuenta que ahí la obediencia lo es todo, sin eso, no eres nada, no sirves, y es mejor para todos matarte y ahorrar el alimento, alojamiento, agua, y ropa.

Aquí, en este lugar, a nadie le importa tu opinión, debes hacer algo sino te mueres, en casos menos extremos irás a prisión o recibirás castigos como latigazos, golpes, bofetadas, humillaciones y demás.
Es vivir un terror contaste si no haces las cosas bien, pero ya que su trabajo asignado no era la gran cosa podía pasar desapercibida más fácil que las demás.

Pero todo empero desde los primeros días con la muerte de Maya, eso… eso lo derrumbó todo.
Calixta parecía morir a su lado, obviamente no era un buen apoyo moral en ese momento, en lugar de verla y decir "tengo que dar lo mejor de mi" te daban ganas de tirarte un balazo tu misma. Habana era la única con la que se podía contar. No era tan madura como Maya, pero siempre cargaba con esa sonrisa amable que te lograba tranquilizar.

Con habana era más fácil hablar, no era tan fácil de hacer enojar como Calixta, y siempre estaba dispuesta a escucharte.
Aunque, normalmente, como Calixta enfermaba y se deprimía con regularidad, Habana se quedaba a su lado. Era molesto, era solitario, era el número impar.

Cómo todo comenzó mal, y luego se extendieron los tumores de un posible sur coreano infiltrado, ahora ellas eran un punto de desconfianza para el gobierno. De todos los esclavos que habían traído, ellas eran las más cercanas a los departamentos más importantes que controlan la mayor parte de información que va directamente para el gobierno.
Podían ser peligrosas, y ocupaban a alguien que las vigilara, pero ¿Quien?, Nadie sería tan tonto como para darles a un coreano a quien ven como enemigo para sacarles información y vigilarlas.

El coronel decidío tomar a Ema, parecía la chica más frágil y pequeña del grupo, además, a pesar de su apariencia y personalidad un poco tosca, sus ojos estaban impregnados de terror, un agujero oscuro dónde suplicaba que no la lastimaran, que no la mataran.
Oh-kan se valió de eso, sonrió, y logró que Sun-hee le enseñara coreano para comunicarme perfectamente.

Cómo era de esperarse, Sun-hee no sabía nada al respeto, y era un excelente profesor cuando se ponía serio. Ema pasaba mucho tiempo con oh-kan, dándole listas de todo lo que hacían, con quiénes hablaban o cosas extrañas que viera en ellas.
Cualquier información podía ser útil o utilizada en su contra.

Se sentía como una traidora a veces, pero todo era para poder sobrevivir, ¿Que tenía de malo? Solo buscaba vivir, es lo que todos los seres vivos quieren, ¿Acaso era un pecado querer seguir viviendo?
Tristemente esto no acabó ahí.
Una vez que fue abusada sexualmente, eso no se detuvo, una tras otra vez.
Era para sobrevivir así que estaba bien.

No podía decir nada, pero a veces trataba de decirles de una u otra forma que no se juntaran con nadie que no fueran compañeras esclavas, ya que eso les daría problemas. Que encerraran a Habana no era de extrañar, pero lo que nunca esperó fue que también la fueran a ejecutar como a Maya.
Eso realmente dolió, le atravesó la cabeza como una bala envenenada y la hizo sentir como una traidora asquerosa que no merecía seguir viva.

La única que quedaba a su lado era Calixta, y era la más difícil, la que más se metía en problemas, la que iba caminando por el camino largo directo al matadero sin mirar atrás. Pero al menos ella tenía que vivir, para no sentirse tan culpable, para no perder a alguien de su mismo país, para no sentirse peor, para no perder por completo la locura y caer a un abismo sin fondo de dónde sabía que no se recuperaría jamás.

En su cabeza gritaba perdón, pero la muerte era mucho más aterradora que su deseo por ayudar a su compañera. Al final, todo se tornó oscuro, complicado, crítico y sin retorno.
Estaba literalmente entre la espada y la pared.

Esclava en CoreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora