❦Mi pequeño empujón❦

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Calizta, te habla el señor Shun Dae-hyun — informó la señora encargada de la limpieza. Es una mujer norcoreana de unos 32 años, y es encargada de otras 9 jóvenes aparte de Calixta para hacer la limpieza del lugar. Normalmente nunca le dirige palabra, ni la ayudan, ni le dicen que hacer por qué saben que no les va a entender. Pero luego de que se extendiera un poco más la noticia de que Calixta estaba aprendiendo coreano por Shin Dae-hyun, ahora las personas le hablan más, para pequeñas cosas, como ser llamada por Shin.

Ah, si, de inmediato voy. — respondió, dejando de inmediato la escoba que tenía en la mano para dirigirse a la oficina de Shin. «Bueno, Sun-hee tenía razón en eso, ser la recadera de Shin tiene sus ventajas, puedo dejar de barrer o hacer mis tareas con la escusa de ser llamada por el, y descansar en el bosque un buen rato... Por el otro lado...». Toca la puerta, y nadie responde, lo que la hace entrar de forma muy cautelosa. La mirada asesina de Shin traspasa hasta el fondo de sus nervios cuando levanta la vista ante el más mínimo ruido que provoca su presencia «...tengo que pasar por una ola de nervios cada que vengo aquí»— m-me hablaba?.

Shin saca un paquete pesado de debajo de su escritorio y se lo lanza a Calixta; está lo agarra con dificultad, y a un pelo de caersele al piso. Shin vuelve a mirar su escritorio y dice:

— Kim Choi. — antes de ponerse a escribir en su teclado.

Calixta hace una reverencia y sale de la oficina a flor de nervios. Al momento de cerrar la puerta Sun-hee pasa de largo frente a ella, y está lo detiene de inmediato tomándolo del brazo.

— oye.

— mm.. ¿Pasa algo?

—¿Quién es Kim Choi?

—¿Kim Choi? Mmm... conozco a dos con ese mismo nombre, pero no creo que te refieras a el el que trabaja en las minas, así que seguro es este...— Sun-hee mete la mano en su bolsillo y saca su teléfono celular para mostrarle una foto— es el. Tu solo pregunta en el la base de havana.

— valla...

— ¿Que? ¿Por qué lo miras tanto? ¿Te gusta? Valla gustos tienes...

— ¡No! Es solo que hace mucho que no veo un celular... Ahora que lo veo extraño el mio...

— lo siento. Te conseguiría uno, pero me temo que es imposible en este momento. Y no creo que te guste tener uno.

— ¿Por qué no?

— Bueno... No tendrías conexión a internet, y tampoco privacidad. Todo lo que haces ahí queda archivado en un lugar por así decirlo para que sea fácil de investigar todo lo que has hecho con el. Obviamente no tendrás la música a la estás acostumbrada y es muy probable que te rastreen si intentas llamar a alguien.

—valla, la privacidad aqui no existe ¿Eh? — suspiró, decepcionada.

— En este edificio el único con acceso a internet es Shun Dae-hyun, por tener el segundo puesto más importante.

Esclava en CoreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora