❣No todo lugar es tu hogar❣

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[Esa noche en los dormitorios ]

Fuera del mal temperamento de la mayoría de los norcoreanos, y los castigos extremos en los que eran sometidos desde los sirvientes hasta los mismos militares, tenían el suficiente sentido humano como para entregar a esas cuatro chicas una habitación para dormir.

La habitación es pequeña, con solo dos literas, y un armario donde guardar dos pares de uniformes de cada una de las cuatro chicas. Una ventana con rejas, y una puerta cerrada con candado desde afuera.
Un abanico colgaba del techo, y una pequeña mesa a lado de la ventana hecho de madera sostenía unas cuantas hojas blancas y una lapicera.

Luego de cenar, un soldado se llevó los platos, y cerró la puerta con candado antes de gritar algo en su idioma, algo que las chicas prefirieron traducirlo como "buenas noches" en lugar de imaginar otro significado.

Calixta, por ser la más delgada luego de Ema, se quedó con la cama de arriba, por en sima de Havana, mientras en la otra litera la compartían Maya y Ema.
Calixta tenía un claro problema de sentimientos encontrados, no sabía que pensar de Sun hee, quién le dió consejos, luego la descubre y al final terminó ayudándola, y aunque siempre se veía alegre, luego se enfureció tanto que hasta el final de el día no volvió a mirarla a los ojos.


Además, mientras Sun hee no este, no entenderá nada de lo que hablen las personas ahí. Maya está preocupada por sus compañeras, dado que Havana es algo impulsiva, teme que algo le pase. Teme por Havana, ya que parece ser la más cercana a Calixta, puede llegar a ser jalada a problemas por ella, y teme por qué Ema no soporte el lugar, ya que parece que siempre está temerosa, y a punto de que le dé un paro cardíaco.
Ema temía por su propia vida, y que a la siguiente que castiguen sea a ella.

La primera noche no parecía ir muy bien, y nadie estaba de humor para comenzar una conversación, solo pasaron la noche en silencio, metidas cada quien en su pensamiento.

A la mañana siguiente, una fuerte alarme resonó a a la distancia, abarcando varios kilómetros de distancia.
A pesar de la alarma tan escandalosa que se escuchó a las plenas cinco de la mañana, no era otra cosa más que una simple alarma para despertar.

Sin embargo, las chicas poco acostumbradas, saltaron de sus camas, y miraron por la ventana aterrorizadas y preguntándose si habría pasado algo ahí afuera.
En cuanto la alarma dejó de sonar, un soldado de estatura promedio, entró a la habitación con tres platos de comida, los cuales se los entregó a Havana, Ema y Maya, luego de hacer que las cuatro se sentarán en el suelo, pero cuando llegó en frente de Calixta, la miró por unos segundos y se marchó sin decir ni una sola palabra.

—¿Por qué no te han dado? — le preguntó Maya.

Calixta la miró solo un momento, luego bajó la mirada sin saber que decir.
De pronto, un plato fue puesto sobre sus piernas, y cuando Calixta levantó la mirada vio a Havana entregándole todo lo que le habían dado.

— ¿Que haces? —preguntó, entregando el plato — debes tener hambre, cómetelo tu.

— ¿Pero que dices? Oh kan indudablemente es el que ordenó hacer esto, o quizá el chico con el que chocaste ayer. Tienen algo contra ti y seguro desde hoy lo harán más pesado para ti, ¡Necesitas comer! — insistió, Havana con una mirada definitiva.

Calixta agradeció en sus adentro, pero seguía sin aceptar el plato, hasta que Maya le entregó también el suyo.

— Entonces come el mio.

—¿Pero que dices?...

—¡Comete el mío también! —reiteró, Havana.

—¡No puedo comer tanto! — gritó.

Esclava en CoreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora