El fin del fin de semana

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Imagen: Amanecer en el gran Santiago, una ciudad que esconde mucho entre sus montañas y niebla gris.

PD: Algunos textos están en ingles, por lo que dejaré comentarios con las traducciones :D


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Llegamos un cuarto para las cinco a la UTI. Algo estaba muy mal, se sabía por las alarmas de las máquinas y la urgencia de los internos que entraban al área restringida. Detrás de esas enormes puertas (las que se movían por inercia, cuando alguna persona entraba) estaba Don Raúl.

Probablemente nos ayudó y comenzó esa huida fantástica, sólo porque somos países, porque YO soy su país. Si hubiésemos sido dos tipos normales, estoy seguro que nos echaba cagando del auto.

No sé si ese alboroto era por él, o quizás otra desafortunada alma que estaba en riesgo. Una señora con dos jóvenes parecían tratar de preguntar qué pasaba, sin tener mucho éxito.

Impregnado de aquella angustia en el aire, arrastré más rápido el porta sueros. Casi corriendo, por la ansiedad de saber que pasaba. No me importaban mis heridas ni la debilidad de mis piernas, soy inmortal voy a estar bien. Siempre la misma sensación, en cada desastre natural, en cada batalla, en cada accidente. ¡Que no daría por darles un poco de mi vida! No un poco, se las daría toda.

— ¡Manuel, no corras! — exclamó Alfred, Agarrándome de la cintura.

— ¡NO ME TOQUES, CONCHETUMARE!— Bramé con furia — ¡Esta weá es tu culpa, maldito yankee! ¡Vo' nunca pensai' en las consecuencias! ¡Claro, como no es un gringo te importa un pico su vida! ¡Ándate culiao! ¡¡Ándate y no me molestes más!! ¡Tírame una bomba de hidrógeno si queri...prefiero esa weá antes de volverte a ver!

Sus brazos, los mismos que me sostuvieron para que no me cayera. Me empujaron fuertemente, lanzándome al suelo y sin mentirte, a unos dos metros de distancia.

— Sir!...please, calm down — Smith se puso entre nosotros, dándome la espalda y poniendo la mano en su pecho. No sé de donde apareció el rucio, pero ahí estaba.

Alfred arrugó el rostro, con dos expresiones a la vez: Angustia e indignación. Yo, tirado en el suelo, también sentí dos cosas a la vez: Sorpresa y rabia.

—¡¿Qué te has imagina...

— Tienes toda la razón... — me interrumpió— ¡Nunca pienso en las consecuencia! ¡¡Pero tú no eres mejor que yo!! ¡No haces nada para arreglar tus problemas porque estás demasiado ocupado culpando a otros!

—¡¿Que wea te paaaaaaAAAAAAAAGGGH!!!— me interrumpieron mis heridas.

Iba a levantarme a forrarle el medio combo; Pero el tirón en mi costado y el ardor de mis cortes me arrojaron de rodillas.

— ¡¡Paren su show, ustedes dos, par de maracos culiaos...!! — Nos gritó una voz rasposa y juvenil. Uno de los chicos que acompañaban a la señora, el más pequeño, se nos acercó chasqueando lo dedos — ¡¡ Esto no se trata de ustedes !! ¡¡ Si mi papá se muere va a ser culpa de ambos!! ¡Me vale pico que sean países! ¿Qué es esa weá? ¿Ustedes hacen algo por nosotros? ¡¡Son terrible inconscientes el par de giles!!...

El otro, el mayor, lo abrazó por atrás alejándole de nosotros. Pues, el adolescente, iba con todas las ganas de pegarnos a los dos.

—¡Benja! ¡Cálmate, ya déjalos tranquilos! — trataba de calmarlo, luchando contra los saltos furiosos y las patadas.

Te confieso que... [USAXChile +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora