Una Parte Menos De Mí

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Como cualquiera en su situación, él se preguntaba que hacía allí, en ese entorno tan oscuro, sin nada que poder ver, ni tocar, solo, dejando que su cuerpo sea arrastrado sin más, tampoco haría más aunque pudiese, pero Kodaka se sentía libre debajo de las aguas, ya no tenía que preocuparse por el mundo, podría descansar en paz sin tener que amargar su vida. Una silueta se mostró ante él, los rayos del sol en su espalda, hacían que sólo sea una sombra en medio del océano, sus cabellos largos eran lo único que le llamaban la atención, Kodaka sólo observaba a la joven que se acercaba a él antes de morir, le pareció una silueta muy agradable, y ese pelo oscuro que se dejaba ver era idéntico al de... De pronto sintió algo en el pecho, la chica que se dirigía a él, le recordaba a Scarlatta, pero, no tenía ningún tipo de ganas de verla a ella, aún así era agradable, y recordó la última vez que le dio un abrazo, un momento que no se iba a repetir. Entonces Kodaka pensó, y creyó que lo mejor no sería morir ahí, recapacitó, y supo que deseaba volver a encontrarse con Scarlatta, no importaba la situación, ni en que bando, él la vería de nuevo.

Tras un duro choque dentro de su cuerpo, Kodaka despertó, ya no estaba en el fondo del océano, ahora estaba de vuelta en la habitación, tirado en el suelo, sobre los brazos de Lira.

- ¿qué fue lo que pasó?

- Fiurs te golpeó, tuve suerte de poder despertarte, o sino habrías muerto ahogado dentro de tu sueño.

La chica lo dijo con tanta seguridad que pudo sentir como la adrenalina le llegaba, más que adrenalina, ese sentimiento que te llega al corazón y recorre todo tu ser cuando estás al borde de la muerte.
Al levantarse se dio cuenta de la situación, estaban a punto de ser impactados por una ola gigantesca. El Superior no se veía por ningún lado, entonces vio la oportunidad, y si la dejaba pasar, nunca volvería.

Sin tiempo de explicaciones, Kodaka tomó la mano de la chica, a la cual no le importo ni un poco (como todas las cosas), y la llevo hacia la puerta, para encontrarse con las escaleras, "el tesoro debería estar en el último piso", pensó, como deseaba haber prestado atención cuando Linz daba las indicaciones, si no se hubiera perdido en imaginación cuando le estaban explicando, no estaría dudando en estos momentos.

En ese preciso instante, sus compañeros luchaban para encontrarse dentro del laberinto, el mismo que curiosamente no tenía salida. La desesperación era una descripción demasiado vaga para interpretar todas las emociones que sentían prisioneros allí. Sin embargo Linz era un hombre que tenía todo bastante claro en la vida, así que no moriría en ese lugar, y sacaría a todos lo antes posible. Nunca se habían esforzado tanto, todos gritaban desde un punto a otro para orientarse, combatiendo con el agua que simulaba un riachuelo, era muy difícil caminar, y no tenían ni idea de qué harían cuando el agua les llegue al cuello, y nadar sea la única opción. Cada uno con diferentes dolencias que les hacían ser ellos mismos, aunque no lo creían así, se pensaban débiles y eso los hacía luchar sin ánimos para escapar, paradojicamente eso era lo que los hacía más fuertes.

Con el corazón a mil punzante en su pecho, llegaba a la última sala, y pedía al cielo que por favor el tesoro esté dentro. Bruscamente torció la manilla y empujó, dejándose sorprender por lo desconocido. Sus lágrimas brotaron al verlo tan reluciente, era el diamante del que Linz hablaba, el que le ayudaría a Kuro para tener un brazo nuevo. Sin perder los pocos segundos con los que contaba, tomó con sus dos manos el valioso mineral, generando algo que no se esperaba. Sus brazos enteros fueron cambiando, convirtiéndose de carne humana a dos firmes masas de diamante. Por su mente pasó "¿qué?, esto debía ser para Kuro, no para mí", suerte que tenía a Lira a su lado, que ya le había generado la confianza necesaria como para seguirla, ella le pidió que le siga, y él así lo hizo.
Ambos saltaron hacia el laberinto, cayendo exactamente en el mismo pasillo que Linz.

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