Fiesta.

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Narradora omnisciente:

¿En qué jodido momento todo se había descontrolado?.

Ya no eran solo adolescentes ebrios y toqueteandose, eran mucho más que eso. Veía como algunos fumaban algo -Que no sabían que era a decir verdad- y eso solo los enloquecía más.

El pelinegro no estaba contento con la manera en la que estaban yendo las cosas, sabía que esto era normal, pero había un problema.

La fiesta era en casa de Millie. Si algo pasaba, la culpa recaería en ella. Él no quería eso.

─¿Te molesta si te digo que trates de calmarte?. ─Preguntó la castaña aturdida por su comportamiento. Nada podía salir tan mal, no era la primera vez que era anfitriona.

─¿Te molestaría si te dijera que los eches a todos? ¡Son las seis de la mañana! ¡Suficiente fiesta han tenido!. ─Contraatacó.

Si había algo que la sacaba de quicio era Finn sobreprotector.

─Eres un aburrido. ─Bufó la más bajita.

─Soy cuidadoso, que es distinto.

─Lo dices como si fuéramos a morir.
─Rueda los ojos antes de darle otro trago a su bebida.

─Hablo en serio, Millie. Éstas personas deben volver a casa en cualquier momento.

─A las ocho los sacamos a todos, lo prometo. ─Prometió desinteresada.

El le dió una última mirada y observó a otra parte, buscando que hacer para distraerse un poco.

Estaba molesto porque por más de que quería terminar con esto no podía, entonces deseó con todas sus fuerzas haber hecho la estúpida fiesta en su casa.

Le parecía bastante raro que el guardia de en frente no haya venido a revisar el estado actual del hogar de los Brown, ese señor solía espiarlos siempre para que no se metan en problemas.

¿Dónde estaba justo ahora?.

La música retumbaba y estaba comenzando a hartarle que sea tan vulgar y descontrolada, por un momento recordó su playlist, lleno de canciones de verdad, canciones que podían apreciarse.

─Vamos a comer algo, muero de hambre. ─Propuso la castaña observando a su amigo que se encontraba bastante inquieto.

Él no dudó dos segundos y respondió.

─Está bien, vamos. ─Contestó y la ojimiel lo tomó de la mano para no perderlo entre toda la gente que se encontraba en aquel lugar.

Si bien la casa de los Brown era bastante amplia y excesivamente lujosa, se encontraba repleta de personas, después de todo, los adolescentes buscaban fiestas todos los sábados, en todas partes. Y eso era algo que todos sabían, no existía una sola persona que prefiera quedarse con un libro en casa, sí tenían una droga, definitivamente esa era la del descontrol y alcohol.

Ambos se abrieron paso entre la multitud y después de unos minutos lograron llegar a la cocina, donde no se encontraba ninguna persona. Más que nada porque la mayoría estaba en la piscina o la sala de estar, algunos quizás en el patio.

En la gran mesa de mármol se encontraban varias cajas de pizza y los dos comenzaron a buscar las que aún tenían alimento dentro, una vez que lo hicieron, se dedicaron a comer en silencio.

Finn observó con extrañeza la manera en la que ella comía. Rápidamente la de ojos avellana devoraba su trozo de pizza y era algo que él no estaba acostumbrado a ver, no pudo evitar reír al verla en ese estado.

─Diablos, Mills, sí que tienes hambre.─ Se burló.

─No he comido.

─¿Hace cuántos años?─ Bromeó una vez más.

─Desde que tu mamá te quiso abortar. Terminó ella y explotó en risas ante la reacción confundida de él

●●●

¿En qué jodido momento se había embriagado?.

No sentía nada, literalmente. Trataba de que su tacto con la madera de la silla tenga algún efecto, pero no era así. Todo su ser estaba adormecido.

Se había dejado emborrachar por su mejor amiga.

Y volvería a hacerlo sólo para verla reír como una tonta otra vez.

Se encontraban en el patio, bastante alejados del área de la piscina, justo donde estaban todos. No sabían que hora era, ni que estaba padando, eran sólo Finn y Millie, emborrachados de muerte y con muchísimo calor debido a la temperatura de la madrugada.

─¿Millie?. ─La llamó él, sin saber que hacía exactamente, ella le devolvió la mirada, haciéndole notar que tenía su atención. ─¿Recuerdas cuándo te rompiste una pierna después de caer por las escaleras?.  ─Comenzó.

Por Dios, ¿Qué demonios estás haciendo? Gritaba su parte cuerda dentro de él.

Millie frunció las cejas un poco, pero luego asintió confundida y habló ─Ese día dimos nuestro primer beso, que tontos. ─Rió. Recordaba perfectamente como fue besar los labios de su pelinegro favorito sólo para que su primer beso no sea con un idiota.

─Yo recuerdo que tú me besaste.

Ella rápidamente lo miró con los ojos abiertos. Sí, era cierto, fue ella quien lo besó primero. Pero fue solo para regalar a alguien que quería su primer algo.

─Tú no te quejaste. ─Contraatacó. De pronto la conversación ya no era tan amistosa, de pronto había tensión en todas partes.

─No puedo creer que nosotros hayamos hecho algo como eso, fue de película. ─Rió el pelinegro. De pronto la distancia ya no era tanta, ¿En qué momento se habían movido de su lugar a tal punto como para quedar tan juntos?.

Sin embargo, mientras el recordaba y reía, ella sólo asimilaba la palabra que su amigo acababa de usar. Nosotros, sonaba íntimo y demasiado sentimental. ¿Qué había querido decir con ello? ¿Acaso buscaba que ella termine rascándose la cabeza para entender?.

─No hay un nosotros. ─Espetó por impulso mientras lo miraba fijamente. ¡Por Dios! ¿Qué rayos había hecho?.

Finn alzó una ceja y una sonrisa pícara se formó en su rostro, una expresión que no tendría por esa respuesta si es que estuviera contando con sus cinco sentidos.

─¿En serio?. ─Preguntó, y de un momento a otro, había cortado la distancia. La sostenía por la cintura y aquello mandaba miles de corrientes eléctricas por el cuerpo de la más bajita. Se sentía bien, se sentía increíble, pero si se sentía tan estupendo, ¿Por qué se veía tan incorrecto?. Él dió un suave apretón en su cintura y la devolvió a la realidad, mirando sus dos ojos castaños, que probablemente eran lo mejor que había visto alguna vez. Millie se dignó a asentir levemente sin despegar la mirada de sus ojos, sin embargo, segundos después dio un corto vistazo a sus labios llenos y rojos, humedecidos con alcohol. ─No, Millie. Te equivocas. Siempre hubo un nosotros. Siempre habrá un nosotros.

Y sin más, perdiendo todo rastro de cordura, perdiendo el miedo y timidez por ser rechazado, la besó. La besó porque probablemente sea la única oportunidad de hacerlo. Porque realmente la quería tanto que no podía mirarla una vez más y no haber probado sus labios.

Y ese día, en la oscuridad de la noche, sus labios se perdieron entre sí, y sus almas que siempre habían estado atadas a un hilo rojo, reformaron su amarre.


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⏰ Última actualización: Jul 03, 2020 ⏰

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