El Amante del Cultivador [En Emisión]

25 - Infamia (Primera Parte)

El fuego demoró en extinguirse completamente luego de dos días. Algunas de las residencias de los discípulos habían sido afectadas, otras pudieron salvarse. Las habitaciones importantes como el Lanshi, Hanshi, el Yashi y el Pabellón de la Biblioteca fueron consumidos casi en su totalidad, sin nada que pudiese ser salvado. Salas como la Cámara de los Antiguos y el Mingshi, debido a los conjuros de protección que había en sus paredes, no fueron tan afectados. El techo de la Sala Principal se había venido abajo, quedando de pie únicamente sus muros de piedra, manchados por el hollín negruzco. Aunque apartado, el Jingshi había sido afectado, únicamente en el exterior. Las flores de genciana habían sido incendiadas por completo, y el aroma fresco fue reemplazado por el olor a la madera quemada.

Qingheng-Jun estaba en la habitación de Lan QiRen, debido a que el Hanshi había sufrido por completo la pérdida tanto de sus techos como paredes. El Líder de Secta estaba acostado, con las manos sobre su pecho, durmiendo. O eso quería pensar Lan WangJi mientras lo observaba, de pie, a unos pasos de la cama. Su padre estaba rodeado de infusiones humeantes curativas. Uno de los adultos más conocedores en medicina de la secta, presionaba sus dedos índice y mayor controlando su pulso, y su energía. Una vez que terminaba, ninguna expresión había en su rostro mientras seguía moliendo en un pequeño mortero las medicinas. A los pies de la cama, un cubo abarrotado de trapos blancos cubiertos en sangre, nadaban sobre el agua oscurecida.

- Joven Segundo Amo Lan, debería descansar en lugar de estar de pie. Si bien su lesión no es grave, no deja de precisar descanso.

- Mn.

"¿Cómo podría descansar? ¡Ni siquiera fui capaz de cuidarme a mí mismo!" Lan WangJi observaba a su padre, esperando verlo despertar, esperando que le dijera algo más que 'No te fuerces' "¿Cómo podría decirse que me había esforzado?" De pie, apoyado únicamente sobre la pierna izquierda, se sostenía erguido, como si nada le hubiese afectado. El anciano levantó los ojos claros como el cielo, y dejó el pequeño mortero a un costado.

- Antes de ser empujado a esta situación, nuestro Líder de secta dictó dos órdenes: la primera, fue que usted, Joven Segundo Amo Lan, dejara de esforzarse por el momento; la segunda, es visitar La Ciudad Sin Noche...

El alma de Lan WangJi fue agitada cuando lo recordó, sintiéndose ligeramente impaciente. Si bien el Receso de la Nube estaba destruido casi en su totalidad en estos momentos, no debería guardar rencor en su corazón y responder con ira. Ser cegado por el deseo de la venganza no era digno de un discípulo de Gusu. Cuando esté ante aquellas puertas, lo hará para ejercer justicia, y no iría solo: "Tienen a decenas de Secta de su lado, ¿Cómo podríamos siquiera acercarnos a sus puertas?" El anciano se levantó de la cama y caminó hasta estar de pie ante Lan WangJi, que lo observaba de manera impasible. Apoyó la mano en el hombro derecho y presionó hacia abajo, obligándolo a que pisara con su pierna lastimada.

- ...Ese es el dolor que no debes sentir en cuanto estés en aquel sitio.

El joven lo soportó un dolor desgarrador, dejando ver apenas un gesto de dolor. Las punzadas acrecentaban de manera ramificada, tomando la pierna por completo. Una vez el anciano retiró la mano, volvió junto al líder de Secta y siguió con su labor. Lan WangJi se acercó lentamente a los pies de la cama y, lanzando una mirada al rostro blanquecino de su padre, tomó el cubo para luego retirarse de la habitación. Mantenía su vista adelante, sin mirar una vez lo que sostenía en sus manos.

Un discípulo se acercó; traía con él una fuente de nuevos paños relucientes en blanco. Detrás de él, un discípulo más joven, dejaba caer lágrimas en los bordes del cubo de agua limpia y cristalina que traía en las manos. Era el mismo que, entre sollozos frente al Pabellón de la Biblioteca, se negó a disparar, llevando a que el discípulo de la Secta Wen le arrebatara el arco y la flecha encendida. Lan WangJi lo observó detenidamente. El joven saludó y siguió, avergonzado.