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Todo estaba listo, se acercaba el momento. Había dormido poco esa noche, pero no me sentía cansada. Mientras me ponía la armadura pensaba en Shawn, todo eso lo estaba haciendo por él, esperaba que estuviera terminando de recuperarse y que pronto pudiera volver a verlo.

— ¿Lista? —preguntó Connor entrando en la tienda.
— Más que lista —respondí tomando el yelmo que se encontraba sobre la mesa.

El alba ya se anunciaba en el cielo, rompiendo la oscuridad que reinaba, tomé valor y salí. Afuera, los nobles y los soldados me esperaban, al verme hicieron una reverencia y esperaron en silencio a que yo hablara.

— Este es un gran día —dije— el día en que ustedes y yo probaremos nuestro valor, el mundo entero sabrá que este es el ejercito más fuerte. Tengo fe en que todo saldrá bien, porque tengo a los mejores hombres de mi lado. ¡Marchemos por la victoria!

Un grupo de soldados, ya había rodeado el campamento de John con la leña verde. Los soldados de John se estaban levantando, sin imaginar lo que estaba por ocurrirles. La sombra de la muerte se cernía sobre nosotros, lista para caer.

Tal como lo había planeado, mi ejército tomó posiciones, arrojamos una antorcha sobre la leña verde y comenzó a arder. Se hallaba ya el campamento cercado por el fuego cuando crucé el río a caballo, junto con los nobles que me seguían, Connor se mantuvo a mi lado y yo cada vez me sentía más segura de que estaba haciendo lo correcto.

Tan pronto descubrieron que estaban siendo atacados, los soldados de John tomaron las espadas e intentaron defenderse, otros más trataron de huir. Apareció el amanecer y solo se escuchaba el rumor de la batalla, los gritos, el sonido del acero de las espadas al chocar y el crepitar del fuego que cercaba el campamento. Los cadáveres caían sobre el barro y yo me preguntaba dónde estaría John. Por tradición, los reyes de Cantabria y Kirtengard encabezaban la batalla, yendo siempre adelante, parecía no ser así en Tredifield, pues mientras los soldados se defendían como podían y morían, su rey estaba escondido en alguna parte. Atravesé el campamento, buscando la tienda del rey, en el camino, me enfrenté a varios soldados y esperé que en algún momento apareciera John, pero no fue así, comenzaba a pensar que había huido la noche anterior.

El suelo se llenaba cada vez más de cadáveres de soldados del ejército de John, según veía, el mío había tenido pocas bajas, sabía que los hombres que luchaban junto a mí estaban hechos de buena madera.

— Alessia —escuché gritar a Connor. Me giré para mirarlo, luchaba hábilmente contra un soldado, atravesó su pecho con la espada y corrió hasta alcanzarme.
— ¿Qué sucede?
— ¿Dónde está John?
— Estoy buscándolo.

Cada vez veía menos soldados de John, miré al cielo y descubrí que se avecinaba una tormenta, quería terminar con esa batalla cuanto antes. Connor me seguía de cerca, juntos enfrentábamos a quienes íbamos encontrando en el camino. Comenzaba a dolerme los brazos, el continuo movimiento de la espada más el peso de la armadura eran difíciles de soportar, pero me sentía llena de fuerza, no me iría sin encontrar a John. Nos acercábamos a los límites del campamento, había una tienda mucho más grande que las demás, pero sospechosamente no había ningún guardia custodiándola. Algo me decía que John estaba allí, miré a Connor y le dije.

— Voy a entrar, tú quédate aquí fuera, vigila que nadie venga.
— ¿Estás segura de esto? Podría estar rodeado de soldados.
— No te preocupes, pronto terminaremos con esto.

Se acercó y me dio un fuerte abrazo, le regalé una sonrisa tranquilizadora y entré. Sin duda era la tienda de John, había una mesa de madera con un mapa tallado en relieve y algunas sillas, varias copas de oro, y cortinas de seda. En un rincón, sentado en una silla estaba John, solo, sin ningún soldado junto a él y sin la armadura puesta.

— Ya sé que has venido a tomar mi vida, Alessia —dijo levantándose y caminando despacio hacia mí —debo admitir que no esperaba que planearas algo así. Te subestimé y el precio a pagar por ello es mi vida.
— Esperaba verte luchando junto a tus soldados.
— Para eso están ellos, yo soy el rey.

Se quedó a unos cuantos pasos, tomé la espada con toda la fuerza que pude y lo miré directamente a los ojos. Se dejó caer de rodillas en el suelo y me miró impertérrito

— Que no te tiemble la mano, te dije que estaría aquí esperándote para aceptar tu rendición o para darte mi cabeza, veo que será lo segundo.
— Di tus últimas palabras.
— En mi castillo hay un regalo para tu esposo. Sé que se sentirá feliz cuando lo vea. Lo bueno de esto es que tú seas lo último que veré antes de morir.
— Que en paz descanses John.

Dicho eso, hundí la afilada punta de la espada en su pecho, el acero lo atravesó y la sangre brotó a raudales de la herida. John cerró sus ojos y su cuerpo cayó inerte sobre el suelo. Retiré la espada y la apoyé en el suelo. Connor entró corriendo, me miró estupefacto y luego observó el cadáver frente a mí.

— Alessia —dijo.

Lo escuché, pero sentía que me hablaba desde muy lejos, no lograba moverme ni hablar, caí en un extraño estado de enajenación. Connor me tomó del brazo y me condujo afuera, yo lo seguí en silencio, a penas conseguía mover mis pies.

— ¿Estás bien? —preguntó.

Yo solo podía preguntarme en qué momento me había convertido en una máquina de matar. Luché por volver a la realidad hasta que lo conseguí, Connor me miraba preocupado y lo único que pude hacer fue abrazarlo. Ese abrazo me quitó el horrible peso de mi conciencia, tal parece que los abrazos están hechos como un antídoto para cosas así.

Todo parecía haber terminado, unas suaves gotas comenzaban a caer del cielo apagando las pocas llamas que quedaban encendidas fuera del campamento. Los nobles y los soldados se reunieron a mi alrededor.

— ¿Y John? —preguntó Lord Howard.
— En la tienda —respondí sin mirarlo.

Entró acompañado de los otros nobles, no demoraron, salieron casi enseguida y proclamaron la victoria. Me permití sonreír, pues veía la alegría general, los soldados entonaron cánticos de gloria y retornaron a nuestro campamento.

Regresé a la tienda y me dejé caer sobre una silla, me sentía demasiado cansada. Connor me sirvió una copa de vino y se sentó frente a mí.

— ¿Qué te sucede? —preguntó preocupado.
— Nada, es solo que estoy cansada —respondí acercando la copa a mis labios.
— Sé que te sientes mal porque lo asesinaste, pero esto es una guerra, es normal que mueran personas.
— Lo sé, pero eso no hace que dejes de sentirte como un monstruo.
— No lo eres, además ya todo ha terminado. Le escribiré a Shawn para contarle.
— ¿Crees que ya estará recuperado?
— Ha pasado un poco más de una semana, probablemente ya esté bien.

Bebí el contenido de la copa y salí
Afuera, se llevaba a cabo toda una celebración, me dejé contagiar por la alegría general y me olvidé de todo lo que me aquejaba. Pronto vería a Shawn y eso hacía que una cálida sensación de alegría creciera en mi pecho.

Príncipe misterioso || Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora