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Desperté y un olor a rosas invadía la habitación, Shawn ya se había levantado, entraba con un enorme ramo de rosas rojas.

— Buenos días, Alessia —saludó.
— Buenos días, Shawn. ¿Y esas rosas?
— Son para ti.
— Gracias.

Me levanté y me arreglé, llegaron con el desayuno y me senté junto a Shawn a comer. De nuevo aparecieron las náuseas, pero hice caso omiso de ellas y traté de comer.

— Voy a recorrer algunas aldeas cercanas para conocer a los habitantes del reino, ¿quieres ir conmigo? —dijo Shawn.
— Está bien.
— Connor y Aaliyah vendrán también.

Terminé mi desayuno y tomé la mano de Shawn. Lo llevé hacia la habitación de al lado, donde se encontraban las niñas. Ambas dormían sobre la cama, la mujer que las cuidaba estaba sentada en una silla bordando una tela con un hilo de oro. Al vernos se levantó e hizo una reverencia.

— Buenos días, majestades —saludó.
— Buenos días —respondimos.
— Quería saber cómo están las niñas —dije.
— Están muy bien, más tarde se despertarán para desayunar.
— En la noche vendré a verlas de nuevo. Hasta pronto.

Salimos de la habitación y bajamos las escaleras, en el patio, nos esperaban algunos de los nobles, los caballos estaban listos. Aaliyah llegó acompañada de Connor, me acerqué a ella para disculparme por lo acontecido el día anterior.

— Hola Aaliyah —dije— quería disculparme por mi actitud ayer, espero que podamos conocernos mejor.
— Alessia —dijo a modo de saludo— no pasa nada, entiendo tu reacción, no hay problema, creo que tendremos mucho tiempo para compartir.

Se acercó y me abrazó, era en verdad muy amable. Montamos en los caballos e iniciamos un viaje bajo el sol abrasador de la mañana. Cabalgamos junto al mar, pues todas las aldeas se hallaban cerca de él. La mayor parte de los habitantes del reino se dedicaban a la pesca y el comercio, unos pocos cultivaban y un muy pequeño porcentaje elaboraba joyas. Todos eran muy amables, de piel bronceada y un acento muy particular.

La primera aldea en la que estuvimos era bastante pequeña, con pocos habitantes, tenía un mercado grande en el que se vendían diferentes cosas,  entre ellas telas de distintos colores.

Almorzamos un delicioso pescado asado con algunas verduras y seguimos viajando por otras aldeas cercanas. Todas eran muy parecidas, pequeñas y con casas construidas en madera, siempre cerca del mar y no muy lejos unas de las otras.

A mitad de la tarde decidimos regresar al palacio. En la habitación había una enorme bañera de cobre, así que mandé preparar un baño, necesitaba relajarme.

— De nuevo tenemos que cenar con los nobles —dijo Shawn entrando en la habitación.
— ¿Ya? —pregunté.
— Más tarde.

Cuando terminaron de llenar la bañera, los sirvientes se retiraron dejándonos solos. Nos quitamos la ropa y entramos juntos en la bañera.

— ¿Qué opinas de Aaliyah? —preguntó Shawn.
— Es agradable y muy amable, lamento haberme portado así ayer, estoy muy avergonzada con ella por eso.
— No hay problema, te va a agradar mucho cuando la conozcas mejor.
— Me alegra mucho que la hayas recuperado.

Me envolvió en sus brazos y me dio pequeños besos en el cuello. Era tan agradable estar con él, en ese momento me sentí estúpida por haber llegado a pensar en dejarlo e irme a casa de mis padres, quería seguir con él, toda la vida si era posible.

Un largo rato después salimos, nos vestimos y alistamos para bajar a cenar. El comedor estaba ya ocupado por los nobles y los sirvientes que servían vino. Ocupamos nuestros lugares, saludé a Connor y a Aaliyah que estaban junto a mí y me invadió una extraña sensación de angustia. 《Algo malo va a suceder》pensé y miré a mi alrededor hasta que ubiqué a un hombre de unos treinta años que entraba con una jarra llena de vino. Había algo extraño en él, me sentía en peligro cada vez que entraba en la sala. Traté de calmarme, tal vez estaba siendo paranoica, nunca antes me había sentido así, era muy extraño.

Connor se inclinó hacia mí y me susurró al oído:

— ¿Qué te sucede? Parece que el mismo diablo estuviera aquí, estas pálida y te ves asustada.
— Trae mi espada, la de Shawn y la tuya.

¿Qué? Las palabras salieron de mi boca sin siquiera pensarlas, tal vez me estaba volviendo loca. Connor se levantó y salió del comedor. Quería probar el vino, pero algo me lo impedía, cada vez que intentaba tomar la copa, mi mano se quedaba como congelada. No apartaba mi mirada de ese hombre, se acercaba sigilosamente a Shawn con la jarra de vino en sus manos, algo me decía que no debía permitir que Shawn bebiera ese vino.

Connor regresó pronto, dejó con disimulo las espadas junto a nosotros y me dirigió una mirada curiosa. El hombre se acercó a Shawn y comenzó a llenar la copa de vino, entonces, como si una fuerza sobrenatural me dominara, me puse de pie y dije:

— Bebe ese vino.
— Pero, majestad —dijo el hombre— es un vino muy costoso, un sirviente no puede probarlo.
— He dicho que lo bebas, tu reina te lo ordena.
— Majestad, no...
— ¿Por qué no quieres beberlo?
— Está envenenado.
— ¿Qué? —Shawn se levantó también de su silla.

Tomé mi espada y la puse directamente sobre el pecho del hombre. Los nobles me observaban consternados, Aaliyah se puso junto a mí y dijo casi gritando:

— ¿Quién eres tú? Intentaste asesinar al rey, dinos porqué.
— Me pagaron para que lo hiciera —respondió el hombre.
— ¿Quién te envió? —pregunté acercándome a él y moviendo un poco la espada, hiriendolo con la punta.
— No puedo decirlo.
— Juro que te mataré aquí mismo y ahora si no hablas.
— Está bien, majestad, lo confesaré todo, pero por favor no me mate.

Connor tomó su espada y le dio a Shawn la suya. Ambos las levantaron en dirección al él.

— El rey Harry tenía un hijo —dijo el hombre con voz temerosa.
— Tenía diez, a dos de ellos los maté yo misma con la espada —dije.
— No, mi señora, un hijo bastardo, con una pescadora, su nombre es Damián, él me envió. Quería asesinar al rey porque dice que es él quien tiene derecho de tomar el trono.
— Dinos todo lo que sepas de él —intervino Aaliyah.
— Tiene veinte años, es muy parecido físicamente a John, el otro hijo de Harry, solo que es más alto y delgado, nadie sabe dónde vive y dicen que es muy hábil con la espada.

No podía creer lo que estaba sucediendo, me acerqué un poco más a la mesa, pues me sentía un poco mareada.

— No vaya a beber de su copa —dijo de nuevo el hombre— también está envenenada.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, había estado tan cerca de la muerte. Un grave peligro nos acechaba, quien quiera que fuera ese tal Damián, tenía el firme propósito de asesinar a Shawn y también a mí, no iba a permitir que lograra su cometido.



Príncipe misterioso || Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora