Capítulo 24 | Llamada.

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GIANNA

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GIANNA

—¿Tú crees que podremos descubrir quién es la persona que me estuvo enviando los mensajes? —me pregunta Aisha después de haberme sumergido en locas teorías sobre quién podría ser ese desconocido.

—Bueno... —Dudo un poco, pero tomo aire y le soy sincera—. Será difícil que nosotros, siendo sólo adolescentes, podamos saber quién es, pero haremos lo que esté a nuestro alcance.

Y eso espero. Espero que podamos, por lo menos, saber algo más sobre ese sujeto.

Aunque no sepa por qué, tengo el presentimiento de que es un chico. Sin embargo puede no serlo, asi que no hay que quedarnos enfrascados en una sola opción.

—Eso espero —dice Ash, no muy convencida.

—Yo igual —concuerdo—. Ahora entremos a clase, ya tengo suficiente con que hoy haya finalizado mi suspensión. —Suspiro.

Mi amiga se ríe por lo bajo por mi queja y ambas entramos al salón donde la profesora de Matemática nos está esperando.

                             [...]

La mitad de la mañana se me pasa volando. La cabeza no estuvo conmigo en todo momento, si no que, de a ratos, se encontraba en las nubes de mis pensamientos. A veces Piero era el principal en éstos y me dejaba llevar con todo lo que nos está pasando, pero luego saltaba a la siguiente nube y el tema del desconocido lo cubría todo.

—¿Gia? —La voz de mi mejor amigo me saca de mis cavilaciones. Me doy vuelta y lo veo con una sonrisa en el rostro.

¿Qué sería de mí si él no estuviera siempre de buen humor? Sin duda es una persona genial.

—¿Ya es hora del taller? —pregunto. Estoy un poco perdida y no sé bien por qué.

—Sí, en diez minutos toca el timbre, asi que vamos. —Me toma del brazo y me arrastra hasta la clase.

Cuando por fin llegamos al aula e ingresamos, los pocos alumnos que  están aquí me dejan ver lo grande que es el salón. Aún falta para el comienzo del taller, asi que busco asientos libres para Ax y yo.

Ya sentada en mi lugar, no me queda otra que esperar hasta que llegue la profesora. Paseo mi vista por todo el salón que de a poco se va llenando con más alumnos, con rostros cansados y que no paran de hablar entre ellos. Siento que el ambiente de este espacio se encuentra vacío, como si algo faltase, y es ahí cuando me doy cuenta: no tengo a un castaño de ojos azules mirándome disimuladamente de vez en cuando.

Gracias a su suspensión me doy cuenta que me acostumbré nuevamente a su presencia, a estar con él en un mismo lugar. No era consciente de que, cuando él estaba, todo era más ligero y cómodo, aunque estuviésemos tirándonos indirectas a través de poemas.

Suspiro pesadamente. Pasamos un año sin vernos —en donde sufrí mucho—  y aun así sigue teniendo un indiscutible efecto en mí.

—¿Gia? ¿Me estás escuchando? —Axel habla a mi lado y hace que vuelva a la realidad.

Olvidándome de ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora