Capítulo 21: Doujutsu oculto y secretos revelados.

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Naruto: Torre de Raíz. 1:34 a.m

- ¿Estás seguro de esto? ¿Crees poder soportar a tu mente después?- mi hermano me miraba severo. Fruncí el ceño ante su insinuación de debilidad.

- Claro que puedo, Itachi. Solo si lo mato podré conseguirlo y sabes que Danzo espera que Orochimaru me elija a mi, al igual que yo. No puedo desperdiciar la oportunidad de hacerme más fuerte y así ayudar a mi padre con su conquista. La aldea pagará por hacernos vivir en la oscuridad por tantos años y por el sufrimiento que me han causado. Mi camino de venganza ya a comenzado y no pienso retroceder a mi palabra, ese es mi camino ninja.- Mi voz salió fría y decidida. Pude notar cierta sorpresa en mi hermano, aunque tapó muy bien sus emociones.

- ¿Así que eso es lo que quieres? ¿Simple venganza?- su voz salió con un tono decepcionado y de regaño.- No eres diferente a él, o quizás seas peor.- retó. Fruncí el ceño y apreté mi mandíbula. Sabía que iba a enojarse, después de todo le recuerdo al mocoso Uchiha que dejó vivir. Pero decirme que soy igual a él... Estoy en mi límite y no quiero decir algo que pueda herirlo.- ¡Al menos él si tiene buenas razones...!- dijo firme al ver que no respondía. Su tono de voz subió levemente y su rostro enfadado se dejó ver por completo, cambiando a sorpresa y culpa casi al instante al percatarse de lo que acababa de decir.- No quise decir eso...- no lo deje terminar. Tomé mi espada que descansaba contra la cama y la colgué en mi espalda para luego salir del lugar.
Necesitaba pensar muchas cosas.

¿Él se atrevió a decir que no tengo razones para odiar a esa maldita aldea? ¿Después de todo lo que le conté y de todo lo que vio? Y nisiquiera sabía todo...

La rabia burbujeaba en mi interior y mi ojo ya estaba de un intenso color rubí, acompañado de las manchas en forma de llama que recorrían casi todo mi cuello, subiendo por el hueso de mi mandíbula.
Bajé al primer piso y en la sala me encontré a Danzo, Deidara y Obito. Los tres me miraron y saludaron, los miré brevemente con mi ceño aún fruncido y luego coloqué mi máscara Anbu, que ocultaba las marcas de llamaradas que cubrían casi todo mi rostro, saliendo del lugar sin dirigirles la palabra. Al ver la cara de mi padre, noté que tenía una sospecha de lo que había ocurrido.
Corrí lejos de allí, necesitaba matar, era lo único que me calmaría lo suficiente como para no asesinar a mi propio hermano ante mi furia. Decidí pasar unas cuantas horas fuera, hasta que tuviese que volver para la operación.
Al pasar un rato, ya había salido de la frontera, dejando Konoha a unos kilómetros. La distancia suficiente para no levantar sospecha alguna.
Comencé a examinar mi alrededor, buscando a mis víctimas y, cuando finalmente conseguí huellas frescas, decidí seguirlas rápida y silenciosamente. Luego de unos minutos me topé con un campamento: un civil y unos cuantos ninjas, que supuse hacían de escoltas para el primer mencionado.
Sonreí detrás de mi máscara y salté al ataque con mi katana ya desenfundada y sediento por probar una carne diferente.

Los gritos de dolor y horror sonaban en el aire, creando una hermosa melodía para mis enfermos oídos.
Mis ropas se encontraban repletas de sangre, al igual que mi espada y máscara, mientras que yo estaba sentado frente a la fogata que anteriormente perteneció a las personas que acababa de asesinar. Dos ramas con trozos de carne descansaban sobre el fuego, cocinandose lentamente mientras mi mano las sujetaba. Una vez lista, probé la comida y sonreí al sentir el exquisito sabor.

- Esta delicioso ¿No es así? Kurama.- pregunté al aire mientras devoraba felizmente mi cena de medianoche.

- Tardaste tiempo en probar esta delicia. Me tomó mucho convencerte de hacerlo, pero valió la pena.- la gruesa voz del zorro sonó en mi cabeza, haciéndome soltar una carcajada ante la verdad dicha. Se había empeñado en hacer que pruebe a mis víctimas por años y ahora finalmente lo había echo. Terminé de comer, apagué la fogata, coloqué mi espada y mi ensangrentada máscara para comenzar a recorrer el camino a la torre. Iba algo justo de tiempo, pero no podía importarme menos.
Un poco de mi enojo se había ido al matar a esos diez shinobis de Kumo y a ese rico civil, pero aún quedaba mucha guardada dentro de mi.
Debía mentalizarme para cuando vuelva a ver a Itachi o no podría controlar mi ira.
Unos minutos pasaron y ya me encontraba en la entrada. Los Anbu que montaban guardia hicieron una leve reverencia al verme pero yo solo seguí mi camino, no tenía tiempo de hacer sociales. Al poner un pie dentro del lugar, la rabia volvió a mi cuerpo y apreté los dientes fuerte, intentando mantenerme bajo control. Me dirigí al área de enfermería de la torre, ganándome varias miradas curiosas ante mi ensangrentada vestimenta, junto con algunas reverencias al reconocerme como capitán Anbu. Cuando entré en la sala donde habíamos acordado realizar la operación, fruncí el ceño al ver a Itachi al lado de Danzo. Asentí al mayor en modo de saludo, intentando ignorar el instinto asesino que azotaba mi cuerpo.

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