-Esto es un hasta pronto- sentenció Niall clavando los ojos en Julie, la cual estaba andando hacia la puerta.
-Eso espero- reconoció ella–Me lo he pasado muy bien-.
-Nosotros también- una fila blanca de dientes iluminó la cara de Harry.
-¿Has guardado bien nuestro números de teléfono, no?- preguntó Louis para quedarse más tranquilo.
-Sí señor- dijo ella imitando el tono firme que utilizan los militares para después sonreírles cálidamente.
-Nos encantaría volver a tener una visita inesperada pronto- la informó Liam.
-Ya veremos que se me ocurre para sorprenderos la próxima vez que nos veamos- la cara de los chicos tras su respuesta fue de foto, se notaba que la curiosidad e impaciencia asomaba por sus pupilas y ese detalle a Julie la encantó. Le gustaba salirse del hilo normal de las cosas, no destacar, sino dar un giro inesperado de manera que las situaciones de la vida fueran completamente diferentes y sorprendentes. De ésa manera rompía con la monotonía del día a día que ella tanto odiaba.
-Entonces no podemos hacer más, sino esperar a que nos volvamos a encontrar de algún modo insospechado – los ojos de Niall escrutaban concienzudamente los de ella, pero Julie no se percataba, simplemente sonrió asintiendo.
Posó su mano delicadamente sobre el frío pomo de la puerta mientras lo giraba, hasta que la puerta se abrió. Salió al descansillo y antes de echar a andar les saludó por última vez con la mano, la puerta se cerró detrás de ella y la habitación sucumbió a un silencio imperturbable. Julie sonreía de camino al ascensor y miraba el móvil viendo sus cinco nuevos contactos.
Harry sentía una extraña atracción hacia ella, los misteriosa y diferente que era a las demás chicas que había conocido, le hacía despertar algo dentro de él que desconocía. Pero que se moría de ganas por descubrir, un sentimiento de intriga que lo llevaba a un punto superlativo de deseo de conocer hasta sus más íntimos secretos.
Todos se miraron y sonrieron, pero ninguna palabra salió de sus labios. Suspiraron y se dirigieron a sus respectivas habitaciones, esa noche había supuesto un cambio en sus vidas, de alguna manera los cinco lo habían notado y con sus cómplices miradas se lo había dicho sin necesidad de palabras. La oscuridad había alcanzado cada rincón de aquella casa y con ella un nuevo ambiente flotaba en el aire.
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Julie salió del edificio y maldijo en bajo.
-¿A quién se le había ocurrido ponernos estos uniformes con la temperatura que hace?- murmuró para sí misma.
Cuando llegó a la moto con la que había venido, levantó el asiento y saco una manta que había, de rallas rojas, verdes y blancas. Se sentó poniéndosela sobre las piernas, se frotó ávidamente las manos en un intento de darse calor, se colocó el casco y arrancó aquel viejo cacharro.
No podía parar de sonreír por el camino, ella creía plenamente en el destino y estaba casi convencida de que esos muchachos habían aparecido en su vida por alguna razón.
Enfrascada en sus pensamientos llegó a la pizzería antes de que pudiera darse cuenta. Se percató de que todavía estaba Matt, uno de sus compañeros, dentro recogiendo y limpiando el local. Aparcó la moto donde se encontraban otras cinco más, la aseguró con una cadena y finalmente entró. Miró su reloj de pulsera, que marcaba las once y media y luego le dedicó al atractivo muchacho una sonrisa.
-Buenas noches enana- la saludó él alegremente, levantando un momento sus ojos cerúleos de la encimera que estaba limpiando para dedicarle una sonrisa de medio lado.
-Hola mon amour- le contestó mientras pasaba por su lado y le daba un corto beso en la mejilla., para más tarde coger la escoba y el recogedor y empezar a barrer alrededor de las mesas.
Matt era un chico muy apuesto y elegante, tenía un porte muy seductor y emanaba confianza por todos y cada uno de sus poros. Los músculos del brazo se le marcaban debajo del polo blanco del uniforme, pero no eran ni mucho menos exagerados. Sus labios eran finos, los cuales iban perfectos para su nariz levemente alargada y primorosa. Sus ojos azules moteados con algún que otro tono gris le daban una imagen de niño pequeño que a Julie tanto le gustaba y ése pelo tan rubio, a causa de la exposición al sol que sufrió al surfear por las costas de California durante su niñez, y alborotado remarcaba más aquella sensación. Era un tipo alto, perfecto para cualquier chica. La pena era que tenía novia desde hace dos años y le sacaba cuatro años.
Llevaban tan sólo unos meses trabajando juntos pero conectaron al instante y desde entonces se habían vuelto uña y carne.
-¿Llevas mucho tiempo aquí solo?- le preguntó ella, mientras agolpaba toda la porquería que había juntado y la echaba al recogedor.
-El suficiente para pensar sobre algunas cosas… - se sinceró.
Julie terminó su trabajo tirando el contenido que tenia el recogedor a la basura y se movió lentamente hasta la barra, sentándose en uno de los taburetes al otro lado de donde se encontraba él, que andaba concentrado en quitar una mancha de queso, frotando fuertemente.
Se percató de que intentaba descargar toda su energía negativa en la repetición de ese movimiento, contra aquella pobre mancha que no tenía la culpa de nada. Ella posó delicadamente su mano sobre la de él haciéndole parar. Cuando Matt elevó su mirada y se encontró con la de Julie, ella notó una profunda preocupación en sus ojos.
-¿Megan?- es la única palabra que salió de sus labios, con miedo a estar metiéndose en terreno peligroso. Megan es su novia y al parecer estas últimas semanas habían chocado mucho, por lo que a Julie le había contado los dos tienen un carácter muy fuerte que les lleva a discutir por cualquier tontería, y estos días habían sido demasiadas riñas para el gusto de Matt. Pero casi nunca sacaba el tema, era muy reservado respecto a su vida amorosa y Julie sabía respetarlo.
El simplemente sonrió cansado y un tanto irónico para después darse la vuelta y limpiar la bayeta bajo el agua caliente del grifo.
-Deberías irte enana, se hace tarde y tu hermana debe de estar preocupada- sentenció él con desgana.
Pero antes de salir fue por detrás de él y le abrazó, se puso de puntillas y le susurró al oído.
-Que nada te impida sonreír, la vida es demasiado corta para estar triste- una de sus frases preferidas y que él ya conocía tan bien, le hizo como tantas veces atrás asomar una humilde sonrisa en su perfecto rostro. Ella le besó la mejilla satisfecha y salió por la puerta.
Inspiró hondo y se acercó hasta su bicicleta. Cuando quiso darse cuenta solo estaba a una calle de su casa.
Ya tenia ganas de echarse en la cama y caer en los brazos de Morfeo. Pero antes le dio un beso de buenas noches a su hermana, Elyse, o por lo menos lo intentó mientras evitaba todo tipo de preguntas y solo sonreía y la llenaba de besos. Salió de la habitación risueña no sin antes gritarla cuanto la quería y recibir una respuesta recíproca.
Se puso el pijama, se tumbó cansada en la cama y se tapó hasta el cuello. Soltó un leve suspiro de satisfacción y finalmente se sumió en un profundo sueño.
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Sin plan previsto (EDITANDO)
Teen FictionSimple. Dos palabras. Ocho letras. Desde mi perspectiva no era tan difícil pronunciar esas palabras, pero dado el acontecimiento que acababa de presenciar, para él era al contrario. Le parecía un mundo el simple hecho de que salieran de su boca, gas...