𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 22

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“¿Cómo puede ser tan fría?”

Acaricié la lápida, con la misma delicadeza que el viento acariciaba mi rostro. El sol ya se había ocultado por completo. Leí una vez más el epitafio de letras plateadas, levemente oscurecida por el paso del tiempo.

“Jung Hye Yoon, esposa perfecta y alma libre. Te amo”

Mis ojos se humedecieron más y lloré sonoramente. Era verdad, ella estaba muerta de verdad.

—Hyung…es muy tarde, debemos irnos. —Mi cuerpo comenzó a temblar agresivamente. La dulce y pausada voz de Doyoung me hizo volver, percatándome de que era muy tarde ya.

Asentí, tan sólo eso hice, sin ponerme de pie. No quería marcharme de ahí, no ahora, en el fondo de mi corazón aún permanecía la idea de que esa lapida en cualquier instante daría otro nombre, menos el de mi hermana.

—Lo siento tanto. —Susurró a mi oído, rodeándome con sus cálidos brazos. —De verdad lo lamento tanto, YoonOh. —Doyoung comenzó a llorar, permaneciendo de rodillas a mi lado, sin soltarme.

—Está muerta, Doyoung…—Sollocé sin poderme contener más. Sentí un hueco formarse en mi pecho. —Mi hermana está muerta…Hye jamás volverá. —Tuve que doblarme ante el creciente dolor en mi interior. Doyoung se aferró más a mí.

—Déjala ir…tienes que dejarla ir. —Negué frenéticamente, comenzado a perder la cordura. Mi respiración era agitada, al igual que el temblor de mi cuerpo.

—No, no, no, no…ella no, Doyoung…ella no. —Mis palabras se atoraban en mi garganta, y salían ahogas.

—Por favor…—Me rogó con parsimonia, abrazándome con más fuerza. —Yoon…YoonOh, vamos, mírame…—Sus manos tomaron mi rostro con fuerza, paralizándome al instante.

Sus ojos me mostraban lo asustado que estaba, el cálido marrón se había ensombrecido. Mis lágrimas dejaron de caer.

—Doyoung…—Susurré con voz temblorosa. —Yo…no sé qué hacer…ya no sé qué hacer. —Volví a llorar patéticamente.

—No, mi amor…no. —Negó. —Todo estará bien, ella está bien ahora…Hye Yoon es libre ahora. —Me quede quieto, tranquilo.

Era verdad…su alma es libre ahora. Mi respiración comenzó a normalizarse, y el dolor disminuyó un poco.

Los labios de Doyoung tocaron los míos, con dulzura, sin soltar mi rostro.

—Volvamos a casa ¿Si? —Me preguntó dulcemente, poniéndose de pie. —Podremos volver después, le visitaremos constantemente para que sepa que la queremos mucho. —Extendió su mano hacia mí. La tomé con firmeza.

El frío se esfumó de mi cuerpo por completo.

“Vuela libre, Hye Yoon” Yo te observaré desde aquí.

Caminé detrás de Doyoung, mientras él abría paso a su habitación, soltando sus cosas en el trayecto.

—Cierra la puerta…—Murmuró con cansancio. Me sentí culpable, era mi culpa que estuviera tan cansado, después de todo él había estado a mi lado. —Ven…—Me indicó permaneciendo sentado en su cama, extendió sus brazos en mi dirección. Unas profundas ojeras adornaban debajo de sus ojos marrones.

Caminé, marcando mi culpa con cada paso. Tomé sus manos con delicadeza, siempre tan cálidas.

—Estás helado…debes tener frío. —Sonrió tiernamente, con tanta dulzura como lo hace una madre. —Ven aquí. —Susurró muy bajo, rodeando mi cintura con sus brazos. El abrazo era seguro y fuerte, sin vacile.

Café - Jaedo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora