𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 11

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¿Cómo expresar el vacío que deja alguien al marcharse?

                   
¿Cómo convencerte de que no sientes nada? De que no duele.

                   
¿Cómo continuar después?

                   
Si todas las personas tuviéramos la respuesta, la vida sería mucho más alegre.

                   
                   
A la mañana siguiente desperté, mucho más temprano de lo habitual, solo en mi habitación. Me senté con esfuerzo, tenía el cuerpo entumido debido a que dormí en una posición tan diferente a lo acostumbrado, estirándome un poco. Miré el reloj, marcaba las 4:49 a.m. aún era demasiado temprano para alistarme, un paño húmedo cayó sobre mis piernas, seguramente lo traía en la frente y no me había percatado de ello.

                   
Me quedé quieto, escuchando los ruidos nocturnos que me ofrecía el silencio del alba, la habitación estaba oscura, pero podía sentir que estaba solo, Doyoung ya no estaba ahí. Y como si la duda retara a mi raciocinio, mi mano se extendió con delicadeza a lo largo de mi cama, cuidadosa para no chocar bruscamente con algo…o alguien.

                   
No había nada ni nadie, Doyoung se había marchado ya.

                   
Tuve que aferrarme a las sabanas con fuerza, la sensación era demasiado fuerte, quería levantarme y salir en busca de él ¿Por qué?

                   
¿Por qué entre tantas personas…tenía que ser él?

                   
  No decía que Doyoung fuese una mala persona, no, él era encantadoramente amable y divertido, le gusta jugar y alegrar a todos con esas sonrisas suyas. Exacto, todo lo contrario a mí.

                   
¿Acaso estaba aceptando oficialmente que tenía cierto gusto por Doyoung?

                   
Quizá, por plantearlo de algún modo. Él me atraía, me gustaba ver su rostro todos los días, escuchar su voz, aunque dijera tonterías, ver sus estúpidos gorros de lana sobre ese cabello rebelde y difícil de peinar…Todo de él me llamaba e incitaba a más, incluso el olor a café, qué, extrañamente, ya no era tan repugnante. Quizá me gustaba un poco al igual que él.

                   
Pero… ¿Desde cuándo? ¿Por qué no me había dado cuenta?

                   
Acaso me comenzó a gustar cuando le conocí en ese café, quizá cuando le volví a ver al saber que Seo y Hyuck serían socios de ese lugar. Posiblemente al comenzar a convivir con él…o el haberlo casi atropellado, probablemente el ir con él a esa feria, ¿O fue al abrirle mis sentimientos contando mi pasado?

                   
…Yo sólo sé que no sé nada.

                   
Por primera vez en mi vida no sabía qué hacer, no tenía ni una sola respuesta –o escapatoria- a esa situación. Me recosté con sumo cuidado, de verdad me dolía el cuerpo y mi garganta ardía demasiado, un resfriado sin lugar a dudas. Ahora que lo recordaba, me había desmayado en el comedor ¿tan enfermo estaba?

                   
Definitivamente yo le ponía atención a todo, a todo menos a mí. Cerré los ojos, quería dormir un poco más, quizá así me recuperaría más rápido, y mis pensamientos se aclararían.

                   
                   

                   
— ¡Buenos días, oppa~! —Los brazos de Hyuck se enredaron en mi cuello con fuerza, deteniéndome en mi “carrera” matutina, pues me gustaba alistarme con rapidez.

Café - Jaedo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora