Dragón

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Poco tiempo le tomó a Ares fundar sus propias ciudades, pero ninguna como fundar Esparta. Nació justo después de obtener un regalo que consiguió tras seguir su amistad con Eos, cuando cierto día, ocioso y descansando en el regazo de la titanide, le contaba algo de su pasado, recordando su vida en Tracia cuando se escuchó el rugir de unas criaturas que le alertaron de inmediato mientras  Eos sonrió al ver que tras los jardines del templo, hacia dónde estaba el carro de Selene, se alzaban las llamaradas de repente y eso la entusiasmó de sobremanera como para destellar, cegando a Ares

-¿Qué es?- dudó él y ella solo entonces se volvió a acordar de él

-Dragones- presentó la pelirroja y se levantó seguida por él- ven a verlos, son criaturas de fuego o estos al menos lo son, tu tía Deméter tiene otros, pero estos... son creación de mi hermano- le empezó a contar dejandose alcanzar por Ares para cruzar el templo al jardin lateral- hace poco llegaron, eran casi del tamaño de mi mano y míralos ahora- presentó cuando llegaron y tuvo que retener a Ares antes que siguiera avanzando hacia ellos- son para uno de mis sobrinos, el primer varón que le da Perseis, son criaturas nacidas del fuego- insistió emocionada tomándole de la mano que él mismo estrechó igual de maravillado al verlos como para girar a verla de repente

-Déjame hablar con tu hermano, consígueme una audiencia con él- pidió Ares firme en su decisión y tras dudarlo unos instantes Eos se la concedió, sin previos o darle tiempo de pensarlo mejor, solo le tomó de la mano y entraron al templo llamándolo como para que Helios acudiera a ella casi de inmediato y se detuviera al verla acompañada- no me refería a ahora- renegó por lo bajo Ares estando ante el sol, como para echarla de menos cuando ella le soltó y fue con él a ponerle al tanto, Helios intercaló mirada entre ambos y alzando una ceja al detallar a Ares le concedió hablar con un ademán- ¿Qué me pides a cambio de uno de esos animales? Quiero uno- resumió sin rodeos y se sintió burlado cuando Helios le sonrió casi diciéndole iluso- una de esas criaturas en mi poder, haría grandes cosas, un animal dispuesto a defender y proteger- insistió empecinado en lograr tener uno

-Claro, grandes cosas... maltratarlo para que sea agresivo y calcine a tu orden, dirás más bien- delató el sol y el silencio rotundo de Ares se marcó como amenaza- si es intimidación lo que quieres, pide uno a Deméter, estos ya tienen dueño y ninguno es para la guerra

-No es el uso que les daría, me gusta que las batallas sean justas y ganar por ser el mejor, no por calcinar de golpe toda la tropa enemiga- defendió su honor

-¿Entonces buscas una mascota?- confrontó el sol volviendo la vista a Eos, casi reprendiéndola por hacerle pasar por ello- calla y escucha- le ordenó a Ares antes que refutara de nuevo- lo que ves ahí fuera, son fieras salvajes, no me pidas que te los regale como cosas... ellos ya tienen la orden de servir a alguien... todos los demás, deben ganárselo, hasta tú, hijo de reyes- ironizó pasándole por el lado- ¿no vienes?- llamó sin volver la vista atrás mientras Eos con una sonrisa entusiasta le indicaba seguirlos al jardín de nuevo dónde se detuvieron los tres- adelante, lleva contigo a alguno- autorizó deteniéndose en la puerta que daba hacia la salida lateral mientras Ares inhalaba, exhalaba y volvía la vista a Eos- toma los intentos que te sean necesarios, hasta que tu obstinación rinda frutos o aprendas la lección- ofreció cruzado de brazos

Ese día, al amanecer, Ares llegaría herido, quemado, casi inconsciente, sediento y solo con un ojo abierto tras esa primera noche. Llegó sin ser consciente de por dónde iba, pero sus riendas lo llevaron a casa, a Tracia, justo templo de Tero que salió a recibirle nada más escuchó el relinchar de los caballos.

Era una suerte que siempre había sabido llegar, podía llegar hasta con los ojos cerrados, Traciaera  su hogar, Tracia era sinónimo de estar a salvo, estar en casa. Su pasado, su alivio, todo lo que significaba paz y silencio en su mente se traducía a Tracia y más concretamente a aquel pequeño refugio del aturdidor mundo, dónde Tero corrió a recibirle en cuanto oyó el estrepitoso aterrizaje y al salir y ver el estado en que venía, curarle y reprenderle a medida que sanaba

Más tardó Ares en curarse que en volver por esa criatura. Con el tiempo recordaría esa hazaña como algo glorioso, porque pocas cosas había querido más que ello y tras casi 7 intentos, lo logró. Esa noche llegó a Tracia igual o en peor estado que antes. Con las heridas antiguas abiertas de nuevo, que se mezclaban con nuevas, pero la sonrisa en los labios no se la quitó nadie cuando aterrizó el carro tirado por corceles flameantes, seguido de un dragón que seguía viendo para su dicha y su orgullo, así como para susto de Tero, pero elsusto fue temporal

Pronto sus dientes mudaron y pudiendo ya acercarse a él, Ares guardó los dientes de los que tiempo después nacería Esparta, pero para ello aun había tiempo, por ahora, el dragón solo esperaba una orden y tal era, cuidar su refugio, proteger a Tero y mantener el lugar a salvo de todo intruso, así que tiempo después tuvo que traer a Eris para que la viera a ella y los lobos y no los atacara, porque de llegar de repente, ese podría ser el desenlace

Ares: Crónicas de una Vida [NO ES HISTORIA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora