Capítulo 8

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ocho.

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—¿Por qué me persiguen las desgracias?

—Cariño, tú eres las desgracias.


Luna.

—¿No viste a alguien adentro? —interrogó—, ¿una sombra? ¿un bulto? Algo...

—No.

—¿Escuchaste algo?

—No.

—¿Pistas?

—Si.

—¿Dónde?

—La pared —tartamudeé—. Un mensaje, era... un aviso.

—Aviso... —susurró—. ¿Qué decía?

Las letras y la sangre vinieron a mi cabeza. Una advertencia clara y perturbadora. Un aviso.

—Adentro... —Solo pensaba en el cadáver en el baño—. Una chica... su cuello... muerta.

Me abracé a mí misma.

—Te daré un poco de aire —otorgó el oficial. Luego comenzó alejarse.

Habían pasado dos horas y todavía seguía traumada.

Hace mucho tiempo no veía una escena similar, y por supuesto, que me ha dejado varada en un lugar extraño de mi misma. El cuello de la chica rasgado sin piedad, juro que pude ver su tráquea, fue una escena escalofriante. Sus pechos al descubierto y su sostén cubierto de sangre por la masividad del líquido. Sus ojos sin vida y la cabeza hacia atrás. El evidente mensaje en la pared solo ocasionó más inquietud en mí.

Los monstruos salieron a cazar. Fue lo que entendí. Aunque ese no había sido el mensaje.

Después de presenciar eso, me desmayé. Me encontraron inconsciente en el suelo del baño. No pude resistir ver todo lo que mis ojos enfocaban, todo, desde cualquier punto en donde lo miraba, era muerte. Sangre y más sangre, y una víctima inocente.

La victima.

Carolina Irwin.

Diecinueve años.

Hija del canciller de Australia.

Dos hermanos que cursan la primaria en Gurwell.

Estudiaba derechos.

Tenía novio, la cual formaba parte del quinto escuadrón. En estos momentos debe estar llorando su perdida.

Ese fue el tipo de información que dieron los oficiales una vez que desperté. Di mis declaraciones lo mejor que pude. Ni siquiera me dejaron respirar ni incorporarme cuando ya tenía un montón de policías rodeando la camilla de la enfermería en donde me encontraba. Ese había sido el último oficial en interrogarme, o eso quería creer.

Fui al baño porque quería lavarme las manos para poder almorzar, luego cuando alcé la vista, a través del espejo vi a la chica muerta y llena de sangre, en la pared había un mensaje perturbable; no recuerdo nada más. Eso es lo que le había dicho a las autoridades.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora