Capítulo 11

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once.

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¿Ritual para las nuevas? Part: 1


Luna.

¿Sabes lo que se siente estar en una nebulosa? Es algo así como encontrarte en un lugar en donde no existe espacio y tiempo. Varada en una lejanía exhaustiva por donde nadie ha cruzado jamás. Y tú te encuentras allí, sola, sin compañía, solo los sonidos de tu pesada respiración y latidos del corazón. Perdida... así se sentía.

Estar con ellas, aquí, en un lugar demasiado remoto para mí, se sentía como si estuviera exiliada...

Odié el sentimiento, pero fue inevitable que se instalara ahí. Había tantas preguntas, tantas dudas e interrogantes, que no sabía cómo modular palabra. Un vacío en mi misma muy extraño. Porque... ¿cómo se reacciona a algo así?

Pero luego lo vi todo de otra manera... Dentro de otra perspectiva.

Todo era tan irreal y sin sentido, que la única lógica con la cual pude cuestionar fue que probablemente todo esto era un sueño. No era la primera vez que pasaba. No era la primera vez que no podía identificar un sueño de la vida real.

Me encontraba tan estoica que ni siquiera pude respirar. Creo que la reacción más sensata hubiera sido preguntar de sopetón y exigir más respuestas de las que ya exigía. Pero mi reacción más genuina fue muy distinto a lo que circulaba por mi cabeza.

—Je, je, je —reí con nerviosismo—. De seguro estoy soñando todo esto, como siempre suelo hacerlo.

Me miraron con rostros interrogantes.

—La pregunta es ¿por qué no estoy desnuda y por qué no se me caen los dientes? —me dije a mi misma observando la parte superior de la cueva, en donde el candelabro colgaba.

—Esta chica está loca —comentó Bae. Luego proporcionó una risa—. Es perfecta.

Hoy es uno de esos días que no sé diferenciar la realidad de lo ficticio.

—Todo lo que me está pasando, ¿es real? —dije, cautelosa.

—Tan real como la sangre que sale de tu herida —afirmó la pelirroja.

Me sentí... idiota.

Si estuviera en un sueño no hubiera sentido un dolor así.

—¿De qué estás hablando? —pedí más que expulsada de mi realidad.

Me iba al volver loca si no obtenía una explicación lógica.

Rose señaló el sofá para que volviera a sentarme. No lo hice, me quedé allí, quieta, petrificada. No le encontraba ningún sentido a lo que decían.

Yo estaba como si me hubieran inyectado un suero tranquilizante.

—Luna, siéntate —pidió.

La miré. Las miré. Sus ojos grises me devolvieron la mirada, pero esta vez fue distinto. Ya no había rastros de amabilidad o comprensión. Destelló en ella algo que no conocía muy bien. No tenían su brillo habitual, ni tu sonrisa dulce o tierna. Esta Rose era distinta, y supe, que esta era la verdadera, la real. Fue instintivo, o quizás un pinchazo, no había dudas de que ellas no eran lo que yo imaginaba.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora