Capítulo 6

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seis.

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10:50pm.


Luna.

No sé qué estoy haciendo y pensando cuando salgo de mi habitación y bloque. Todo está a oscuras, neblina espesa merodean toda el área del campus y los vellos de mi nuca se erizan. Mi pecho se oprime, dejándome sin aliento. Mis ojos se sienten acuosos.

Un miedo arrasador azota mis sentidos. Me formulo en mi cabeza una y otra vez qué estoy haciendo. No lo pensé muchas veces cuando decidí salir del bloque. Solo pensaba en la incesante idea de que alguien podría estar en peligro y al borde de una muerte tortuosa.

Mi aliento sale jadeante y mi garganta se seca. Trago grueso, me detengo a pensarlo con más calma.

Estoy perdiendo mis cabales y cordura.

Respira, respira.

En mi etapa infante, solía dormir mucho dura las noches. Con calma, sin preocupaciones, sin nada que me descolocara. Pero, ahora que he empezado a crecer me he dado cuenta de mis cambios. La primera vez que tuve un sueño similar a este, fue hace unos años atrás, cuando soñé que mi mejor amigo moría en un incendio. Y así ocurrió.

No importa lo que haga o lo que esté dispuesta hacer. Siempre se cumplen.

Todo lo que sueño se vuelve realidad. Lo peor es que no hay reversión de ellos.

Desde entonces he tenido sueños extraños, algunos, incluso, no tienen nada que ver conmigo. Pero luego salen en el periódico o noticias televisivas en donde se informa que un nuevo desastre e incidente ha ocurrido. Me tensaba cada vez que veía los noticieros, predicaban todo lo que mis sueños recitaban con detalles, algunos, explícitos y meticulosos.

El último que tuve fue hace dos semanas, en donde soñé que un automóvil atropellaba a mi madre y después huía, al final sufríamos mi padre y yo, y el culpable nunca apareció, no hubo justicia. Lo inusual de ese sueño fue el hecho de que no me mostró hora y fecha, o siquiera algún lugar reconocible. El sueño de mi madre está tentado a pasar y el hecho de perderla produce que quiera gritar en frustración. No puedo hacer nada salvo pedirle que tenga cuidado y revise bien las calles antes de cruzar el paso de peatones. La puse alerta, contándole todo. Sin embargo, a pesar que sabe de lo que padezco —si así podría decirse, como si se tratara de una enfermedad— no mostró mucho hincapié o importancia en lo que decía, como si estuviera destinado a pasar. Me aterra y me descoloca por completo de mi existencia.

Me hace sentir culpa.

Por eso, no puedo permitirme que alguien salga herido. Soy muy consciente de que no soy yo quien comete las tragedias que otras personas cometen en mis sueños, pero siento esta necesidad de reaccionar y apelar por ello.

Es insólito lo que me ocurre.

Lanzo de mi cabeza esos pensamientos tan rápido como llegan. Me concentro en mi respiración y andar antes de encaminarme al bosque.

¡Dios! Es súper intimidante que una chica se adentre sola en los bosques que rodean al instituto. Lo más inaudito es que sé que es peligroso y poco prudente.

Alguien debería abofetearme.

La neblina se escabulle por los monos de mi pijama, llegando hasta mi medula espinal haciéndome sobresaltar por el escalofrió.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora