Capítulo 30

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treinta.

▬▬ι═══════ﺤ

El camino correcto: tú.

Años atrás. (Sucesos ubicados después del incidente en la cabaña).

Luv.

Cuando mi madre murió, no hubo mucho que se pudo hacer después. No se me permitió llorarle, no se me permitió verle una última vez. Todo lo que mantuve de ella, lo tenía resguardado en mi corazón, en silencio. Un silencio, que aunque parezca vacío, en él, guardaba mis dolores. Mis cargas. Mis heridas. Un trauma irreparable.

"Qué desgracia, tan solo es un niño". Decían.

"Sí, pero al menos no está solo. Tiene a su padre". Comentaban otros.

Ver los caminos empedrados que aún me faltaba recorrer, se me hacía agotador, y aún no comenzaba a andar. Supongo que quedar medio huérfano tan joven era una desgracia perpetua, de esas que no se borran con un tirón. No... yo estaba magullado. Fracturado, todo de mí estaba deshecho.

Y esas personas se equivocaban. Si estaba solo.

Perdí a mi madre.

Y a mi mejor amiga.

Perdí a dos de las personas que más me importaban. Y al parecer, la mejor manera de sobrellevarlo mi padre era ir a casinos y llegar tarde, quizás, un par de veces nunca llegó. Pero qué más daba, nunca estaba. Y si sí, era para recalcar lo débil que me había vuelto.

Y lo débil que me había criado mamá. Eso jamás, ni nunca, me lo reprocharé. Él podría decir lo que quisiese, denigrarme hasta el cansancio, barrer conmigo el piso y con ello todo lo que sentía. No vería lo que mi madre me inculcó como algo defectuoso, como algo a lo cual ella no le veía propósito. Tal vez no valía lo suficiente, tanto como ella lo decía, pero en mí, aún había una luz mínima de esperanza.

Él era un... asesino. Y quería moldearme a él. No podía. No lo lograría. Yo no seré él.

No.

Me encontraba mirando la ventana de mi habitación. Para ser sincero, prefería dormir solo en Gurwell que solo en aquel departamento que mi padre rentó, en donde pretendía que viviese allí, en soledad. Justo como a él le encantaba estar. Se encontraba tan obsesionado por convertirme igual a él que se le olvidaba que era su hijo. Su único hijo. Quizás, incluso, el último que tendría.

No le suplicaba compresión, apoyo y mucho menos amor. No quería sus migajas, no quería su rechazo. Aprendí a vivir sin la necesidad de su afecto. De hecho, llegué al punto en donde no lo necesité en absoluto.

Desde hace mucho tiempo, mi confianza ante él se desintegró. La perdió por completo al asesinar a su esposa, es decir mi madre, delante de mis, solo por un arrebatamiento de descontrol. Se salió de sus casillas, dejó de ser él, se volvió un monstruo.

Tuve la sospecha cuando era más niño de que mi padre debía tener algo anormal. Al principio, creí que se trataba de un aspecto característico de su personalidad. Y es que, era extraño verlo un día de una manera y otro día cambiaba de parecer. Era como darle vuelta y ver qué personalidad tendría al día siguiente, y el siguiente, y el que le seguía.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora