Capítulo 29

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veintinueve

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Algunas verdades simplemente son necesarias.

Aunque claven hondo, como un cuchillo con doble filo.


Luna.

Manu...

Sus ojos son tan fríos cuando me devuelve la mirada. No hay brillo, no hay un destello que me haga saber que siente aunque sea un poco de arrepentido. ¿Culpa? Apuesto a que desconoce dicha palabra. No hay nada. Mi pecho se agita de tal manera que mis respiraciones empiezan a ser aceleradas. Tiemblo. De miedo, de angustia, de dolor interno, que es todavía peor, no hay un bálsamo para ello, porque Maggie ha muerto, porque, pese a que le prometí que todo iba a estar bien, me equivoqué. Otra vez. Una vez más. Estoy llena de fallos.

Supongo que no existe una evolución interna para mí.

Las chicas gritan y mi pecho arde. Suelto un sollozo, inconsciente, mis lágrimas empapaban mis mejillas y no me había dado cuenta de ello. Amplio los ojos cuando veo mis manos manchadas del rojo carmesí, suelto un grito. Porque esto arrolla cualquier pensamiento interceptado.

Esto no está pasando.

Esto no está pasando.

Despierta.

Es un mal sueño.

Por favor.

¿Por qué desear tanto algo si al final, nunca se cumplirá lo que deseo?

Me alejo del cuerpo inerte de mi amiga como si estuviese prendida en fuego. No paro de mirar el desastre que soy, que somos. Gritos inunda la residencia como una mala película, un rollo que se repite incesantes veces, una y otra vez, y ahí está otra vez. No soy capaz de modular más que sonidos lastimeros. No soy capaz de ver más allá que solo lo que mis acciones han provocado. Estoy confundía, también, a pesar de que todo es muy claro. Se supone que debería serlo. A pesar de que he visto con mis propios ojos lo que acaba de ocurrir, ni siquiera pienso con claridad.

Todos son pensamientos traicioneros, que hacen que me hunda.

No debo perder el control... no debo... yo...

¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué tropiezo con mis propios pensamientos?

—¿Qué? —murmullo. Mirando mis manos, sabiendo que esa sangre no es mía, que esta vez, no soy la que salió lastimada. Como siempre, lo es alguien a mí alrededor.

Desvió mis ojos a Maggie, esta de costado, sin vida. Apoyo mis palmas en el suelo y empiezo a gatear hacia ella. Cada vez que me acerco otro poco, la realidad es más cruda. La toco con mis dedos helados y temblorosos. Todo dentro de mí se sacude con fuerza, soy un mar de caos, tristeza y decepción.

Es tu culpa.

—Maggie —Esa noche, no sé cuántas veces la llamé. Sabiendo bien, que ya no se podía hacer nada, no puedes hacer demasiado por una persona muerta, incluso, al llorar, ¿qué haces? No la devolverá a la vida. Llorar, nunca resolvió mis problemas. Ni lo hará.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora