Capítulo 4

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cuatro.

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El rey nunca cae de su trono.


Luna.

Salgo corriendo lo más rápido que puedo, mis pies parecen despegarse de mis tobillos, pero no le presto atención al dolor punzante en ellos. El miedo por ser descubierta y preocupada porque me haya visto husmear su privacidad me aterran de una forma atroz, casi puedo sentirlo burbujear sobre mi piel. El miedo. La preocupación. Y el arrepentimiento de siquiera considerar tomarle una fotografía.

El bosque parece más cálido que gélido y el calor me hace sudar. Cuando salgo de la zona del bosque me apoyo sobre mis rodillas reclamando aire. Mis tenis blancos ahora están sucios por la tierra y parezco venir de un maratón. No estoy para nada presentable a como estaba esta mañana. Me puedo imaginar mi aspecto desaliñado en estos momentos, puesto que mi atuendo no es lo más creativo y original. Solo es cómodo.

Mis maletas siguen en el mismo lugar en donde las había dejado y me sorprende saber que nadie las cogió. Eso me hace pensar que quizás nadie ha pasado por aquí, solo yo estoy desolada.

Limpio con descuido y apresuramiento mi tenis, tratando de que no se vean tan sucios. Decido agarrar mi cabello en una coleta para que no se note lo esponjado que ahora está por la humedad. Producida por mi sudor, claro.

Guardo la cámara en el bolso nuevamente. No me atrevo a mirar la foto que le tomé por vergüenza.

Arrastro mis maletas y con esfuerzo decido correr nuevamente para llegar a la entrada del instituto. Empecé a sentir miedo de estar allí, sin nadie.

Recuerdo al chico del lado y me sonrojo por lo que hice.

Qué estúpida.

Lanzó esos pensamientos fuera.

Cuando llego me quedo sin palabras. Casi dejo de respirar.

El instituto se muestra hacia mí en cámara lenta, es tan enorme que me duele el cuello de solo inclinarlo hacia arriba. Hay escaleras que conducen hacia las enormes puertas de madera, parece la entrada al olimpo. La fachada, incluso, parece palacio griego y ese hecho me hace sobresaltar de entusiasmo. A los extremos de las escaleras hay estatuas de personajes que conozco a la perfección. Son de la mitología griega. Todos dando vista hacia mí como si me estuvieran viendo o dando la bienvenida. Y me gusta. Me gusta el empeño que le pusieron a la estructura del instituto, tan clásico, elegante y con su toque de época victoriana también. Como si fuera un museo. Las estatuas blancas brillan cuando los rayos del sol chocan con ellos. Dando la sensación de que están brillando por su grandeza.

El campus es grandísimo, podría ser infinito. Césped bien cuidado y verdoso. Un jardín que puedo localizar a unos metros más a la distancia y un laberinto de arbustos que parece interminable.

Pero no veo alumnos. Ni uno. Ni siquiera veo al profesor Clare y los demás estudiantes que lo acompañaban.

Incluso la puerta está cerrada.

Es mi momento de entrar en pánico.

—No... no, no, no, no —niego, tratando de convencerme de que no es lo que pienso.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora