Capítulo 24

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veinticuatro.

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La cabaña. Part: 1


Luna.

Los árboles que contemplo a través de la ventana del tren en movimiento se convierten en borrones, una mancha homogénea y difusa.

No soy capaz de ocultar los nervios que me poseen como un aura oscura. No soy capaz de pronunciar palabra. No soy capaz de pensar, de maquinar otra cosa que no sea lo que está a punto de ocurrir. Tuvieron que pasar varias cosas para poder llegar a este punto. Desde que Danela me comentó sobre la cabaña aquella noche en donde me convertí en chica Hera, lo único que siempre quise saber con aferramiento era eso. Visitar la cabaña, ir, saber la historia que se oculta tras esa masacre que ocurrió hace años atrás.

Es el momento.

Llegó.

Sabré lo que involucra el suceso de la cabaña en las vidas de Manu, Nolan y Luv.

Ni siquiera soy capaz de enfrentar la muerte de Margott Lynch. Y sobre todo, en la mentira que nos envolvió como la más vil manipulación. Todavía Danela y yo no teníamos el valor para afrontarlo, afrontar que alguien nos ha estado viendo la cara desde hace un mes, y que, todo ha sido falso. Desde los expedientes hasta lo poco que hemos recolectado de ellos.

Si Margott no fue quien hizo los expedientes, ya que para entonces ellos eran unos niños y aún no entraban a un escuadrón, entonces... ¿quién lo hizo?

Era prisionera de mis sentimientos, de todo lo que me estaba aturullando. Mi voz interior repetía incesantemente que esto era más peligroso de lo que yo imaginaba. Más siniestros, que hay un secreto muy oscuro rondando Gurwell. Uno que es evidente, pero que es tan ciego ante mis ojos que no soy capaz de distinguir el más mínimo engaño. Porque... no sabías en quién confiar. Ahora, incluso, dudaba de mi misma. De mi capacidad de destapar las cosas más obvia, de plantar mi fe en las personas erróneas.

Lo peor es que no solo yo me sentía así de perdida, así de... confundida. Ellas también tenían una lucha interna. Y dentro de mí se alojó el sentimiento de culpabilidad si algo les llegaba a pasar y yo no sería lo suficientemente útil para defenderlas. Para ayudarlas.

No podía evitar deducir en cómo sería la muerte. Era tan gustosa y ácida como un jugo de limón.

Y en qué pasaría si llevamos esto más a fondo. Si nosotras rebasábamos ese límite riesgo y exposición... si perdíamos...

¿Saldríamos muertas?

¿Lastimadas?

¿Decepcionadas?

No pude reflexionarlo más. Ya que el tren se detuvo en la estación correspondida, y fue como teletransportarse en dos segundos a un lugar completamente erróneo para mi conocimiento. Sentí una mano en mi muñeca, pude averiguar que se trataba de Bae, sus ojos azules destellaron con emoción, transmitiéndome fuerzas mientras halaba de mí con sutileza hasta bajar.

La estación estaba más que desierta, tan vieja y abandonada que parecía fantasma. Ni siquiera pude contemplar lo desgastado que estaba el suelo porque empezaron a encaminarse hacia una carretera.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora