Capítulo 5

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cinco.

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La sombra que la acompaña.


Luna.

Rose era subjetiva. Al estar cerca de ella me di cuenta en tan solo segundos de que se deja llevar muy fácilmente por sus sentimientos. Si esta triste, molesta, feliz, sorprendida o miedosa se puede percatar al instante. Es algo transparente. Por eso, mientras me contaba acerca de ellos me di cuenta que siente cierto afán hacia el trío más mencionado, según ella, de Gurwell. En cambio, yo, no pude entender el revuelo que causan. Tan solo se trataba de tres chicos apuestos. Solo eso.

Eso creí.

Entré en confianza con ella. Lo cual, al principio se me hizo raro porque yo no soy de socializar mucho. He preferido casi siempre cohibirme y dejar que las cosas fluyan, si se dan, bien por mí y si no, pues no le presto mucha importancia. Sentía que con Rose tendría una nueva amistad.

Una hora.

Una hora tardó en darme el recorrido del instituto y sin embargo aún no terminaba, me sentía agotada pero no mencionaría nada. Parloteaba sobre cualquier cosa, pero era agradable. Y yo aún seguía con mis maletas.

—Aquella área es la de los niños, los de prescolar —señaló. No pude evitar sonreír al ver tantos niños mezclados entre sí. Diferentes razas, nacionalidades y tonos de piel. Era reconfortante ver la unión entre los pequeños, ninguno parecía disgustado con la presencia del otro.

—Son adorables —opiné—, todos parecen muy cómodos con sus compañeros.

—Espera a que lleguen a la secundaria y veras como se odian.

Reí.

Era un área un poco alejada del área de los universitarios. Las mismas fachadas, pero con toques infantiles y una jardinería infante.

—Muchos de esos niños son hermanos de los de último año de secundaria o universitarios, pero pocas veces se les permite verse —comenta Rose mirando embobada como un niño le regala una rosa a una niña castaña. Adorables.

—¿Por qué?

—No lo sé —admite—, supongo que para mantener la concentración en los deberes de los estudiantes.

—Pero... son familia —digo, desconcertada.

—Lo sé.

Rose me hace un ademán con la mano para que la siga. Mi atención viaja al dulce niño rubio que le regaló la rosa a la pequeña. Ese simple gesto siempre me ha parecido romántico, explica más que mil palabras y solo puede significar un sentimiento, amor.

O por lo menos ese es el significado que tenía para mí.

Ese pequeño gesto solo hace que vea una nube de recuerdos abundar mi cabeza como una cortina de humo, dejándome sin aliento. Solo no vayas allí, Luna.

—Hey —llama Rose. Pego un brinquito de sorpresa—. ¿Está todo bien?

—Sí, es solo que... ese niño me parece realmente lindo.

—Sí, lo sé. Será un Romeo —Hace una mueca—, o quizás un mujeriego rompe corazones. Así comienzan.

Nos alejamos del pasillo.

Perfectamente Imperfecto © | Libro 1 [GES] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora