4|Clásico VS. Contemporáneo

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Janesse

Cómo sí fuera un canto angelical que provenía del cielo oí la risa de Timothy. Además de refinado y modesto, era delicado y bello.

—Ya estoy aquí, dudo que se ponga peor sí cantamos un poco con los artistas de rock —la palabra rock en la boca de Timothy no se oía mal pero tampoco parecía común en él—. En menos de diez minutos me estacioné a más de un metro del club para poder ir a pie.

—Cierto —recordó Kenner—. No podemos darle el lujo a los paparazzi de que reconozcan a Timothy y mucho menos a la usurpadora de Jane —bromeó.

—No soy una usurpadora —exigí hacerle saber.

—Ya calla, lo sé. Sólo bromeaba.

—Tus bromas a veces son pésimas, Ken —acotó Timothy.

Un par de minutos vi los enormes edificios que adornan la ciudad, las luces estaban por todas partes. Era muy brillante. El conductor se estacionó frente a un edificio a oscuras donde había muchos autos estacionados. Supongo que era el plan para que nadie de la música clásica descubriera que este era el coche de Timothy Scheider.

—Llegamos —dijo.

Nos bajamos y sólo entonces fui consciente de algo.

—No puedo ir así —casi grito al enterarme de mi vestimenta.

—Te ves linda —apremió Kenner.

—Kenner, tengo un vestido de licra muy corto y un suéter, maquillaje exagerado en mi rostro y mallas...

—Tengo algo que podría quedarte, espera un segundo —Timothy abrió la cochera y sacó una bolsa de alguna tienda cara—. Toma, esto debería quedarte. Estás muy delgada.

A veces sentía que la gente me juzgaba inmediatamente por mi extrema delgadez. Se hacían ideas erróneas sobre mi, y eso no solo me hacía sentir mal, me enfurecía.

—Bueno, gracias... Y la delgadez es culpa de...

—Ya, ya —me interrumpió Kenner —ahora cámbiate.

Entré al coche para quitarme el leopardo y ponerme el cómodo vestido. Era lindo, tenía bolitas blancas y era verde, nada largo ni corto, de tirantes y tenía una abertura entre los pechos. Eso último no me gustó, pero recordé que tenía un prendedor y con eso era suficiente para arreglar ese detalle. Me dejé las zapatillas bajas y bajé del coche.

Me acerqué rápidamente al espejo y me fui quitando el exceso de maquillaje. Había olvidado incluso que tenía decorada la cara con flores dibujadas de algún alineador.

—¿Ya? —Me apresuró Kenner.

Me miré por última vez y decidí que ya estaba lista. Fui con los chicos convencida de que me sentía cómoda.

—Tenemos una fiesta en el club —canturreó Kenner nuevamente dirigiéndose hacía el edificio que estaba a tres metros de nosotros.

—Vamos —me invitó Timothy con esa expresión que podría cautivar a cualquier mujer.

Sin embargo, yo no era una mujer, ni siquiera tenía la misma edad que él. Seguramente es cinco o seis años mayor que yo, y eso que apenas cumplí dieciocho años.

Bufé mentalmente y lo seguí.

—¿Te gusta la gimnasia? —Me preguntó a un metro antes de llegar.

—Claro que me gusta, por eso estoy preparándome para eso —respondí desconfiada.

¿Por qué lo dije desconfiada? Demonios. Miré al frente, donde un hombre grande y robusto y calvo estaba permitiendo la entrada sólo a ciertas personas.

Eternamente Destinados |editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora