19|Para Jane

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Connor

Recuerdo la primera vez que la vi, teníamos quince años, ambos éramos muy callados y solíamos resolver las tareas en silencio y con una prisa increíble. Éramos iguales y al mismo tiempo lejanos. 

Comencé a interesarme en ella cuando un día llegó con su cabello suelto. Era tan largo y ondulado, la hacía lucir completamente diferente. Habíamos iniciado el tercer semestre y todos cambiamos durante el verano. Pero a la que se le notaba el cambio drástico fue a ella. Lucía más encantadora, más hermosa, más feliz. No solo cambió físicamente, sino su personalidad había recibido una frescura. 

Era más amigable, le fue sencillo hacer amigos de la noche a la mañana. Mientras que yo seguía en mi propio mundo, en mi pequeño circulo amistoso en donde mis únicos amigos eran Cati, Arley y Adrik. No solía convivir con el resto de las personas porque me hacían sentir incomodo. Pero cuando ella me habló, mi mundo dio un enorme giro y se quedó de cabeza. 

No tenía pensamientos propios que no se trataran sobre ella. 

Me sentí dichoso cuando me preguntó si tenía un bolígrafo. Me sentí en las nubes cuando ella comenzó a sentarse frente a mi asiento. Presentía que el mundo se movía al ritmo de mi corazón cuando se daba la vuelta para hablarme de cualquier cosa. Y moría en un suspiro cuando me sonreía. Me ahogaba en la estupefacción cuando me miraba con intensidad.

Ella lo cambió todo. 

Mi interés por la música se intensificó cuando descubrí que ella cantaba y componía sus propias canciones. Nos hicimos más cercanos dos meses después de prestarle un bolígrafo. Y comenzamos a cantar juntos tres meses después. Cuando ella superó su pánico escénico. 

Intento no decir su nombre ni en mis pensamientos, porqué estoy seguro que me derrumbaré. 

Con ella cerca de mí pude superar la desaparición de mi mejor amiga, fue menos doloroso y me sentí menos enojado con sus palabras. Para ella, Jane fue una niña especial. 

—Es como si tuvieras la dicha de conocer a un ángel en tu vida —me dijo con su dulce voz, estábamos en la cochera de mi casa esperando a los chicos—. Llegan sin decirlo y nos hacen mejores personas.

Pero entonces solo podía pensar en lo hermosa que lucía mientras hablaba sobre un tema, y me encantaba que fuera muy sincera y linda con sus opiniones respecto a mi amiga infante. Nunca la conoció, pero hablaba como si fuera la mejor persona que alguna vez conoció.

—A veces quisiera que ella estuviera aquí —le dije acariciando la pulsera amarilla que Jane me regaló en mi cumpleaños número doce—. Podría ser pequeña por dos años, pero era lo suficientemente madura para hablar como alguien más grande que nosotros. 

—Ya lo creo, con todo lo que me cuentas de ella, seguro fue una persona excepcional —me sonrió—. Estoy segura que ella debe estar pensando en ti tanto como tu lo haces, seguramente te extraña, y desde luego que te desea lo mejor de la vida todos los días. 

—¿Lo crees?

—No lo creo, lo sé —se levantó del sofá y se acercó al teclado—. Ya sé que debemos hacer —comenzó a jugar con los teclados buscando el inicio de una melodía—. Hagámosle una canción dedicada solo a ella. Algo con lo que pueda recordarte cuando la escuche. 

—¿Para Jane?

—Para Jane.

Sonreí porque me encantaba la forma tan tranquila y especial con las que tomaba las cosas más privadas e intimas de una persona. Tomaba las piezas con delicadeza y formaba un tumulto de emociones enlazadas que podían convertirse en un arco iris, podía imaginarlo todo. 

Eternamente Destinados |editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora