Veintidós.

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Veintidós:

— Es horrible ese, diaj...—Arrugue la nariz mientras fingía una arcada y giraba mi cabeza para no ver como comía su helado, largó una risa y chocó su hombro con el mio, empujandome.—Aguante el de limón.

— El de cereza es mejor.—Alzó su helado del palito y me lo puso en frente de la cara, haciendo burla, me reí y me alejé enseguida

— Soy alérgica a las cerezas.

— Ya se, pero al helado de cereza no.—Dijo obvio, cruzando sus piernas como un indiecito.—Todavía me acuerdo del susto que me hiciste pegar cuando te comiste una cereza, sos re tonta.

— ¡Vos me retaste!—Grité indignada, pegándole en el hombro, formó una "o" con su boca y se sobó el hombro.—No me creías y tuve que comer una para que me creas.

— Es que cómo vas a ser alérgica a al cereza, no seas alérgica y listo.—Giró los ojos divertido, mordiendo un pedazo de su helado de palito que estaba comiendo, ya por el segundo.

— Nunca lo pensé, alto consejo.

— Nadie es mas listo que yo.

Largó una carcajada y yo giré los ojos, comiendo mi helado de limón, mirando el cielo azulado con algunas nubes, me recoste sobre mi mochila, y él imitó mi acción, pegando su cabeza cerca de la mía sin dejar de succionar su helado, me reía de vez en cuando por el ruidito que hacía. Valentín se veía muy lindo, estaba mucho mas lindo.

Le había pegado mucho la madurez, en lo físico, porque en el humor seguía siendo igual de pavo o más, hoy andaba con una chomba con cuadritos blancos, un short azul marino, tenía unos lentes de sol negros y su mandíbula se veía mucho mas marcada y filosa por la barba de algunos días, sus labios rojos y húmedos por el helado que seguía mordisqueando.

Él seguía siendo tan hermoso, tan perfecto.

— ¿Por qué los lentes?—Pregunté poniéndome de costado para verlo mejor, guardando el palito de helado en el bolsillo de mi mochila, y abriendo el otro paquete para seguir comiendo.

Valentín seguía siendo tan adicto por los helados de agua, tenía esta manía de comprar muchos y comérselo todos en una hora.

— La fama cuesta.—Habló acomodándose los lentes negros, me reí girando los ojos y él sonrió.—Son lentes de sol, hay sol, capaz es por eso.

— O saliste y tenés resaca.

— ¿Se nota?—Preguntó preocupado, acomodando su pelo con una mano y viendo hacia mi dirección, me reí y negué con la cabeza, aunque se notaba un poco bastante, cada vez que escuchaba un ruido muy fuerte se retorcía en el pasto de la plaza.

— ¿Por qué viniste? Te hubieses quedado durmiendo.—Habló llevando mis manos a sus lentes y acomodándolos porque estaban chuecos por la posición, los dos de costado, tirados en el pasto mientras comíamos helado.

— Iba a verte, ni a palo me quedaba durmiendo.—Dijo obvio, sentí mi piel cosquillear cuando su mano se posó en mi mejilla, quitando una hojita que tenía.

Largue un suspiro en voz baja y con una de mis manos saqué sus lentes, poniéndolos yo, sonrió achinando sus ojos y haciendo carpita con su mano para verme mejor.

Belleza ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora