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Sus ojos se abrieron lentamente, revelando sus iris amarillas, tan llamativas y atrayentes para cualquiera. Su cuerpo se sentía pesado, no creía tener la fuerza suficiente como para sentarse en la cama en la que se encontraba, menos sintiendo el peso de alguien encima suya, apresándolo.

Se sentía confundido, algo aturdido, lo último que recordaba era un fuerte dolor en su estómago que terminó expandiéndose por todo su cuerpo hasta hacerle caer al suelo, retorciéndose de dolor. Se limito a mirar el techo de mármol, frunciendo ligeramente el ceño, sus recuerdos luego de eso eran borrosos, pero la voz de Luzu resonaba en la oscuridad de sus recuerdos, al igual que sus sollozos, pero luego de eso no recordaba nada más.

Bajo su mirada de a poco para ver que era lo que tenia encima, llevándose la sorpresa de ver a un pequeño castaño y un pequeño pelinegro durmiendo plácidamente encima suya, siendo Cieluzu el que ocupaba todo su pecho y Rodolfo quien recostaba su cabeza sobre su estómago. Una suave sonrisa se formó en sus labios ante aquella escena, sonrisa que se borró a los segundos, llevando lentamente sus brazos a los cuerpos de los niños, sacándoselos de encima suya.

Para cuando los dos menores estuvieron reposando en su cama, llevo sus manos al borde de su sudadera blanca, alzándola a la altura de su estómago, descubriendo entonces que no había ninguna cicatriz ni marca en la zona que recordaba había sido clavada la daga.

No había nada, ni siquiera un rasguño.

¿Qué había pasado? ¿Todo había sido un sueño? No, era imposible, recuerda a la perfección el dolor tan asfixiante, no pudo haber sido un simple sueño, pues estaba junto a sus hijos, cuando anteriormente había estado en la prisión.

Y menuda sorpresa se llevo al ver a Luzu a su lado, descansando igual que sus hijos.

Definitivamente aquel era un sueño, veía imposible la oportunidad de que Luzu hubiera perdonado su estupidez y delito así nada más. Incluso si hubiera tenido la posibilidad, con el odio que le había ganado, fuera más probable que le abandonara en aquella guarida hasta que muriera o por el veneno o por desangrarse.

No, para nada, conoce a Luzu, por mas que cubra u oculte bajo una faceta "Evil" lo que realmente es, siempre dejara a la luz ese lado amable y tierno que todos conocían por salvar a alguien, lo conociera o no, siempre intentaría salvar a los demás.

Dirigió una de sus manos hacia la mejilla del mayor, apartando el cabello de su rostro para luego posarla ahí suavemente, sintiendo su piel mas fría de lo normal contra su propia piel caliente, efecto secundario de la maldición. Fue entonces cuando le vio abrir sus ojos lentamente y como acto de reflejo aparto su mano de ahí, sin despegar sus ojos amarillos de él.

Se sentía extraño y diferente, sus ojos carmesí lucían brillantes, pero le era tan extraño, siente que algo ha cambiado y no sabe si se debe a poder ver al castaño sin su flequillo cubriendo su ojo.

¿Auron...? — murmuró aún adormilado, parpadeando un poco mientras intentaba acostumbrarse a la luz de la mañana, el de mechón rubio tragó grueso, mordiendo su labio inferior un poco antes de dar una leve sonrisa nerviosa.

¿Luzu...? — una pequeña sonrisa encantadora se formó en el rostro del castaño, quien tomó la mano del pelinegro y la acerco a sus labios, besando el dorso de esta antes de hacer que la posará en su mejilla nuevamente, fundiéndose en el calor de esta — Estás.. frío...

El de los ojos carmesí no dijo nada al respecto, sólo negó antes de levantarse lentamente para evitar despertar a los niños, dejando ir la mano del menor para luego, estando de pie, hacerle una seña silenciosa que le indicaba que le siguiera. Auron no dudo en hacerlo, colocándose de pie de igual forma, saliendo ambos de la habitación sin despertar a los dos niños que descansaban en sus camas.

A medida que ambos bajaban por las escaleras, el menor lo sentía todo tan extraño, las cosas seguían en su lugar, las fotografías familiares, todas continuaban en su lugar, nada había cambiado e incluso, todo parecía brillar de lo limpio que se encontraba.

Había pasado meses fuera de casa, encerrado en una prisión donde solo habían insectos asquerosos, barrotes y colores grises que le hacían enloquecer, ni siquiera la parte del pueblo que podía ver detrás de lo barrotes le regreso la cordura en ese tiempo.

Todo era tan confuso, pero no era capaz de hacerle preguntas a Luzu, no cuando recordaba como le ignoraba y ahora lo tenia frente suya, sirviéndose una taza de café mientras tarareaba una muy alegre canción. Su cabeza comenzaba a doler un poco, todo aquello le estaba agobiando y no paraba de sentir que algo estaba muy extraño, pero no sabia el que le molestaba tanto, si la actitud de Luzu, o el no recordar que había sucedido con exactitud.

¿Estás bien, Auroncito? — preguntó con suavidad, dejando su taza de café sobre la mesa, devolviéndose para buscar un vaso de cristal, sacando igualmente una jarra con jugo de naranja que sirvió en el vaso, para dejarlo justo al frente del confundido pelinegro, tan pensativo pero bonito a sus ojos.

Luzu... ¿Pero qué ha pasado? — se atrevió a preguntar finalmente, tomando entre sus manos aquel vaso con jugo dentro, mirándolo mientras frunció el ceño — Lo último que recuerdo es, que ese hombre clavó una daga en mi estómago pero... no tengo nada ahí, ni una herida, ni una marca, nada.

Alzó su mirada al escuchar el silencio del lugar, el castaño no había respondido de inmediato, tomaba con cuidado de su café mientras su mirada estaba baja, parecía haber decaído por un segundo, pero al momento de terminar de tomar un sorbo de su preciado café, se dispuso a sonreír nuevamente, haciendo temblar al pelinegro de mechón amarillo.

No te preocupes, ya todo esta solucionado — fue lo único que dijo sobre el tema, colocándose de pie para volver a acercarse hacia la cocina, como si nada — Has estado dormido por una semana entera, debes tener mucha hambre, ¿No?

Auron quiso volver a preguntar sobre el tema, insistir, pero el rugir de su estomago le indicó que en definitiva, si estaba muriendo de hambre.

¿Una semana entera durmiendo? Joder... Debí parecerme al calvo toxico cuando le toca hibernar — tomó un sorbo de su jugo de naranja, sintiendo la frescura de este y dándose cuenta de lo mucho que la necesitaba, así que de un sorbo, paso a tomarlo todo de golpe, dejando salir un suspiro gustoso al colocar el vaso en la mesa nuevamente — Los niños... ¿Cómo han estado?

Pues... Desde que les conté que tú eres Auron, no se han querido alejar de ti, por lo menos Rodolfo — explicó buscando algunos ingredientes, tanto en la nevera como en la alacena — Cieluzu en cambio, finalmente dejó de llorar, algo que hacia muy frecuente desde que tú... ya sabes — dejo la oración al aire, pero el pelinegro lo había entendido.

Lo lamento... — murmuró, jugando un poco con el vaso entre sus manos mientras miraba la espalda del mayor, quien detuvo todo lo que hacia por unos momentos, girándose a verle con aquellos ojos carmesí que le hacían sentir extraño.

Es como si algo faltara.

Auron, no tienes de que disculparte, todo ha quedado perdonado ya — sonrió para tranquilizar al menor y que dejara de disculparse, no había necesidad para ello, ya no estaba enojado con él — Hasta Fargan te dejo ir por buen comportamiento a pesar de haber matado a...

¿De verdad? — dijo esta vez sorprendido, siendo confirmado por Luzu que asintió a su pregunta, creyó que ahora era un fugitivo de la ley, pero resulta que ya había pagado su condena al parecer y podía volver a la normalidad como si nada.

Estaba retomando su vida ahora e iba en ascenso al fin.

Parents | Luzuplay [Karmaland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora