Capítulo #11

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Mis muslos tienen pequeños tatuajes, prácticamente indescriptibles si no te acercas lo suficiente. Pero Alex solo está enfocado en uno que es lo suficiente grande para llamar la atención de alguien que está a un par de metros de distancia.

―No es nada―me cubro con la mano, fallando en mi objetivo.
Diosa...
―Vete Alex, voy a vestirme para salir con Ian.
―Pero...
―Pero nada, solo necesito unos minutos. Ya sé que es tu habitación.

Alex sale, desconcertado y con muchas dudas. Su mirada fue la de un chico vulnerable, la misma mirada que tuve cuando entré a mi jodida habitación y Jamie estaba enrollado en mi puta cama con Jackie. Sé lo que se siente tener mil preguntas en la cabeza y no tener respuestas.

Trato de no pensar mucho en Alex, pero es imposible. Mi ropa está en su habitación, hizo un espacio en su armario para mí, también en su baño y en su cocina.

Pero ahora lo importante es Ian. Irá conmigo para teñirme el cabello.

Me visto con un simple vestido púrpura con mangas hasta los codos, de largo hasta la rodilla y lo combino con unas botas de pompones, cómodas y suaves aunque solo puedo llevar una. Me recojo el cabello en una cola alta y con mucho maquillaje, trato de cubrir los tatuajes más llamativos.

No es tarea fácil.

Doy un par de golpes a la puerta y Alex llega en seguida, es una señal para llamarlo sin tener que gritar como una loca.

―Estás especialmente guapa hoy―dice cuando sus ojos se deslizan por mi cuerpo.
―Gracias―le regalo una sonrisa.
―Pudiste pedirme a mí que te llevara, no me molesta en absoluto.
―Alex―cojeo hasta estar frente a él―, no soy de cristal. Y ya has hecho mucho por mí, no soy tu responsabilidad. Ahora puedes llevarme hasta el auto, y cuando regrese podemos conversar sobre las preguntas que flotan alrededor de tu cabeza.
―Eres increíble―niega con diversión.

***
―La verdad es que alguien tenía que darle una lección a Gemma―dice Ian sentado en una silla frente a mí.
―Eso no fue una lección, fue un susto. Si vuelve a respirar en mi dirección, sabrá lo que es bueno.
―Estás loca―se ríe―, pudiste lastimarte la mano o empeorar el pie.
―Nunca antes me había fracturado, pero si me he defendido estando muy débil, esto es un ligero raspón en comparación―señalo las vendas.
― ¿A qué te refieres?

Diablos.

―Cuando estaba en bachillerato siempre me hacían bullying. Tenía problemas con chicas más grandes que yo y...
― ¿Te golpeaban? ―sus ojos se agrandan.
―Sí―sonrío―, pero no se iban ilesas. Mi padre me enseñó a pelear.
― ¿Tu padre consentía que les dieras una paliza? ―asiento―Tu padre es el mejor.
―Lo es, siempre me ha apoyado.
―Es momento de lavarte el cabello―me dice la tía de aspecto metalero―, queremos que sea rosa, no verde.

Media hora después, ya tengo el cabello lavado e hidratado. Me hace un sencillo corte en uve y me corta el flequillo. El resultado me gusta bastante y por la expresión de Ian, creo que también.

―Te ves preciosa―me dice a través del espejo. Gira la silla y quedo frente a él.
―Gracias, estimado caballero.
―Me gustaría invitarte a salir, pero lo mejor es que te deje de nuevo en el apartamento, no quiero que Alex me patee el culo por llevarte tarde.
―Alex no es tu padre, ni el mío.
―Pero está coladito por ti, y no quiero ser yo el pobre mortal que pague las consecuencias si algo llegase a pasarte.

De camino, obligo a Ian a parar en Mc. Donald's y pedimos dos helados. Él me ayuda a comerlo, me lo da en la boca para que no me lastime la mano. Es tan amable.

Después de eso, me lleva al apartamento, pero cuando estamos en el parqueadero no llamo a Alex para que venga por mí.

Pienso una y otra vez lo que voy a decir, porque realmente es necesario. Y creo que puedo confiar en Ian.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora