Capítulo #5

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La verdad es que no debería importarme en lo absoluto el estúpido comentario que acaba de decir esta puta barata sobre Alex.

Pero algo en mi interior me empuja a defender mi moral.

― ¿Te hace más mujer divulgar que un tío, quizá con SIDA o papiloma te mete el pito después de habérselo metido a otra?
― ¡Verónica! ―me riñe Steph, pero en este punto su opinión es irrelevante.
― ¿Es eso? ¿Te sientes más mujer? El hecho que un tío use tu nombre de bandera para hacerse el más popular, el de la lista más larga, el más codiciado, el más macho, ¿eso te hace sentir más mujer?
―Verónica, para.
―No, no. Ella se siente orgullosa de eso―doy tres palmadas para enfatizar mi sarcasmo.
―Tú no te hagas la santurrona, sé que desearías que Alex te prestara tanta atención como a mí.

No sé en qué momento he llegado hasta pocos centímetros de su rostro, para reírme como si me hubiese contado el chiste más gracioso del mundo.

―No seas estúpida. Solo quiero darte un consejo, puedes tirar con el chico que quieras, si eso te hace sentir más mujer, claro. Pero por favor, no te metas conmigo, tú no sabes quién soy yo.

Una sonrisa malvada acompañada de una ceja enarcada, se forma en el rostro de la estúpida que tengo en frente de mí. Yo por el contrario, sonrío con dulzura y le palmeo la cabeza.

Pobre mortal.

Cuando volvemos a la mesa, los chicos hablan de deportes y se detienen cuando nos sentamos. Yo bajo mi cabeza, de forma que tal vez, pase desapercibida, pero Alex con lo intenso que es, no me deja estar.

― ¿A dónde te gustaría ir para nuestra cita?

Trevor escupe el agua que estaba tomando y Stephie se atraganta con una de sus galletas integrales. Yo siento que la vergüenza me carcome.

―Por favor, no digas eso en voz alta―susurro.
― ¿Te avergüenzas de mí, Diosa? ―pregunta en un tono ofendido.
―A penas te conozco, yo soy la nueva aquí―respondo sin mirarlo.

En pocos minutos, aparece la rubia, la cual debería saber su nombre para dejar de llamarla así. Ella hace un intento de sentarse en las piernas de Alex, pero él se queja y con sutileza la empuja para que tome asiento en la silla a su lado.

― ¿A dónde me llevarás hoy, Alex? ―pregunta enroscando las puntas de su cabello en su dedo índice.
―No tengo planes contigo, Gemma―levanto la mirada y él me observa.
―Podemos solo inventar planes.
―No, yo tengo planes. Pero no contigo.

¡Toma esa!

― ¿Entonces?
―No es de tu incumbencia.

Dice sus frases sin dejar de mirarme, me guiña el ojo para luego levantarse e irse. Vaya momento más incómodo.

El resto de la semana es una mierda, entre trabajos que hago sobre la marcha, Alex todo el tiempo tras de mí y Gemma molestando, no es sencillo no dejar salir a Roney de vez en cuando.

El jueves, tal como lo prometió, Alex entra al salón con sus bravucones amigos y una pancarta de dos metros, pidiéndole disculpas a Ian por ser un gilipollas. Literalmente la pancarta dice: Ian, perdóname por ser un gilipollas. Sonrío satisfecha, pero mi sonrisa se borra al saber lo que eso significaba.

Llega el viernes después de clases y con mucha insistencia, logramos hacer que Ian aceptara ir de compra con Stephie y conmigo para su cambio de imagen.

―Esta tienda es muy cara, no podría permitirme ni un par de calzones―dice en cada tienda del centro comercial.
―No te preocupes. Toma esto como el pago por el mal rato que te hizo pasar el gilipollas de Alex―le digo cuando ya mi paciencia está tocando el límite.
―Venga, Ian. Ron… Verónica tiene dinero para esto y mucho más. Acepta el regalo.
―Mal rato pasó él―se ríe―con eso de las disculpas públicas.
―Se lo merecía—digo, recordando el momento.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora