Capítulo #1

1K 68 35
                                    

Con el corazón latiendo en mi pecho a mil por hora, trato de regular mi respiración para no demostrar el manojo de nervios que estoy hecha.

―La Diosa celestial que me visita en sueños cada noche.

Cuando dice tal estupidez, siento que quiero golpearlo de nuevo, cosa que parece transmitir mi mirada, porque retrocede un poco.

― ¿En serio quieres que te mate?

―Si tú eres el infierno, hazme cenizas―dice, con lo que imagino, es su sonrisa más cautivadora.

―Tus estúpidos piropos, por no decir asquerosos de mierda, no surten efecto.

Cojo mi cartera de la silla, Stephie solo con mirarme sabe que es momento de irnos. Le ofrezco la sonrisa más sincera que puedo a Ian y le prometo que pronto nos veremos.

Al llegar a nuestra habitación, Stephanie se ve diferente. Parece enojada, ella que difícilmente se enoja. Tira los zapatos en cualquier lado, deja su cartera en mi cama y se recoge el cabello de forma desordenada, nada propio de ella.

―Anda, escupe ya―la aliento mientras me quito las sandalias sentada en mi cama.

―No sé a qué te refieres―responde en un tono demasiado hostil para ser ella.

―Sé que está enojada, te conozco como si fueras la mugre de mis uñas.

Stephanie suspira y se planta en frente de mí con los brazos cruzados.

― ¿Cómo pretendes tener una vida normal si le andas pegando al primer tío que ves en la calle?

― ¿Si estas consciente que se lo merecía? ―junto las cejas.

―Tal vez sí, tal vez no. No somos las encargadas de la justicia, Roney.

Yo sé que ella tiene razón. Pero no puedo luchar contra ese sentimiento de golpear idiotas.

―Lo siento―digo y bajo la cabeza.

―Oye oye oye... no hagas eso―se inclina, me coge por la barbilla y me levanta el rostro―, no tienes que humillarte así, simplemente...

Vocifera un gruñido de exasperación.

»No te fijaste, Roney. Habían cámaras en cada esquina ¿te imaginas que los de seguridad, gilipollas como lo son, vean la filmación una y otra vez hasta que tu rostro se les haga familiar?

― ¡¿Qué?! ―mi corazón. Me levanto de la cama de un salto.

―Sí, como lo oyes. No quiero luchar contra tu naturaleza de querer asestarle golpes a las injusticias, pero ojalá tuvieras más cuidado. Y no me digas: ¿Por qué no me detuviste?, porque sabes que no podría hacerlo.

― ¿En serio habían cámaras?

―De todo lo que te he dicho, ¿es solo eso lo que te importa? Que te den.

Stephanie se va a su lado de la habitación, patea y tira algunas cosas, para luego acostarse. Si algo he aprendido a lo largo de casi catorce años de amistad, es que no puedo dejar que se duerma enojada conmigo.

Así que hablo de un tema que sé, la enloquece.

―Cuéntame, ¿qué tal Trevor?

Trevor es el novio de Stephie y sé que se muere por verlo mañana. El silencio impera por casi cinco minutos, en los que aprovecho para quitarme los anteojos, guardar las lentillas, soltarme la trenza del cabello y cambiarme ropa. El verano en serio hará que me derrita del calor.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora