Capítulo #20

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Seguro que no soy la persona más inteligente ni astuta del mundo. Lo único que sé hacer es encajar buenos puñetazos y tanto tiempo sin entrenamiento me hace dudar de mis habilidades.

Y juro que quisiera tener madurez emocional para poder afrontar estas situaciones de la vida “cotidiana” para una joven común y corriente.

Porque es exactamente lo que soy, una chica común y corriente.

Fuera de ser Roney, tenía un nombre normal. No era una celebridad y no tenía dinero para comer.

Pero llegó mi padre Jonah Carter a mi vida, me adoptó de una forma no muy legal que se diga, pero lo hizo para darme una mejor calidad de existir.

Yo huí porque sentía ese lugar lejos de mi verdadera esencia. Es verdad que los lujos sesgan a cualquier niña que no tiene nada, pero llega un punto, y de verdad llega, donde nada de eso satisface.

Hay gente que piensa: ¿En serio? ¿Quién se aburre del dinero?

¿La respuesta?: Yo.

El dinero me lo daba todo, me lo sigue dando porque conservo las cuentas bancarias de Roney, pero antes no me daba la libertad que tengo siendo Verónica.

Y creo que lo más sensato es decirle la verdad a Alex.

Darle una oportunidad de demostrarme que es diferente a Jamie, que en serio daría y haría cualquier cosa por mí. Por mí, por ser yo y no por ser Roney.

No por haber tenido una charla acalorada con Carter y su Glock de oro macizo. No quiero que se ate a mí, quiero que me quiera por la simple mortal que soy.

Luego está Ian, con todo su apoyo incondicional y su ligera atracción hacia mí. Él no me gusta, no de esa manera. Me agrada mucho y no quisiera perder su amistad.

Ahí está mi estabilidad emocional, dividida entre: un padre poderoso, un ex-novio infiel, una amiga que pasa más tiempo con su novio que conmigo, el chico malo que no me conviene y el chico bueno que sí me conviene pero que no me gusta.

Ah, claro. Y dos vidas simultáneas.

Después del beso con Alex, no podía dejar de pensar en él. Fui el rumor de la cafetería ese día y los próximos.

Fue la última semana de clases y me sentí bastante extraña, muchas miradas sobre mí, sobre todo la de Gemma, y con ella me decía: “te voy a destruir, perra”.

Luego estaba eso de súper sobre-atención de la profesora Fitzgerald y sus felicitaciones por mi manuscrito. Eso fue extraño, lo admito. No hacía más que mirarla como si estuviera drogada y le saliera una extremidad de más.

Como acordé con el rector, subí la cuota por guardar mi secreto. Estuvo satisfecho y contento que fuera a Nevada, de esa manera, estaría más segura la reputación de la universidad.

Mi prueba vocacional dio como resultado tres opciones: leyes (esta me la esperaba), ciencias políticas (no me veo siendo una política importante) y administración de empresas. Me parece tentadora.

Así es como llegamos a hoy.

Carter cambió los planes, en lugar de viajar en primera clase, viajaremos en clase exclusiva.

Resulta que envió el jet privado a buscarnos, por temor a que algo me pasara en un vulgar avión de agencia.

Los nervios y la tensión se sienten en el aire mientras esperamos a que guarden nuestras maletas.

El piloto me reconoce, así como mi guardaespaldas personal (extraño sería que no) y el mozo. Los tres se inclinan al verme. Juro que mis ojos casi saltan de mis órbitas.

Luego de guardar el equipaje, nos revisan con la máquina detectora de metales, los cinco pasamos tranquilamente. Dejé de usar los piercings hace meses.

Subimos con cuidado al jet, sin decir una palabra. Luego Ian, Trevor y Alex se sorprenden notablemente con los lujos en el interior del avión.

Las paredes parecen estar cubiertas con una especie de tela hecha de nubes, color melocotón, al igual que los asientos en un lindo cuero ecológico. Sin mencionar la TV, las laptops ultra finas, las luces decorando todo en la medida correcta.

Parece que respiramos puro lujo.

― ¿Acaso tu padre es un súper narco de cartel más grande de Estados Unidos? ―pregunta Ian con diversión.
―No―respondo yo con una falsa risa, aunque suena más a una pregunta que una afirmación―. Es solo el administrador del

Apuesto que si los tres chicos hubiesen tenido una bebida, la hubiesen escupido de nuevo en la copa. Menos mal que no les dije que es el dueño de todos los Releven

― ¡¿El Releven?! ¡Existen once de esos en el mundo! ―Trevor parece que alucina.
―Lo sé, mi padre vive en uno.
―Joder Verónica. No sabía que eras millonaria―más de lo que crees, jeje.
―No seas idiota―ruedo los ojos.

El mozo nos indica que tomemos asiento para dar las indicaciones, lo hace en inglés, en castellano, en italiano y en lenguaje de señas. Resulta bastante interesante.

Pronto anuncian el despegue y la importancia de mantenernos en nuestros asientos mientras no haya estabilidad.

A mi lado está Alex, coloca su mano en mi rodilla y reclina el asiento, aún cuando sugirieron no hacerlo.

Trevor está unos asientos más atrás con Stephie e Ian permanece justo adelante devorando algún libro.

Cerca de veinte minutos más tarde, Alex levanta el reposa manos y tira de mi cuerpo sobre el suyo. Me acurruco en su pecho, sintiendo el latido de su corazón y su respiración agitada.

―Ssshhh―acaricio su pecho con suavidad hasta que su respiración se acompasa a un ritmo más estable. Alex me besa la coronilla por encima del gorro de lana.

Aunque el viaje no es tan largo, decido que no está mal dormir un rato. Aunque pudiera pedir al mozo que preparara la camilla, prefiero quedarme en los brazos de Alex.

Nos ofrecen comida y bebida, pero quiero llegar sobria a casa.

Alex tararea alguna canción que desconozco, probablemente porque es en italiano, y me pierdo en sus roncas notas musicales.

¿Por qué estás tan feliz, Vicky? ―le pregunto a la niña sentada a mi lado.

Estamos en un muelle, observando el atardecer a la vez que mojamos nuestros pies en la playa. Ella se nota genuinamente feliz. Veo como sus ojitos azules brillan.

―Porque vuelves a casa y eso significa que estaremos juntas.
―Oh, claro.

Es difícil explicarle a una niña (aunque seas tú misma) que en realidad habla consigo misma, solo que unos años mayor. Así que finjo que ella tiene razón.

Miro al horizonte, como el sol se va escondiendo en el mar. Aún le falta más de la mitad, pero se ve hermoso el tinte natural.

Cuando vuelvo la vista a Vicky, ella usa unas gafas de sol.

» ¿Por qué llevas gafas?
―Así nadie puede ver mis ojos desorbitados.
― ¿Eh? ―junto las cejas.
―No puedo ver―dice con total normalidad.
―No entiendo, yo puedo ver ¿por qué tú no?
―Porque tú eres tú y yo soy yo. Sería muy extraño y hasta tenebroso, hablar con tu mismo reflejo.

Enuncio una risa, pero sin nada de gracia. Vicky después de todo es una niña de unos cinco o seis años.

―Estoy asustada―confieso, desviando la mirada al horizonte.
―Sí, es normal. Yo me asusto a veces. Pero cuando pienso en ti y te siento cerca, me siento segura.
―A veces desearía que estuvieras más cerca.
―Pronto lo estaremos. Lo siento aquí―toca su pecho, justo en el lado de su corazón.
― ¿Victoria? ―pregunto de repente, volviendo a las palabras de la profesora Fitzgerald.
―Ese es mi nombre.

Todo comienza a dar vueltas en mi cabeza. No puede ser. Esta niña es idéntica a mí cuando era pequeña. Podría jurar que soy  yo. Pero… mi nombre no es Victoria.

― ¿Eres mi hermana? ―tanteo terreno. Ella sonríe sin mirarme.
―Pensé que nunca lo descubrirías.

Siento la cama dura bajo de mí, a pesar del clima, siento que sudo como un puerco. Abro los ojos y trato de recordar dónde estoy.

Camino a casa.

No estoy en una cama, estoy sobre el cuerpo de Alex. Mi respiración es muy agitada, siento mi corazón latir desbocado al punto de querer escapar de mi pecho y unas intensas ganas de llorar.

―Ssshhh―Alex me acaricia el cabello―fue solo una pesadilla, estoy aquí. Nada va a pasarte, Diosa.

Y todo lo que puedo pensar es que tengo una hermana.

Alex toma mi barbilla en sus dedos, haciéndome mirarlo a lo ojos. Siento como su aliento rebota en mi cara y calienta mi piel.

Aún estoy asustada por mi sueño. Debo estar traumada o algo, es imposible que yo tenga una hermana y que Carter no me lo haya dicho. Y que Fitzgerald lo sepa.

De nuevo siento como el corazón late a toda prisa en mi pecho. Una sutil carcajada sale desde la garganta de Alex.

»Tu corazón tiene mucha energía, podría latir por dos personas al mismo tiempo.

No me pierdo de su sonrisa con dientes perlados y el brillo de sus ojos.

―Tengo miedo―admito.
―Solo fue un sueño, Diosa. En mis brazos, jamás te sucederá nada malo― deposita un casto beso en mi frente y me recuesta de nuevo en su pecho.

Pronto llegamos a nuestro destino donde nos espera una limusina negra que deja a los chicos alucinando. También puedo ver como Stephanie se pone nerviosa. Alguna vez me comentó lo que Trevor piensa de la gente adinerada.

Y no son cosas agradables.

Los ricos hacen su fortuna a fuerza de los pobres”, lo escuché una vez.

Aunque en el fondo siento que una chica adinerada jugó con su corazón.

―Hay algo que no nos estás diciendo, Verónica―dice Trevor justo cuando pasa por mi lado.

Stephie y yo compartimos miradas de incomodidad.

Tienes que decirle―gesticulo en su dirección.
Lo sé―contesta.

Entramos en la limo mientras Morgan (mi escolta) se encarga del equipaje. El camino es largo y silencioso, todos estamos nerviosos. Yo en especial.

Los vidrios son ahumados, tampoco podemos ver para afuera y todo es por seguridad.

Al llegar, Morgan abre la puerta para dejarnos salir y nos ayuda en el proceso a Stephie y a mí, los cinco visualizamos la enorme entrada de la mansión y justo en la puerta, un hombre trajeado, ligeramente rubio, alto y fornido.

Carter.

Camina hacia nosotros con paso determinado. Lo primero que hace luego de posar sus ojos en mí, es abrazarme.

―Mi pequeña ha vuelto a casa.
―Padre.

No le correspondo el abrazo, aunque en el fondo quiero hacerlo. Extrañaba su calidez, su aroma y la protección que siento a su lado.

Pronto se separa de mí y pone atención en mis invitados.

―Stephanie―asiente en dirección a ella.
―Señor―le responde.
―Y ustedes deben ser…
―Ian―tiende su mano, Carter la estrecha―un placer.
―Trevor―repite el proceso.
―Alex―pero Carter lo evalúa antes de estrechar su mano.
―Un placer, chicos. Yo soy C.J. Nada de señor o algo parecido. Las puertas de nuestra humilde morada están abiertas para ustedes. Espero que disfruten su estadía.

»Bergson les indicará donde se alojarán y luego les dará un pequeño tour. Te veo en mi oficina, pequeña.

Y sin más, se da la vuelta y se va. Bergson aparece unos segundos después, me ofrece una sonrisa seguido de una inclinación.

Con mis piernas temblando entre los nervios y el frío, entramos a la mansión. La sorpresa es más grande cuando veo carteles, globos y luces que rezan: “Bienvenida a casa, princesa

Mi corazón se detiene cuando gritan al unísono “Bienvenida”, reconozco a los escoltas, personal de cocina, personal de limpieza y Felicity. Pero luego se abren dejando un hueco en el medio, dejando ver a mis antiguos amigos.

El primero en dar un paso al frente es Jamie, y ya no sé si estoy viva, pero me siento petrificada cuando, sin mediarlo, planta un beso nada inocente en mis labios.

Su agarre en mi cintura es fuerte y decidido, hasta que mis pies no tocan tierra lo que vuelve  notable la diferencia de altura entre él y yo.

Cuando me deja de nuevo en el suelo, me mira a los ojos y sonríe.

―Realmente te hemos extrañado, princesa.
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Sucristo! Alguien se imagina la cara de Alex? Estoy sudando frío.

Inserten sus opiniones en este mismo instante.

Qué creen que pasará en el próximo capítulo?

Vamos por mitad de camino, señoras y señores.

Gracias por haber llegado hasta aquí y en serio espero que continúen esta travesía conmigo.

Muchos besitos para nada inocentes jeje 😏

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