Capítulo #30 (maratón 2/2)

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Los siguientes días fueron más placenteros: Megan desapareció de nuestras vidas, quizá para siempre. Carter no quiso decirme nada más que "Eso está arreglado". Estuve bien con eso.

Saber que esa arpía al fin salió de nuestras vidas alivia mucho mis tensiones. Sin embargo, mi relación con Carter es... distante en comparación a como lo era antes.

La idea de mi mejor amiga y mi padre en la misma cama no es algo que me emociona demasiado. Ya no sé en qué parte nuestra amistad fue real y en qué parte solo estaba conmigo por estar cerca de Carter.

La evité todo lo que pude en la mansión, rumores se corrían sobre nuestra distancia pero ninguno daba en el blanco.

Pasé más tiempo con Alex y Bobbo, la familia de Alex se fue a Italia antes del día de Reyes. Disfrutaron tanto con nosotros, prepararon comida italiana, nos enseñaron sobre su cultura, paseamos un par de veces cuando no estaba nevando. Realmente la pasamos bien y no fuimos a Italia, pero prometimos hacerlo en la semana de vacaciones más cercana.

Trevor, Ian, Alex y yo regresamos a California. Stephanie decidió quedarse con sus padres (es lo que nos dijo, yo sabía perfectamente que no era así). Victoria se quedó en la mansión e hice jurar a todos que la trataría bien. Felicity me aseguró que así sería.

Tuve una larga charla con mi hermana, le dije que mantuviera el contacto conmigo y que pronto nada nos separaría, pero debía arreglar muchas cosas en California antes de establecer una vida normal.

Normal.

¿Qué se supone que es normal?

Ahora que Alex sabe mis orígenes, no era necesario ocultar el dinero ni mis gustos refinados, aunque trato de controlarme.

Compré un piso un tanto retirado del campus, modesto pero con varias habitaciones. Alex me ayudó a mudarme, a trasladar mis cajas. Decoramos un poco aunque ya venía amoblado.

―Mañana volvemos a clases, Diosa.
―Y nunca había deseado tanto regresar a mi vida.

Ambos estamos recostados en el sillón, viendo la lista de películas en Netflix, sin mucho que llame nuestra atención.

―No es a eso a lo que me refiero.
―Lo sé―cierro la pantalla de la laptop―. Dame tiempo Alex, siento que a pesar de tu promesa, te irás tan lejos como puedas al saber la verdad.
―No me iré a ningún lado, soy un hombre de palabra.
―Lo sé, solo dame esta semana. Te prometo que el viernes, al salir de clases te estaré esperando aquí sin ningún disfraz.
―Comienza a ser inquietante.
―No es fácil para mí. Eres la primera persona con la que he querido ser honesta en toda mi vida, pero no es tan sencillo sabiendo todo lo que arriesgo.
―Confía un poco en mí.
―Lo hago, italiano. Lo hago.

Como todas las noches, Alex vuelve a su piso con Trevor. Quedarse conmigo es un reto con meta en la tentación y definitivamente no es el momento. Quiero disfrutar lo más que se pueda de su compañía, de su dulzura, de los momentos fantásticos que me regala sin pedir nada a cambio.

Antes que todo se acabe. Sé que así será.

A la mañana siguiente, termino de aplicar el maquillaje especial que Mel perfeccionó para poder usarlo y vaya que aprendí como hacerlo. Eso me ha dado un poco de libertad respecto a vestirme. Puedo elegir casi cualquier cosa sin miedo a que se me vean los tatuajes.

Sin embargo, aún hace frío así que los abrigos siguen en mi armario.

Al llegar a la universidad, me topo en la entrada con la profesora Fitzgerald quien me regala una sonrisa amable y siento que mis gafas se han empañado porque no me creo lo que veo.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora