Capitulo #38

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Mi corazón late con mucha fuerza cuando Jamie usa su cuerpo como una especie de fortaleza entre Alex y yo.

Coloco mi mano en su hombro y le pido que se calme pero parece no escucharme.

―Supongo que tendré que golpearte―le responde Alex.
―Oh no, aquí nadie va a golpear a nadie.

Entonces Jamie vocifera una carcajada amarga, como si lo que acabara de decir Alex fuera la cosa más ridícula que había escuchado jamás.

―Mira, italiano… en esta mansión todos tenemos entrenamiento militar. Eso significa que puedo volverte mierda con solo mi dedo meñique. No tientes a la suerte, por favor.
―Serán ustedes los que salgan heridos como no dejen  la idiotez―me coloco frente a Jamie―deja de ser tan imbécil. Vete, necesito hablar con Alex.
―Yo también vivo aquí y me apetece mucho quedarme.

Me muestra su sonrisa más malvada, esa que en algún momento me pareció interesante y excitante. Y quizá aún me lo parezca, pero no viene al caso.

»En todo caso, quiero ver como toma tu novio las buenas nuevas―se sienta en una silla reclinable y coloca sus manos tras su cabeza.
―Veo que sigues siendo el mismo idiota que dejé un año atrás―ruedo los ojos.

Envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo y camino hecha una furia en dirección a mi habitación. Alex me sigue a una distancia prudente, aunque no estoy enojada con él. Al llegar, toma asiento en la cama y yo me quedo recostada contra la puerta.

―Entonces… ¿las buenas nuevas?―inquiere.
―Eh sí―permanezco con los brazos cruzados en mi pecho―, es un poco egoísta pero tomé mi decisión. Si de verdad me amas, me apoyarás y te quedarás a mi lado.

»De no ser así,  hay un jet esperando por ti para llevarte a donde quieras.
―Me estás asustando, Diosa.
―Alex… seguiré los pasos de mi padre―sus ojos fijos en mí.
― ¿Es un chiste?―niego― ¿Estás loca? ¿Estás consciente de lo que estás diciendo?
―Soy consciente de mi decisión.

Se pone de pie y viene en mi búsqueda. Su mano acuna mi mejilla sin apartar el contacto visual. Los ojos azules que más me gustan en el universo no me miran con amor, ni con ternura.

―Te amo, Ángeles. Te amo más que nada en el mundo. Pero no puedo…
―Es totalmente comprensible―susurro sin dejar de mirarlo―, cuando gustes, recoges tus cosas y el jet te llevará cual sea tu destino.
―Mi destino es a tu lado.
―Claramente no―sus labios se acercan tanto a los míos que respiro su aliento.
―No puedo imaginar besar otros labios que no sean los tuyos, ni tocar otra piel, ni dormir en otros brazos―roza sus labios con los míos en un toque inocente.
―Aprenderás a vivir con ello.

Trago grueso, mis ojos se cierran ante la pesadez del momento y su otra mano se cuela en mi cintura para atraerme más hacia su cuerpo.

―Podemos tener una vida mejor. Juntos―besa mi cuello, mi corazón se acelera.
―Mis planes son…―me detengo cuando succiona una parte sensible―son… son buenos.
―No lo pongo en duda, pero no es lo que quiero para nosotros.
―No tengo otra opción―pronto su dureza roza mi abdomen.
―Yo. Haré que funcione, te daré todo lo que necesitas. Te daré amor.

El choque de su aliento contra mi piel me envía escalofríos constantes, haciéndome perder la noción del tiempo, del espacio y de mis ideas. Cuando no respondo nada, sus labios buscan los míos y sus manos enroscan mis piernas alrededor de su cintura.

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―Esto no cambia nada―susurro, cansada del ejercicio en la cama.
―Quizá solo fue mi forma de despedirme―dice y deja un camino de besos en mi hombro.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora