Capítulo #13

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¿Qué se hace en un momento así y por qué mi cuerpo no reacciona? ¿O es mi mente? Está nublada por el azul que atraviesa mis lentillas marrones.

―Ahora es momento de lavarte las manos.
― ¿Qué? ―Alex me levanta en sus brazos y me lleva hasta el baño.

El baño de chicas, en serio.

―Hola, tías guapas. No quiero interrumpirlas, pero esta preciosura no puede caminar y alguien tiene que ayudarla. Todas preciosas, pero mis ojos ya están ocupados por alguien.

Jesús. Me cubro el rostro con los antebrazos ya que las manos no puedo usarlas en este momento.

Alex me deposita encima del lavamanos (mi lugar favorito para sentarme en los baños públicos) y me ayuda a lavarme las manos. Cabe destacar que muchos pares de ojos no nos pierden de vista, hasta que me he secado y nos hemos ido del baño.

―Estás loco―ruedo los ojos―. Todos nos miran.
―No seas exagerada―me deja de nuevo en mi silla―. Ahora abre la cajita.

No se sienta de nuevo, me mira desde su perfecta altura mientras con mucho cuidado tomo la cajita y limpio los restos de helado con la servilleta. Al abrirla, mi sorpresa es enorme cuando mis ojos ven un collar y un anillo.

Con un delfín.

»He visto como te levantas a media madrugada solo para ver los jodidos documentales de delfines en el canal de los animales…
―Animal Planet―digo con una enorme sonrisa.
―Eso. Solo ves el de los delfines, así que imagino que te gustan mucho.
―Me encanta―, toco el dije de plata con adoración.
― ¿Me permites? ―Alex extiende su mano y asiento.

Coge la cajita y toma primero el collar. En un rápido y hábil movimiento, me lo coloca. Me acomodo el cabello y admiro el colgante. Luego coge el anillo, toma mi mano derecha y lo coloca justo en mi dedo índice, hasta el nudillo.

―Es perfecto.
―Tú eres perfecta.

Ya perdí la cuenta de las veces que me he congelado más que el helado. El calor sube hasta mis mejillas, siento como se tornan rojas de la vergüenza.

―Vale―carraspeo―muy lindo el detalle. Muchas gracias Alex.
―Mereces más, mucho más.
―No lo creo―respondo, bajando la cabeza.
―Oye―coge mi barbilla entre su pulgar e índice y me obliga a mirarlo―. No he conocido tía más dulce y tierna en el tiempo que tengo de vida. Sé que estoy ante un ser humano noble, honesto, humilde y que no le haría daño a nadie.

Joder.

― ¿Por casualidad conoces a Joe?―pregunto de la nada, solo por cambiar el tema.
― ¿Joe? ―la confusión es evidente en su rostro.
―Sí, es… nada. Olvídalo.
― ¿Estás segura?
―Sí, Josh―digo otro nombre al azar.
―Soy Alex, no Josh ¿te sientes bien?
―Sí―sacudo la cabeza―, creo que deberíamos regresar. Comienza a doler mi pierna.
―Oh, sí. Vale, nos vamos.

Alex me carga en sus brazos hasta el auto. Nuestro sábado termina tranquilo, en lo posible sin tocar el tema de la cita.

Pronto llegan los días de clases y el protocolo sigue siendo el mismo, Alex me lleva a todos lados en sus brazos, pero no me siento incómoda. Es como que ya se acostumbraron a vernos así.

Sin embargo, los chicos no han dejado de tratar de acercarse a mí, entre ellos reconozco al que se estaba peleando con Alex el sábado. En mi celular guardo su nombre: John Stevens.

En el apartamento lo investigo un poco para saber a qué me enfrento antes de darle su lección. Me quedan solo unos días con el yeso, así que Verónica volverá.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora