Capítulo #12

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Mis ojos disfrutan vagamente de las vistas, dos tíos que están muy buenos, se pelean porque uno de ellos fue tremendamente estúpido al intentar ofenderme. Claro que yo pudiera hacerme cargo, pero no está tan mal ser la damisela en apuros de vez en cuando.

Mientras Alex recibe algunos puños menos que su contrincante, llegan dos guardias de seguridad que con mucho esfuerzo los obligan a separarse.

El otro tío, sea cual sea su nombre, refleja la derrota en su rostro, sobre todo por el labio partido, el ojo morado y la nariz sangrando. Alex tiene un ligero corte en la ceja que también gotea sangre, pero su mirada no demuestra derrota.

―Joder, Alex―digo cuando se sienta―. Cuando me quiten este yeso, van a tener que ponérselo a él.
―Te ofendió, Diosa. No podía quedarme de brazos cruzados.
―Sé defenderme―digo sin mirarlo a los ojos, buscando algo para curarlo en mi cartera.
―Estamos comenzando de nuevo, Diosa. Desearía hacer las cosas bien contigo una sola vez.
―Vale, mueve la silla justo en frente de mí.

Como buen chico, obedece. En mi cartera hay implementos para curar, alcohol, algodón y curitas, porque Carter siempre me decía lo importante que era estar preparada. Podían intentar herirme en la calle y los servicios de emergencia pueden llegar a ser muy deficientes. Entonces me enseñó a curar mis heridas físicas.

Pero nunca me preparó para las emocionales.

Cojo a Alex por la barbilla y limpio la sangre que corre de su frente, por su mejilla hasta el cuello. Hace muecas de dolor que en mi interior disfruto. Yo le estoy haciendo sentir dolor. Luego es más fuerte cuando le paso el alcohol por la herida abierta.

Presiono con fuerza para que salga la sangre y limpio los restos de residuos. Para finalizar, le coloco una bandita y listo.

―Eres malvada―se queja―me ha dolido un montón.
―Soy la mejor en eso.
―Eres la mejor ocultando cosas.

Llega una camarera y se lleva las cosas que usé para limpiar las heridas, sutilmente limpia la mesa y se va.

―Tienes tres preguntas, pero solo tres. Las responderé con total honestidad, así que piénsalas bien.
―Insisto, eres malvada.
―Lo sé.

Alex se queda unos minutos pensativo, supongo que buscando las tres preguntas que más desea que responda. Yo mientras, le hago señas a la camarera y pido una hamburguesa triple con mucha grasa. Él también pide una.

Admito que esta es una de las libertades que más me gusta de no estar en la mansión. He podido comer toda la grasa que quiero, sin embargo, necesito apuntarme a un gimnasio y es lo primero que haré al salir del yeso.

Lo segundo.

Lo primero será darle una lección al gilipollas que se ha atrevido a ofenderme.

―Tres preguntas son muy pocas―dice de repente.
―Tómalo o déjalo.
―Bien, ¿qué te hizo el gilipollas de tu ex para que estés tan cerrada a enamorarte de nuevo?

Eso no me lo esperaba.

De tantas cosas que puede preguntar, con tan limitada cantidad de preguntas, sale con eso.

Algunas imágenes de ese día vuelan a mi mente y no es hasta que Alex chasquea los dedos frente a mi rostro que regreso a la realidad.

―Se acostó con una amiga. No es Stephanie, ella no es así. En casa éramos un grupo de siete amigos, entre ellos estaban Jackie y J.J. Un día, llegué antes del entrenamiento, subí a mi habitación corriendo para ducharme y ellos estaban ahí. En mi cama.
―Joder.
―Sí. Ojalá me hubiese enterado antes de tatuarme nuestro símbolo de amor, pero ya lo arreglaré cuando vuelva a casa.
―Realmente lamento que te hayan jodido de esa manera, no me creo que haya sido capaz de hacerlo. Eres dulce, ingeniosa, preciosa, tierna ¿Qué tiene esa tal Jackie que no tengas tú?
― ¿Es esa tu segunda pregunta?
―No.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora