Capítulo #15

392 34 6
                                    

Hace un par de semanas, Alex comenzó a hacerme la comida. Siguiendo tips saludables de internet, tutoriales de cocina, sugerencias de influencers y demás, ha conseguido alimentarme de forma balanceada.

Yo no lo hago por una simple razón: no sé cocinar.

Mi padre me enseñó muchas cosas, pero jamás a cocinar. No resulta relevante cuando tienes un arsenal de empleados a tu disposición las veinticuatro horas del día.

Pero Alex es italiano, y no quiero generalizar, pero parece que ellos nacen con el gen de Máster Chef.

Ambos estamos sentados en la isla de su apartamento, desayunando.

―Diosa…―Alex llama mi atención.
― ¿Sí? ―bebo un poco de agua y lo miro atentamente.
―Sé que no te gustan las fiestas―niego, sabiendo por dónde viene el tema.
―No.
―No me dejaste terminar―se queja un poco triste.
―Sabes que no iré, así como no fui a ninguna de las fiestas durante el resto del año.
―Es la última del año.
―Gracias a Dios.
―Por favor―suplica, se planta en frente de mí y se arrodilla.
―No hagas eso Alex, no lo vas a lograr.

****
Entramos a la enorme fraternidad a la que me había negado a venir repetidas veces, pero Alex puede ser insistente cuando quiere.

Las luces me ciegan, las chicas borrachas en el césped, chicos haciendo juegos sobre quien se emborracha más rápido, parejas metiendo la lengua en la garganta del otro, etcétera.

De cierto modo, me recuerda a Nevada.

Todos, por suerte, estamos muy bien abrigados porque el frío pela. Tuve que salir de compras de último minuto, cosa con la que Stephie estuvo súper de acuerdo y la hizo feliz.

Ella pasa mucho tiempo con Trevor y poco conmigo, así que este tipo de cosas nos une por efímeros momentos.

Llevo un vaquero color caqui, ceñido al cuerpo con una blusa de mangas largas color blanco, un lindo escote con tiras al frente, y para cubrirme, un abrigo que me llega hasta las rodillas, un tono más oscuro que el pantalón a juego con mis botas, la cartera, la bufanda y un gorrito.

Alex me guía entre los pasillos y el tumulto de gente. Me advierte sobre no aceptarle bebidas a nadie que no sea él. Le informo que yo no bebo.

Al menos Verónica no lo hace. Pero Roney habita en mí, así que le hago saber que no soy una niña.

Encontramos un ambiente menos ruidoso, con luces más tenues y menos personas. Nos sentamos en unos pufes coloridos, uno al lado del otro.

Stephie me incita a bailar, moviendo su cuerpo al ritmo de la música, pero niego repetidas veces. No voy a bailar. Me hace cara de aguafiestas y se marcha con Trevor.

―Son una linda pareja―digo, mientras los veo alejarse.
―Lo sé, mi primo tiene suerte. Aunque no tanta como yo.
―Tú y yo no somos una pareja―aclaro tropezando las palabras.
―No lo digo por eso, nunca me había sentido así respecto a una chica. Quiero decir, jamás le había cocinado a nadie. Creo que a mi hermana.
―Vale, vale. No bebas mucho o terminarás declarándome tu amor.
―Lo he hecho, no con palabras, pero eres de lento aprendizaje―me despeina.

Suelto una risita nerviosa, hasta que un par de chicas se interponen entre nosotros. Reconozco a Gemma y una de sus hermanas.

―Hola Alex―saludan al unísono en un tono chillón.
―Hola―responde sin entusiasmo.

Estas chicas no le tienen miedo a nada. Llevan un escote tan pronunciado, que quizá desean mostrar las tetas, a juego con su diminuta falda, para mostrar las nalgas.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora