Capítulo #19

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La mañana llega a penas cierro los ojos. Me levanto tarde y mi sorpresa es gigantesca cuando me veo atrapada entre brazos y piernas que no me pertenecen.

―Pero ¿qué demonios?―me quejo.
―Hmm… ¿Diosa?
― ¡Joder! ―me sobresalto― ¡Vete Alex! ¿Qué diablos haces aquí?

Lo empujo con todas mis miserables fuerzas, pero el dolor de mi cabeza es tan intenso que me deja estática en la cama.

¿Por qué me duele tanto la cabeza?

La verdadera pregunta es: ¿Por qué Alex durmió en mi cama? ¡Conmigo!

¿Será que…?

Mierda. No.

Alex se despereza y quita sus extremidades de mi cuerpo. Por mi parte, trato de levantarme, pero el recuerdo de mis tatuajes me bombardea y trato de cubrirme con la sábana todo lo que puedo.

Luego pienso que no tengo mis lentillas marrones puestas.

¡Joder!

Excelente.

»Por favor, Alex. Solo vete.
Diosa
―Vete, maldición. Vete. Es tarde y debo arreglarme para ir a clases.
― ¡Joder! ¡El manuscrito!
― ¡Vete y no grites! ―le grito, cubriendo mi rostro con la sábana.

Segundos después, escucho la puerta. Se ha marchado.

Mierda, me baño a toda prisa, hay algunas chicas en el baño, lo que es bastante fastidioso en mi estado de resaca.

Porque sí, estuve toda la noche bebiendo mientras hacía el estúpido manuscrito.

Al terminar de ducharme, me visto a toda prisa en un pantalón ajustado, una camiseta de mangas y un abrigo bastante grueso que me cubra del frío. Guardo en el bolso un par de guantes y una bufanda. Me coloco unas gafas de sol porque la luz me perturba.

Cojo el manuscrito del escritorio, lo coloco en una carpeta y lo guardo también en el bolso.

Corro a mi auto y me dirijo a la universidad. Aunque hay un poco de hielo en el camino, llego sana y salva.

Entro al aula tropezando con mis pies, obviamente llamando la atención de todos, pero el profesor no hace más que un ademán de que pase y tome asiento.

Al ubicarme, saco los guantes porque el frío pela.

Mi corazón se detiene al ver a Cece. Con toda la velocidad que mis manos me permiten, lo guardo en la carpeta del manuscrito. Está menos a la vista, y aunque nunca nadie ha intentado revisar mis cosas, no hay que tentar a la suerte.

Aún con el corazón latiendo desbocado, saco mi libreta y tomo los últimos apuntes de la clase.

Un mensaje llega justo cuando estoy guardando. Es de Stephanie:

Picky, ya está la profesora Fitzgerald en la biblioteca, iré con T a un café fuera del campus.  Nos vemos luego. Te amo

Joder.

Guardo todo a los golpes y salgo pitando en dirección a la biblioteca, pero en el camino, me detiene el rector. Más miradas curiosas sobre mí, sobre todo porque no es muy común ver a la autoridad por los pasillos.

―Señorita Ryan, a mi oficina.

Sin más, gira sobre sus talones y sigo sus pasos con la cabeza gacha.

Genial, ¿qué otra sorpresa tienes para mí hoy, Dios?

Las piernas me tiemblan cuando cierro la puerta de la oficina tras de mí.

― ¿Sería tan amable de quitarse las gafas? ―hace un gesto hacia el accesorio en mis rostro.
―Oh sí, sí. Por supuesto.

Dejo el bolso en la silla frente al escritorio y me quito las gafas.

―La última vez que la vi, señorita Ryan, sus ojos eran marrones.
―Joder―murmuro. Olvidé las lentillas.
―Sí, “joder” ―dice la palabra con un tono gracioso―Verá, señorita…―suspira―así como olvidó cambiar el color de sus ojos para este personaje―hace un gesto hacia mí―que se ha inventado, ha dejado un poco de información que compromete el prestigio de esta institución.
―Señor Gordon…
―No he terminado, señorita Ryan.

Toma asiento en su silla de aire presidencial y me indica que tome asiento también.

»He recibido ciertos comentarios de una chica agresiva que estudia en esta universidad. Algo, como usted sabrá, que no da buena imagen. ¿Algo que decir en su defensa?
―Sí, mi cabeza palpita horrible.
―No es muy prudente presentarse a clases en el estado que usted se encuentra, lo que no dice mucho en su defensa.
―Oh sí, cierto. Señor Gordon… yo realmente lamento la situación en la que lo he puesto, pero le juro que no volverá a pasar. ¿Quiere más dinero? Le daré más dinero.
―Veo que nos entendemos.

Maldito viejo interesado.

―Sí, mañana mismo le haré un cheque. Y le prometo, de verdad le prometo que no armaré otro escándalo.

Después de todo, ya Carter me encontró.

―Por favor, cuide sus pasos.

Asiento frenéticamente, cojo el bolso y procedo a retirarme, cuando mi mano está en el picaporte, el rector llama mi atención con un carraspeo.

― ¿Sí? ―me giro, él señala su escritorio. Las gafas―. Olvidaría mi cabeza si no estuviera pegada a mi cuerpo.

Cojo las gafas y me las coloco de inmediato. Esta vez, cuando abro, mi sorpresa es tremenda al ver a Gemma del otro lado.

»Joder, qué susto―me coloco la mano en el pecho.
―Busca un espejo, querida.

Y con una sonrisa de suficiencia, me pasa por el lado golpeando mi hombro.

Estúpida.

Sin prestarle mucha atención, voy a la biblioteca, donde está la profesora Fitzgerald. Sus ojos se posan en mí con desagrado y apatía.

Genial, el sentimiento es mutuo.

―Señorita Ryan.
―Fitzgerald―respondo con el mismo tono de amargura.
―Estoy entusiasmada por leer su manuscrito―extiende su mano con la palma hacia arriba.
―Sí―busco en mi bolso la carpeta y se la entrego.

Intercambiamos sonrisas sin ningún tipo de emoción, más hipócritas que cualquier otra cosa. Ruedo los ojos tras las gafas y me retiro al cafetín. Allí me espera Ian justo en la entrada.

―No tienes buena pinta―dice cuando paso por su lado.
―No grites, por favor―susurro a la vez que masajeo mis sienes.

Nos ubicamos en una mesa vacía y me tiro dramáticamente.

»Tengo sueño y me duele la cabeza.
― ¿Qué tanto bebiste?
―Tanto como para olvidar en qué momento llegó Alex a mi dormitorio.

La respiración de Ian se vuelve pesada y me levanto para ver que todo esté bien. Sus manos están cerradas en puños y sus nudillos blancos como la leche.

»Por cierto―digo sin apartar la vista de sus manos―, él nos acompañará a Nevada.
―Genial―dice con un tono de amargura.
―Sí, fue de último minuto.
―Creo que tengo algo que hacer―se rasca la nuca, se apoya en la mesa y se levanta―nos vemos luego, Verónica.
―P-pero…

Sin embargo, no me da oportunidad de decirle nada porque se marcha a paso apresurado. Lo próximo que sucede, me provoca más dolor de cabeza. Gemma se sienta justo donde estaba Ian.

―Hola de nuevo, mentirosa.
―Solo vete, por favor. No estoy de ánimo para tu veneno.
―Solo quiero que sepas, “Verónica Ryan” ―hace unas comillas en el aire al pronunciar mi nombre―yo cumplo lo que prometo. Y te habrás arrepentido de haberte cruzado en mi camino.

Con un golpe seco en la mesa, se levanta y se va. Genial, la loca que me quiere destruir. Si ella supiera.

Al verme sin compañía, decido ir en busca de paz hacia la biblioteca. Quizá ya la señorita “estúpidos adolescentes” se haya ido.

Pero mi suerte no es la que yo deseo, la mujer sigue en el escritorio en el área del Wi-Fi. Parece que revisa los manuscritos. Y es como si sintiera mi mirada sobre ella, porque levanta la vista en mi dirección.

Camino hacia la derecha, pero no paso desapercibida ante sus ojos.

―Señorita Ryan―murmura mi nombre. Joder.
― ¿Sí? ―me giro para mirarla.
―Acérquese, por favor―arrastro los pies hasta estar frente a ella―. Tome asiento.
― ¿Sabe lo mucho que usted no me agrada?
―Antes de dirigirse a mí, por favor, quítese las gafas.

Oh rayos, no traigo puestas las lentillas. Debo pensar una excusa.

―Eh… es que me duele la cabeza. La luz me molesta, por eso las traigo.
―Pensé que usaba anteojos de aumento.
―Así es, estos también tienen aumento―pero hace un gesto de que no me cree.
―Retírelas, por favor.

Vocifero un gruñido de frustración y quito el accesorio de mi rostro. Mantengo la vista gacha, no quiero que vea mis ojos azules, pero es intensa la señora.

»Me sorprende de usted, señorita Ryan, tan altiva y no se atreve a mirarme.

Levanto la vista y nuestros ojos se encuentran. Azul contra azul.

― ¿Contenta?
―Son azules―responde con asombro.
―Son lentillas. Mis ojos son marrones―ruedo los ojos, demostrando lo mucho que me irrita la situación.
― ¿Cómo está tu hermana, Victoria?
― ¿Eh? ―la miro confundida― ¿Está drogada? ¿Qué le hace pensar que tengo una hermana?
―Te conozco de hace años, recuerdo a tu hermana.
―Primero, es imposible que usted―señalo con el dedo índice―me conozca a mí sin yo saber quién es. Y segundo, no tengo una jodida hermana. Deje de molestar.

Me coloco de nuevo los anteojos y me levanto con furia. Doy pisotones fuertes hasta que encuentro una mesa lo más alejada de la profesora Fitzgerald.

Me quedo unos minutos, pero siento como ella me mira aunque esté al otro lado del salón. Así que me voy de nuevo, esta vez, en dirección al campus. No me importa el frío.

Veo un lugar con un grupo de personas, pero lo que más me irrita (hoy todo mi irrita), es ver a Alex con Gemma. Ella le acaricia la mejilla y él no hace nada por apartarla.

Cuando ella me ve, sonríe con malicia y lo abraza.

Joder, qué puta.

Aunque no entiendo por qué me molesta tanto.

Sí, me gusta Alex. Pero no tengo el derecho de sentir la ira que me provoca esa imagen. No somos nada más que amigos y así se tiene que quedar.

Giro sobre mis talones, pero pronto escucho mi nombre.

― ¡Verónica! ―detesto que me llame así. Me giro de nuevo y le ofrezco una sonrisa.
―Oh, hola―Alex corre hacia mí y llega jadeando.
― ¿Cómo te sientes?
―Bien, un poco de resaca, es todo.
―Quiero disculparme por…
―No pasa nada Alex, yo solo…―lo interrumpo, pero no sé qué decir.
―Sí pasa, no debí quedarme en tu cama. Pero estaba preocupado por si querías vomitar, o te daba fiebre, o hambre… no lo sé, simplemente quiero que estés bien.
― ¿Haces eso con todas?
― ¿Eh?
―Eso cuidarlas, dormir con ellas… ya sabes.
Diosa
―Oh, ya no soy Verónica.

Giro sobre mis talones por enésima vez en la mañana, pero un agarre fuerte por el codo me detiene de dar un paso.

―Me gustas. No sé de qué manera decírtelo.
― ¡No me lo digas! ―lo encaro, pero no suelta mi codo― ¡Demuéstralo, Alex! Porque tú también me gustas―lo último lo digo bajito, pero sé que me ha escuchado.

Su agarre me suelta por completo, pero solo un par de segundos hasta que su cuerpo choca con el mío y luego son nuestros labios los que sellan una promesa, pero la imagen de Gemma abrazándolo vuelve a mi cabeza y lo empujo con la poca fuerza que tengo.

» ¡Quítate! ―me limpio los labios con asco ― ¡Quién sabe a qué otra besaste antes de mí!
― ¿Qué?
―Te acabo de ver con Gemma.
―Sí, hablaba con ella―y no lo niega, qué descarado―le dije que no tengo intenciones de salir con ella o algo parecido. Mis intereses están puestos en otra persona y pretendo seguir a mi corazón.
―Genial, otra persona.
―En ti, Verónica Ryan, en ti mi Diosa. La diosa de mis sueños, la que me golpeó a primera vista y desde ese día no dejo de pensar en ti. Cometí errores, aún después de saber que existías, pero quiero enmendarlo.

»Por eso compré el boleto a Italia. Quería que conocieras más de mí que lo que ves aquí. Como desearía haberte conocido antes, pero viniste a hacerme el pecador más feliz.

Mi corazón late muy rápido. Quisiera encontrar las cámaras escondidas, pero al parecer no hay ninguna.

Y sin previo aviso, los labios de Alex chocan de nuevo con los míos, solo que esta vez, sí le correspondo y me pierdo en su dulce danza.
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Buenas buenas amigas mías 💕 tarde pero seguro.

Admito que este capítulo lo escribí sin mucho entusiasmo. Acepto cualquier crítica, en serio, díganme que opinan en los comentarios.

Hay unas cositas importantes que pasaron aquí, quién hace la recapitulación?

He visto lo conspiradoras que son mis niñas. Muy buenas, muy buenas.

El próximo capítulo tendrá varias revelaciones. Así que por aquí les espero.

Les envío deliciosos besitos maracuchos y calientes (no me mal entiendan, Maracaibo es llamada "La Ciudad del Sol Amado, así que es muy caliente)

Nos vemos próximamente, solo por Wattpad. Chau, chau.

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora