Introducción

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            Me veo como la maldita mierda.

Sentada frente al espejo, mientras mi mejor amiga termina de trenzarme el cabello, siento que quiero vomitar.

―Te ves increíblemente bella―afirma, con intenciones de darme aliento.

―Increíblemente sosa, diría yo―ruedo los ojos por enésima vez.

―Eres una dramática, Roney.

―En primer lugar―la miro a través del espejo―, lo dices porque te sienta genial el rubio. En segundo lugar, ahora mi nombre es Verónica, Verónica Ryan. Roney quedó atrás. Quizá para siempre.

―Deja que me acostumbre.

―Pues hazlo. Y cubre bien con el cabello esos labios en mi cuello y la pluma tras la oreja.

Cambiar mi vida supone un cambio de imagen y un cambio de identidad.

Ahora mi cabello es gris cenizo, casi blanco, mis ojos son marrones, uso gafas de montura negra y llevo vestidos de princesa que ayudan a cubrir mis tatuajes. Nada que ver con mis botas y mis chaquetas de cuero.

Es nuestro último día libre antes de comenzar la universidad, así que nos relajaremos un rato en lo que descubrí como mi nuevo café-restaurante favorito.

Completo mi absurdo atuendo con una chaqueta blanca encima del vestido rosa pastel, eso me ayudará a esconder las notas musicales en el dorso del antebrazo izquierdo, la frase en el brazo derecho y uno de los tatuajes que comparto con Stephanie de un infinito con su nombre en él, en la muñeca derecha.

Tengo algunos en los dedos, pero son pequeños y si no gesticulo mucho con las manos, no habrá problemas.

Al llegar al café, el ambiente es confortable en sus colores blancos y beige, a la luz de elegantes candelabros.

―Quédate aquí, voy a ordenar―dice mi amiga y yo asiento.

Mientras veo a Stephanie hacer la fila para pedir, tengo la sensación que alguien me observa. Lo primero que pienso es Carter. Inmediata y disimuladamente, escaneo el lugar en busca de ojos encima de mí.

Y los veo.

Un chico en un rincón me mira fijamente y mi corazón comienza a latir muy rápido. Desvío la mirada, pero no se me quita la sensación y vuelvo al chico del rincón, que efectivamente sigue mirándome.

Hago lo mismo, sin dejarme intimidar, aunque en mi interior esté gritando como una niña asustada. Justo llegan dos chicos y entonces él se distrae. Siento que respiro, aunque no más tranquila.

― ¿Estás bien?―pregunta Stephie cuando llega con los licuados.

―No―admito―, ese chico en la esquina, el que tiene la cazadora negra no ha parado de mirarme―ella mira en la dirección que le indico.

―Estarás alucinando, el tío está molestando al dummie.

― ¿Qué? ―junto las cejas.

Me giro para mirarlo, y sí. Junto con los otros dos, no para de tirarle los rizos del cabello. Le quitan las gafas, le revuelven los folios de la mesa y se toman su batido.

La situación puede conmigo y me levanto con brusquedad de la silla.

―Verónica―dice mi amiga en voz baja.

― ¿Es que no ves? ―señalo el escenario que me altera.

―Tú tranquila, siempre hay bravucones que...

No la dejo terminar cuando ya estoy plantada frente al grupo de bravucones, donde el líder parece el tío mirón.

― ¡Hey, tú imbécil! ¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?

Pone cara de sorpresa, pero se recompone y comienza a reír. Aunque me paro erguida, a penas y le llego por el pecho.

―Que graciosa eres―me palmea la cabeza― ¿por qué no vas a jugar con tus muñecas?

Sus amigos también se ríen y escucho por lo bajo al chico de cabello rojizo y rizado, que siempre le pasa lo mismo. Luego se acerca Stephanie y me coge por el brazo.

―Estás armando un espectáculo, déjalo estar―de un golpe me suelto de su agarre y vuelvo a mirar al bravucón.

―No, este imbécil no volverá a molestar a nadie.

Él se vuelve a reír y es ahí que aprovecho el momento para asestarle un puño en la nariz, se pone las manos en el rostro por el dolor, le quito el jugo al otro grandulón y se lo tiro en la cabeza, luego le agarro la oreja para bajarlo a la altura de mis labios.

»Te dije que te metieras con alguien de tu tamaño, imbécil―él se queja un poco cuando aprieto con más fuerza.

Me doy por satisfecha, me sacudo las manos, el vestido y luego miro a uno de los tíos que tiene las gafas en la mano.

―Amiga, ya fue suficiente―escucho tras de mí.

―Y tú―miro al otro grandote sin reparar en Steph―devuelve las gafas―lo hace.

Un círculo de personas se ha formado alrededor de la escena y me miran patidifusos. Luego aplauden. Supongo que ante mi acto heroico y en seguida se dispersan.

Me disculpo con el pelirrizado (se presenta como Ian), lo ayudo con los folios y le digo a Stephie que le pida un licuado. Aunque tiene aspecto de "nerd", creo que es tierno, es lo que me transmite su mirada chocolate.

Cuando mi amiga le da el licuado, volvemos a nuestra mesa.

―El tío que golpeaste no deja de mirarte―dice Steph―. Y ahora viene para acá.

―Yo sé quién eres―siento como coloca sus manos en el respaldo de mi silla―. No sé cómo no te reconocí antes.

Me levanto de la silla y me giro para encararlo. Tiene su rebelde melena negra pegajosa y se ha quitado la cazadora. Aunque lo había visto de cerca, no me había fijado en el azul claro de sus ojos. Sí, es alto, mi frente a penas le llega al pecho y tengo que mirar hacia arriba.

De su azulada mirada, bajo a su piel bronceada, brazos musculosos que se marcan muy bien bajo su camiseta blanca, decido no seguir bajando, así que vuelvo a mirarlo a los ojos, él sonríe dejando a la luz unas preciosas perlas blancas y unos labios...

No sé por qué, pero mi mente me traiciona y me envía imágenes fugaces de Jamie.

― ¿Ah sí? Y según tú, ¿quién soy yo?

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Ahora tenemos una incógnita. O más de una ¿qué opinan?

Dulce Mentirosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora