"IMPOSIBLE"

Capítulo 50: "En blanco"

Todo está cerrado.

Es un domingo, de un invierno amargado.

Las familias permanecen en sus casas, cerca del calor que desprende la chimenea.

Se oyen risas, chistes. Son visibles las sonrisas.

Aún queda un mes para terminar el primer trimestre. Digamos que aún queda lo peor.

Mi libro de literatura, está tirado en un sillón. ¿Su utilidad? No la encuentro ni yo.

Biología dejó de ser divertido cuando empezamos a hablar de la estructura reticular del agua.

De los lípidos saponificables, de los hidratos de carbono. De los enlaces fosfodiéster.

Por su parte, filosofía se había convertido en vida. Un soplo de aire fresco con "P".

Historia nos permitía sumergirnos en un barco y viajar hacia otro lado. Tripulantes que navegaban rumbo al fin de los trimestrales. O al principio más bien.

Recientemente habíamos hecho los parciales.

Desastrosos.

Pero aún quedaba lo peor.

Entre letra y letra, aparecían los apuntes de disoluciones, como haciéndose ver, llamándote a aprender.

Y los problemas de optimización de matemáticas, me revolvían las entrañas.

Inglés permanecía ausente, la única asignatura que no se tenía que preparar. Junto con francés, su idioma amigo incondicional.

Abrí mi agenda y me fui al final. Donde las hojas de notas era utilizadas por mí para escribir.

Porque muchas veces, la inspiración aparecía en plena clase. Y no podía acallarla. Debía obedecerla.

Es parte de mí. Me ayuda. A ser y dejar de ser. Me apoya, sin querer.

Solo me hace falta agarrar boli y papel para sentirme bien.

Aunque a veces, prefiero el silencio o la música. Porque no me gusta lo que escribo.

En verdad, yo creo que todos tenemos el don de escribir, pero pocos el de transmitir.

Lo importante no reside en las rimas, sino en el texto.

Porque la belleza no reside en cánones, sino en sentimientos.