Cap. 4: Acompañamiento
Las visitas médicas poco a poco se hacían más frecuentes y Mathew empezaba a tener una rutina para aquellos días.
Iniciaba todo cuando ingresaba a su habitación listo para ir a dormir. Se tapaba hasta la barbilla con las cobijas de verano y miraba, con sus ojos cansados, las estrellas fluorescentes en el techo. Antes de que pudiera darse cuenta pasaba de medianoche; cerrar los ojos, dar vueltas en la cama era lo siguiente, levantarse al baño, masturbarse si es que un poco de libido se lo permitía y al final terminaban siendo las cuatro o cinco de la mañana.
Y la hora de tomar un baño llegaba, a ese punto los ruidos en la cocina le indicaban que ella había tenido una mala noche también. Siempre escuchaba el ruido de la licuadora porque ella le hacía una malteada de chocolate obligada, se levantaba y tras una ducha rápida intentaba borrar cualquier rastro de sueño.
El cabello se le secaba mientras desayunaba, pero ella no podía desayunar, había ayudo obligado.
— Iré a revisar mis cosas. Desayuna rápido que no quiero que se haga tarde.
— Estamos con buen tiempo, mamá. — Ella sonreía, ya sabía eso, pero era una costumbre suya apresurarlo. Antes, cuando era adolescente refunfuñaba a su madre por hacerlo todas las mañanas, sin embargo, con todas aquellas ideas que se le metían en la cabeza, poca oportunidad tenía de molestarse con ella. Por el contrario, aquellos comentarios lograban sacarle una sonrisa tras contagiarse de su buen humor. — Te amo.
— Y yo a ti.
Y así ella se iba, tarareaba algo que no lograba adivinar como una canción. Él terminaba su desayuno, lavaba los trastes sucios y la esperaba sentado mientras revisaba su móvil.
Curiosidad tenía, así que observó en la pantalla algunas notificaciones de Outlook, los últimos correos que tenía eran de Alex, a las tres de la mañana. ¿Es que ese hombre no dormía? Recordaba que él a las tres de la mañana estaba interesado en otras cosas y de haber sabido que estaba despierto le habría enviado algún mensaje.
Justo eso hizo en ese momento; "No olvides que hoy llegaré tarde". Envió, tenía la lejana esperanza de que preguntara si todo estaba bien, pero con Alex esas situaciones no existían.
— Listo, vámonos.
— Listo. — Lo último que hacían al salir era cerrar con llave, y en ese momento el perro enano de su madre salía, aterrorizado, en dirección a la puerta para exigir con ladridos, que no le dejaran solo. — Mira que mal acostumbrado está. Los conscientes mucho.
— No está mal acostumbrado, es que como no tengo nada en qué entretenerme, se han convertido en mi única compañía... ¿Te imaginas que será de ellos si yo no estuviese?
— Vas a estar.
Ella ya no dijo más.
Mathew tragó en silencio la saliva que se le acumulaba en la boca. El taxi ya los esperaba a las afuera de casa, ayudó a su madre a subir, él tomó asiento en el lugar del copiloto y emprendieron camino hasta el hospital.
Ningún resultado, otra vez.
Ninguna explicación para los dolores constantes en sus piernas.
Medicamento, medicamento y más medicamento. Nada tenía sentido, pero se aferraban a las consultas como si de ello dependiera su vida. Así era.
Después de la consulta con los médicos, la tensión entre ellos incrementaba, Mathew decidía entonces huir a la oficina después dejar a su madre en casa y el día empezaba. Llegar casi a medio día era una locura en aquel sitio, sentía la presión de todos mirándole ingresar apurado.
No dejaban de ser hijos de "la vieja escuela", pensando que el tiempo que permanecían sentados incrementaría las ganancias de la empresa. Eran un montón de viejos improductivos y eso últimamente a Mathew le sacaba de sus casillas. Estaba irritable y por eso, cuando ingresó a la oficina y observó a Alex sentado en su lugar, no dudó en caminar con prisa hacia él.
— ¿Qué haces? ¿Prendiste mi computadora?
— No llegabas. Y olvidaste mandarme el correo que quedamos ayer. — Mathew se viró de pronto hacia su compañero. Robert con audífonos a todo volumen, pasaba de largo de lo que ellos decían.
— Oye, ¿Es en serio? — Preguntó alzando una ceja. El teléfono no dejaba de sonar, Alex le prestaba menos atención que a un limosnero. — Ayer te pedí permiso para llegar tarde y el correo te lo envié en cuanto quedamos que lo haría. ¿Revisaste tu bandeja de entrada?
— Es cierto. — El rostro de Alex se ablandó un poco, Mathew sabía que de no haber hecho esa aclaración antes, su "jefe" habría exigido perfección a modo de reto.
— Pareces distraído. ¿Todo bien? — Alex soltó un suspiro y asintió.
— El área de finanzas quiere recortar el presupuesto para el proyecto en Malta, así que necesito tenerlo todo listo para hoy por la tarde. — Alex tecleó algunas cosas más en su computadora y sonrió. — Iré a terminar mi trabajo, nos iremos juntos ¿No?
— ¿Sí terminarás? — Necesitaba regresar temprano a casa, pero estar con Alex era algo que un manoseo nocturno no podía sustituir. — Tengo hasta las ocho para regresar a casa.
— Depende, si logro mantener el presupuesto, te aseguro que tendremos tiempo de sobra, Mathew, hagamos esto; si a las tres no te envío mensaje no me esperes.
— Ok, entendido.
Pero era un hecho que se verían.
Alex siempre conseguía lo que quería y al recibir la minuta de la reunión, Mathew confirmó que su jefe, no sólo se había dado el lujo de mantener el presupuesto, sino que había logrado que uno de los directivos aceptara incrementar la inversión en un treinta por ciento.
Y esos logros eran justamente los que le subían el ego a Alexander. Había una formula efectiva para esos momentos, confirmaba que, a mayor cantidad de logros laborales, mayor la pasión con la que cogerían ese día.
Y así fue, recibió el mensaje, se despidió de Robert, bajó al estacionamiento y subió a la camioneta de su jefe. Era tan endemoniadamente adictivo que con el simple hecho de pensar en lo que harían, empezaba a crecer su erección.
Y Alex aquello lo sabía bien.
En sus pantalones también había evidencia de que excitado estaba. Tenían tanta libertad en aquel momento. Mathew estiró su mano apenas el motor se había encendido y con maestría empezó a hurgar entre los pantalones de su jefe, atrapó el miembro y terminó inclinado parar devorar completamente aquel trozo de carne.
Mientras Alex conducía, Mathew lamía el glande, succionaba del tronco hasta los testículos y después, se dedicaba a engullir tanta carne como le fuera posible. Mathew tan apasionado, y Alex, en toda la noche... no había preguntado ni por error, cómo les había ido en la visita al hospital.
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Hombre bajo la lluvia |BL|
RomansaMathew sabía que las más grandes tragedias inician siempre con un pequeño secreto y así inicia su historia: La muerte de su madre, un viaje a la independencia y la constante interferencia de su vida profesional en su vida personal. ¿Es esto converti...