Capitulo XVIII

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Al cuarto día, la orden dada por los equipo de rescate, a quienes habían cambiado de misión, pues si bien antes tenían la misión de rescate, ahora tenían la de recuperación de cadáveres. Y la lluvia que había desencadenado hacia un días no ayudaba a los equipos de rescate.

Aquello fue devastador para Steve y el equipo formado por el rey, pues esperaban poder rescatar con vida a sus hombres.  37 personas habían sido sepultadas y solo 12 habían logrado salir con vida de aquella tumba.

—Ellos estaban en el primer piso... Deberían haber podido salir. —Murmuró el rubio con pesar. Casi todo su equipo había muerto, no sólo en el cruce de disparos, si no que también habían perecido en el derrumbe.

—James tenía un disparo, supongo que mi primo no quiso dejarle solo... Ese idiota. —Erik estaba sentado al lado del capitán.

—¿Como sabes lo del disparo? —Quiso saber el capitán.

—Okoye me lo contó, me hizo bastantes preguntas al respecto de por que no fui a ayudar. —Aun que al principio la idea de conseguir el trono le llamaba la atención, en saber que su primo y el omega estaban posiblemente muertos le había descolocado y no se atrevía a llamar a su familia para avisar de lo sucedido.

Pronto, escucharon el ladrido de un perro y se prepararon para ayudar a sacar al siguiente cadáver. Tenían la pequeña esperanza de que alguno de los hombres siguieran con vida, pero era una posibilidad muy baja. El frío, la humedad, el peso de los bloques, las heridas, el hambre... Todo jugaba en su contra.

(Hace dos días)

El castaño despertó sin aliento, desorientado y con un fuerte dolor en su brazo derecho. Angustiado, trató de mover los escombros que poco a poco le arrebataban el aire de sus pulmones, pero uno de sus brazos estaba atrapado entre los escombros, por lo que era incapaz de moverlo. El chico empezó a moverse con desesperación, notando como poco a poco los escombros cesaban su tortura y le permitían respirar, pero a un precio, los escombros habían empezado a aplastar su estómago.

No necesitaba mirar su cuerpo para darse cuanta de sus heridas, su pierna quebrada era más que evidente y la sangre que sentía caer por su mejilla, como si se tratasen de gruesas lágrimas eran difíciles de ignorar.

Desesperado, empezó a gritar usando el poco aire de sus pulmones, pero no dio resultado, sus gritos no eran más que sonidos ahogados que salían de una rota y seca garganta.
Para su tormento, él no era el único que gritaba.

—"¡Ayuda!" —"¡Estoy atrapado!" —"¡Que alguien me saque de aquí!" —"¡Estoy aquí!"
Se escuchaban los gritos de todo aquel que no había sido capaz de salir antes del derrumbe.

Lejos de eso, empezó a escuchar un sollozo ahogado, como si alguien tratase de callar su sufrimiento, su angustia, su miedo.
La tenue luz que conseguía colarse entre los vastos escombros iluminaban con pereza y con frialdad al futuro rey. Un hombre fuerte y de actitud calmada quien ahora lloraba desconsoladamente por razones que el Omega desconocía.

—Príncipe. —Susurró él con la garganta seca.

—¿James? ¿Estas... Vivo? —Preguntó temeroso de haber sucumbido a la demencia,secando sus lágrimas y retomando su compostura.

—Por momentos... —Hizo una pausa para poder respirar. —¿Por que llora?

—Pensaba que podría salvarte, pero en realidad nos he condenado a los dos. —Sollozó de nuevo junto a un tono de voz más tenue, como si algo le estuviera lastimando.

—¿Está muy herido? —Quiso saber el Omega ignorando el anterior comentario.

—Tengo una roca en el pecho, y me duele al respirar. ¿Como estás tu? —Suspiró agotado.

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