Capítulo XX

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Steve llegó al hospital nada más oír la llamada dada por su compañero con la esperanza de que fueran buenas noticias y que o bien, su amigo había despertado, o los heridos habían dado información importante sobre el nombre de sus atacantes. Pero todo lo contrario.

Cuando el rubio abrió la puerta del hospital, entró en la sala reservada para los heridos por el derrumbe, y después de pasar un control, se citó con su amigo Sam. Al parecer, habían interceptado a un médico que no estaba en el registro de aquel hospital.

—Al parecer, no querían dejar cabos sueltos. —Murmuró Sam.

—Si, menos mal que lo han descubierto. —Suspiró Steve mientras sus manos nerviosas peinaban su cabello. —¿Quienes fueron?

—Los dos hombres de allí, el beta y el alfa. Parecen militares... ¿Has avisado que necesitábamos ayuda? —Preguntó Sam, desconfiado.

—Si, hace unas horas pedí refuerzos para que asegurasen las puertas. Parece que fueron rápidos.

Steve, confiado, fue a hablar con los dos guaridas que se encargaban del control. A simple vista ambos hombres podían intimidar a cualquiera, y Steve estaba seguro de que eran militares.

Una vez estando a su altura, les agradeció su ayuda.

—Gracias por ayudar, pero no os conozco... ¿Podría saber quienes son? —Steve no era capaz de confiar plenamente en todos en ese punto, y se recordó a si mismo que todavía no había hablado con su pareja, y no sabía nada de él.

—Claro, yo soy Dingo, él es mi compañero, Callan, Perdónanos la pregunta, pero... ¿De que comisaría ere? —Le presentó el beta, el alfa parecía más reservado a la hora de hablar, aun para presentarse.

—Steve, de la Comisaría 107 de Brooklyn. —Se presentó sorprendido por la pregunta, se notaba que se tomaban su trabajo en serio.

—¿Brooklyn? Ya lo siento, mira que te ha tocado un lugar complicado. —Suspiró el beta. ——Nosotros somos de Manhattan, comisaría 86. —En ese momento Steve se tomó tiempo para hacer un análisis corto de ambos hombres.

Dingo, quien era el beta, era un hombre mucho más locuaz que su compañero, aun con su apariencia dura, a la que acompañaba la cicatriz en el lado derecho de su rostro, mantenía una sonrisa brillante.

Callan, el alfa, era todo lo contrario, era un hombre alto, fuerte y de actitud fría y sosegada con un rostro duro y con una cicatriz en su barbilla.

—Me alegro de tenerles como ayuda. —Sonrió de forma sincera Steve antes de regresar con Sam.

—¿Ya habéis identificado al médico impostor? —Le preguntó Steve nada más llegar con su amigo.

—Si, nadie importante, un padre de familia que aceptó un dinero rápido. Pero no quiere decir quien le contrató. Solo sabemos que es una mujer. —Murmuró Sam negando con la cabeza. —La mujer tiene que ser muy poderosa para que le tenga tanto miedo.

—¿Y si probamos a decirle que tendrá protección por ser un testigo? —Pensó Steve mientras se acercaba a la máquina de cafés y sacaba uno.

—Ya lo hemos hecho. Pero esto es muy raro. —Sam suspiró de nuevo mientras pensaba en alguna forma de lograr información. —Podemos preguntarle a tu amigo...

—Que está inconsciente. —Finalizó Steve con algo de brusquedad. —Da igual, voy a ver si han interrogado a los supervivientes.

—No, lo haré yo. —Intervino Sam mientras colocaba su mano en el hombro del contrario y le daba un par de palmaditas.

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